domingo, 11 de diciembre de 2016

Al final, ‘BE’ no es ‘buena educación’...




Es una pena que la arrogancia e irresponsabilidad de unos diputados afecte tan negativamente al buen nombre de Portugal. El modo rupturista de estar en la política es la antítesis del modo cristiano de ejercer el poder.

Si ‘BE’ es una “buena acción”, sería de esperar que ‘BE’ fuese “buena educación”. Pero no es: en realidad, BE es incluso el opuesto de la buena educación...

Como es sabido, los reyes de España vinieron a Portugal, en visita oficial de cortesía y buena vecindad. Quiso el monarca español, en un gesto de mucha simpatía, honrar al parlamento portugués con su presencia y palabra. Los diputados del Bloque de Izquierda (BE) dudaron si permanecer sentados y no aplaudir las palabras del soberano. Poco faltó para que no devolvieses al monarca lo que su augusto padre, el rey Juan Carlos, en tiempos dijo a Hugo Chávez: “¿Por qué no te callas?”

En un comunicado, el irreverente grupo parlamentario declaró: “El BE valora a importancia de las relaciones entre el Estado portugués y el Estado español. Pero mantiene la posición de siempre, republicana, y no da carta de naturaleza a las relaciones de poder con base en relaciones de sangre y no en actos democráticos”. Aunque bien que ‘valora’... pero, si lo hace de forma tal malcriada, ¿qué haría si ni valorase?

Los diputados del BE son peritos en decir una cosa y... hacer otra. Si valorasen, como dicen, las buenas relaciones con España, en vez de protagonizar el triste número de circo que brindaron a la palestra internacional, deberían tener una actitud de Estado, digna de quien valora, de hecho, las relaciones entre dos países ibéricos. El PCP, que no es menos progresista ni menos republicano, supo recibir con dignidad y sentido de Estado al rey del país vecino, sin inmiscuirse en cuestiones que son de fuero interno de esa nación. Por tanto, no es una cuestión de coherencia ideológica, sino de falta de madurez política y de responsabilidad institucional.

¿Es que el BE, si por casualidad entiende preferible un jefe de Estado femenino se niega a cumplimentar a un presidente masculino!? Debería hacerlo para, según su desarrapada disculpa, no ‘dar carta de naturaleza’ un poder machista...

El BE tiene todo el derecho de ser republicano, como es de muy buena gente, además católica. Pero eso no lo autoriza a hacer un juicio de valor paternalista sobre el régimen del Estado vecino. No tiene sentido poner en duda la legitimidad democrática de la monarquía española, que no sólo fue el motor de la democratización de ese país, sino que también fue legitimada por el pueblo cuando, por abrumadora mayoría, aprobó su actual constitución. La vigente ley fundamental restauró la democracia y la forma monárquica del Estado,  en la persona del entonces rey Juan Carlos y de su descendencia, precisamente el ahora rey Felipe VI, su hijo y sucesor en el trono.

La justificación del BE también habla rotundamente cuando afirma no reconocer “relaciones de poder con base a relaciones de sangre”. Sucede que ese principio tan solemnemente proclamado es, jurídicamente, un supino disparate, porque también el BE admite relaciones de poder, aunque no estatal, que tienen por base relaciones de sangre, como son, por ejemplo, los poderes parentales: paternal y maternal. Con certeza que el BE no ignora, ni considera legítimo, el poder de los padres en relación a los hijos menores, aún siendo, como ciertamente no son, poderes democráticos.

Un rey constitucional, como es el español, no es, ni tiene, ningún poder: reina, pero no gobierna. No tiene facultades ejecutivas, legislativas o judiciales: es un órgano moderador y de representación de la unidad nacional. Ni siquiera es de sangre porque, como toda la gente sabe, la “sangre” del actual rey de España es griega por la madre –que es, a su vez, de ascendencia danesa y germana- y Borbón por el padre, o sea,  francés... Además, los diputados del BE no tienen ninguna autoridad moral para dar lecciones de democracia al rey de España: cuando los abuelos de los bloquistas probablemente aún no sabían lo que era la democracia, ya el abuelo de Felipe VI, el Conde de Barcelona, estaba exiliado en Portugal, precisamente por ser demócrata y no querer pactar con el régimen franquista.

Espero que a partir de ahora, además de coherencia, los diputados del BE también se levanten cuando suene el himno nacional, que no tiene más legitimidad democrática que la del rey de España y que, tal vez, hasta tenga menos que  “ O Pica do Sete”, de Antonio Zambujo,  mucho más portugués y pacífico que la versión lusa de la bélica marcha marsellesa. ¡Por tanto, señores diputados del BE, sean coherentes: cuando suene el himno, toda la cuadrilla sentadita, con boina en la cabeza, piernas cruzadas y, si es posible, fumando un puro, preferentemente cubano! Lo mismo se diga de la bandera republicana, que tampoco fue legitimada por el voto popular y que, por eso, no puede merecer el homenaje de los demócratas del BE.

La Iglesia católica siempre4 tuvo una actitud de respeto por las autoridades públicas, menos cuando, como aconteció durante los tres primeros siglos del cristianismo, el poder político perseguía sin piedad a los cristianos. Por eso, San Pedro, el primer papa, exhortó a los cristianos a rezar y honrar a los reyes y demás gobernantes (1Ped 2, 13-14). Si el presidente de la República o el primer ministro participan, oficialmente, en celebraciones religiosas católicas, la Iglesia les presta la honra debida a los cargos que ejercen, sin hacer acepción de personas, ni confundir lo que es del Cesar con lo que es de Dios. La Iglesia no adula al poder, pero tampoco ofende a los Jefes de Estado, ni insulta a los que ejercen funciones legislativas, judiciales o ejecutivas. Es una cuestión del más elemental civismo; una cuestión, al final, de buena educación.

Es una pena que la arrogancia e irresponsabilidad de un grupo parlamentario afecta tan negativamente, también a nivel internacional, al buen nombre de Portugal. Es lamentable que algunos diputados, por lo visto nada patriotas, pongan sus rabietas ideológicas al frente del interés nacional. Este modo rupturista de estar en política es la antítesis de la actitud de servicio al bien común que es, al final, el modo cristiano de ejercer, seria y responsablemente, el poder.



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