sábado, 3 de enero de 2015

El coraje es la fuerza del corazón




                                                       Ilustração de Carlos Ribeiro


El coraje es un movimiento del espíritu por el cual un corazón grande se da conocer. No es una fuerza bruta de la voluntad, es una decisión consciente. Es la capacidad de ser libre a pesar de todo.

Sólo un corazón bueno reconoce el bien y tiene que ser grande para luchar por lo mejor que hay en la vida.

El heroísmo de los corazones grandes se revela, no mediante enormes amenazas o los peligros más aterradores, sino en la vida corriente de las personas, y nunca será reconocido. Hay mucha gente que vive su amor al bien de una forma tan sublime como anónima. Son los ángeles que hay en a tierra. Tienen carne, huesos y problemas grandes y pequeños… tal como todos nosotros ¡Podemos ser nosotros!

Tener coraje duele. Los corazones grandes tienen muchas pesadumbres. Cargan las suyas, de las cuales nadie sospecha, y las de los otros… que no quieren o no pueden llevarlas solos. Los corajudos encuentran siempre forma de sufrir, aun cuando están bien. Saben que no se puede ser feliz solo, ni tampoco mientras alguien  sufre ahí, al lado. Son felices, pero de una forma muy extraña: es sólo allí muy en el fondo.

La mayor bravura de estos corajudos es que dan incluso lo que no tienen.

Son más fuertes  que sus miedos, a pesar de tener miedo. En verdad, cualquier sacrificio es mejor que la vergonzosa cobardía de poder hacer el bien y… escoger la huida.

Hay gente que aspira al absoluto, a pesar del absurdo. Personas con un corazón tan grande que cabe en él la mayor de las esperanzas, la de que, un día, dejará de existir el sufrimiento y entonces podremos todos ser felices.

Un corazón intrépido que no tiene miedo del ridículo porque cree además que  una vida sin amor no tiene valor.

Es con fe en el amor como se vence el miedo paralizante, pero con esa misma fe llegamos a saber también que no podemos todo y que solos podemos aún menos. El coraje es el punto de equilibrio entre los excesos del miedo… y de la confianza.

A veces, el coraje nace de lo que queda de la angustia y la desesperación. No hay fondo de pozo donde no haya una apelación a la luz. En las tinieblas oscuras, la más pequeña de las luces ilumina mucho. Es una estrella.

Los corazones con coraje tienen tristezas y tinieblas. Son, además, los que más tienen. Cargan con ellas, pero encuentran casi siempre una forma de ser más fuertes que ellas. Cuando caen y se pierden, es trágico, porque como son grandes y las amarguras que soportan son pesadas, caen aún más hondo y se hacen mucho daño. Pero, es una cuestión de tiempo hasta percibir que no son de la tierra, sino del cielo, y sin que sepa como, se levantan… y siguen su camino.

El coraje implica soledad. Profunda. No es una locura momentánea que torna valeroso a un hombre que no lo es. El coraje es una decisión de los que saben lo que hay que hacer y conocen los riesgos que corren. La raíz de su heroísmo es : la lucidez del discernimiento. La presencia de la razón en cada paso. Sería bastante más sencillo que entrásemos en una euforia de emociones y que sólo nos diésemos cuenta al final… ¡pero eso no es coraje!

Nadie nace con coraje. Se aprende a ser fuerte. Se aprende a vivir la verdad. Se aprende a amar.

Se enfrenta a mil futilidades, sonríe a pesar de la pérdida y del dolor, se trabaja en lo que no gusta, se llora… pero se vive, entero, en una vida entera.


Fallos, flaquezas, tinieblas y tristezas… no son lo que somos. Son lo que no somos… ¡ni vamos a ser, nunca! Así sabremos ser el coraje que nos falta a nosotros y el falta a los otros.

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