José Luís Nunes Martins
jornal i
17 de janeiro de 2015
http://www.ionline.pt/iopiniao/inveja-querer-mal-bem
jornal i
17 de janeiro de 2015
http://www.ionline.pt/iopiniao/inveja-querer-mal-bem
Ilustração de Carlos
Ribeiro
La envidia es el tormento interior que se manifiesta por algo bueno que acontece a otra persona. Un deseo de apropiarnos de eso, aunque sea de forma indebida. Celos del mundo, que parece haber preferido dar a otro lo que debía ser para nosotros.
Se trata de una mala
intención que destruye por completo el corazón que la acoge y alimenta.
Parte de la idea
equivocada de que otro tiene –o es- más que yo. Cuando, en verdad, no siendo yo
mejor que nadie, me hago peor si no reconozco mis valores, pasando el tiempo en
desear los del otro.
La envidia es una
pasión deshonesta, acompañada de un sentimiento penoso.
Los envidiosos viven al
contrario, se entristecen con la alegría ajena y se alegran con la tristeza. No
comparten, sólo codician el bien ajeno y desean el mal.
Hay a quien no le gusta
luchar ni trabajar y prefiere, de forma más bien simple, envidiar. Como si
existiesen vidas así, perfectas, sin nada que lamentar.
Lo que lamentamos en
nuestra vida, otros tendrán peor en las suyas. Pero la envidia es ciega ante la
desgracia de aquellos a quien quiere quitar lo mejor, así como en relación a
los propios talentos, que se van perdiendo en este incendio íntimo que todo lo
devora y consume.
Hay quien desea
combatir de igual a igual y quien prefiere hacer trampa desde el comienzo.
Porque se siente inferior y agraviado. Como si las virtudes del otro fuesen
culpas y sus buenas obras crímenes… hay un cierta voluntad de destruir lo que
no se puede poseer.
Sólo quien aspira a su
propio bien, quien está dispuesto a compartir los esfuerzos con los otros,
quien ve en los talentos ajenos una inspiración y una señal de cómo también
puede cultivar los suyos, llegará al más alto escalón de la existencia: a vivir
su vida.
Siempre habrá envidia y
quien quiera destruir a aquellos que cree que están en su lugar. Es algo
natural, pues es el mecanismo más común de los que no luchan por aquello que
creen.
Es una virtud excelente
ser capaz de poder vivir sin sentir envidia por nadie.
Quien sufre por las
victorias de otro sufrirá aún más cuando se de cuenta de que desperdició su
mayor bien: la verdadera paz.
Hay quien llega a
esconder sus alegrías para no ser objeto de la envidia, ya que, de una forma u
otra, la asfixia de los envidiosos acaba siempre por, mucho o poco, afectar a
quien es objetivo de ellos. Pero decidir esconder la alegría no es una
estrategia de defensa contra la envidia, sino más bien un efecto concreto de la
misma…
Es esencial que sepamos
defendernos de la envidia ajena, no permitiendo que nada en nuestra vida sea
alterado por ella. Más importante aún es conseguir arrancar cada raíz y cada
tronco de codicia que existe en nosotros. Al final, mucho peor que ser víctima
de la envidia es ser origen de ella…
Siempre existirá quien
no sea capaz de darse cuenta de las espinas que existen por dentro de cada
corona, quien afirme que es mentira o que no comprende. Este disgusto constante
impide a quien lo alimenta vivir de forma auténtica, sonreír y llorar por su
propio mundo… alegrarse con las alegrías de los otros, tener la honra de
compartir tristezas que no son suyas, contribuir a un mundo mejor, mejorándose
a sí mismo… aprender de todo.
La envidia quiere lo
que hay de bueno en la vida del otro. Se olvida de lo mejor que puede haber en
la suya… codicia el bien del otro, y no se valora a sí mismo
La envidia es propia de
quien se perdió.
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