Pablo Garrido Sánchez
Los designios eternos de DIOS no son acertijos
esotéricos, sino proyectos personales dentro del Plan de Salvación. En el
vértice del gran proyecto de Salvación Universal está JESUCRISTO, e
inmediatamente la Virgen MARÍA. El papel de la VIRGEN es capital en la
preparación de la obra de la Redención, y su protagonismo no ha terminado, por
lo que es bueno traer a nuestra consideración su colaboración en la obra
salvadora, teniendo en cuenta el valor y contenido de los textos de la
Escritura.
El título de Precursor se lo damos a Juan el Bautista;
pero, ¿quién prepara al Precursor? El cuadro muestra una acción trinitaria:
Juan el Bautista es santificado en el seno de su madre a los seis meses de su
gestación, pues el ESPÍRITU SANTO lo llena de su divina presencia hasta el
punto de contagiar a su madre, Isabel, que se llena de júbilo; el dador de la
acción del ESPÍRITU SANTO es el propio JESÚS en el vientre de MARÍA con sólo
unas semanas de gestación; y la que prepara este encuentro de alteridad y
comunión es la propia Virgen MARÍA, que cumple el designio eterno del PADRE,
poniéndose en camino hacia Ain-Karim donde vivían Zacarías e Isabel (Cf Lc 1,
39-45 ).
El bautismo de JESÚS en el Jordán, con el que concluye
el periodo de la vida oculta de JESÚS y tiene lugar su manifestación pública,
está precedido por treinta años de vida familiar, en la que comprobamos un buen
número de notas pentecostales o de acciones propias del ESPÍRITU SANTO. Una vez
más es preciso señalar que la acción del ESPÍRITU SANTO no se produce al margen
de las personas mismas, por lo que
tenemos que fijar la atención en los dones, virtudes y carismas que
acompañan a la VIRGEN y san José, y así calibrar mejor el ambiente espiritual
que rodeó a JESÚS en los años de su infancia y juventud de forma especial.
Estos años sí que prepararon el camino al SEÑOR, porque pusieron a su
disposición los mejores elementos humanos para una educación y crecimiento
personal en los valores del ESPÍRITU. El VERBO eterno del PADRE necesitó del
hábitat conveniente en este mundo. A MARÍA se le llama la llena de Gracia
(Cf. Lc 1, 28); la mujer de Fe (Cf Lc 1, 38) o la madre de la Iglesia
(Cf Jn 20, 26; Hch 1, 12-14 ).El atributo dirigido por el Ángel a MARÍA como la
Llena de Gracia encierra una densidad espiritual suficiente como para
extraer características espirituales difíciles de catalogar, pero la realidad
excede con mucho a las palabras y el
misterio envuelve la propia condición humana de la VIRGEN . Esta presencia de
DIOS dada en plenitud a la VIRGEN no alteró las limitaciones humanas, y
observamos en este mismo evangelio de san Lucas como la VIRGEN y san José
sufrieron la ignorancia y el desconcierto cuando JESÚS decide marcar su
verdadera mayoría de edad moral, quedándose con los doctores en el Templo de
Jerusalén, sin decírselo a sus padres. Este hecho es preciso situarlo al lado
de la obediencia anotada por el evangelista, a reglón seguido, de JESÚS a sus
padres, (Cf. Lc 2, 51-52); y la sabiduría asentada en el corazón de la VIRGEN
en un proceso de dolor, expiación y ofrecimiento personal (Cf Lc 1, 35) El
ambiente familiar en el que crece JESÚS está formado por personas que saben lo
que es el riesgo de la existencia, las consecuencias de las conspiraciones de
los poderosos y las tomas de decisiones en las encrucijadas de la vida (Cf. Mt
2, 13-15) San José era “tecton”, que habitualmente traducimos por carpintero,
pero que abarcaba distintas actividades artesanales, y puede ser que entre
ellas estuviese la de un forjador en su fragua. Algo así realizó el ESPÍRITU
SANTO con MARÍA, san José y JESÚS en Nazaret. El fuego del ESPÍRITU no se
traduce las más de las veces en iluminaciones interiores, sino en la dura y
fatigosa forja de una personalidad espiritual
marcada por la Cruz.
Preparando el camino al SEÑOR, el evangelio de Juan
dispone la presencia de MARÍA al
comienzo y al final del ministerio evangelizador de JESÚS, y eleva el papel de
la VIRGEN a un nivel que sólo podemos vislumbrar tenuemente. El capítulo
dos del evangelio de san Juan narra el
acontecimiento festivo de las “Bodas de Caná” Para el tema que estamos tratando
sólo nos interesa extraer el momento en el que la VIRGEN parece que fuerza la
actuación pública de JESÚS, adelantando su Hora, en las propias palabras
de JESÚS. Nos surge inmediatamente la pregunta: ¿Quién es ESTA que posee tal
poder como para alterar los planes divinos? o ¿qué lugar de interlocución ocupa
MARÍA con respecto a los planes divinos?; su intervención, ¿mejora o empeora la
actuación evangelizadora de JESÚS? Los destinatarios de la acción salvadora de
JESÚS somos todos los hombres, ¿favorece o entorpece la intervención de MARÍA
la tarea de su HIJO hacia todos nosotros? En las bodas de Caná, a los novios se
les había acabado el vino; y a la humanidad en muchos momentos de la historia
se nos ha agotado el vino, es decir, ¿cuántas veces, a lo largo de la historia,
la humanidad ha necesitado un incremento de fuerza interior para salir de la
tierra movediza que la engullía? Nos parece que por nuestras exclusivas fuerzas
salimos adelante, pero la cosa no es así. Pero volviendo a las bodas de Caná,
el evangelista señala que en virtud de la conversión del agua en vino JESÚS
manifestó su gloria y creció la adhesión (fe) de los discípulos hacia ÉL
(Jn 2, 11). Por segunda vez el evangelio de Juan recoge el título de MUJER dado
por JESÚS a su MADRE, que estaba a los pies de la Cruz. En la Cruz de JESÚS
todos somos engendrados para una humanidad nueva y en esa nueva humanidad MARÍA
interviene como Madre en el orden de la gracia (Concilio Vaticano II,
lumen Gentium, n. 61). Con otras palabras, asistimos en el momento del máximo
sacrificio de JESÚS en la cruz, al nacimiento de la Iglesia (Cf Jn 20, 26-27).
MARÍA una vez más precede la Venida del SEÑOR, prepara sus caminos.
MARÍA preparó el camino al SEÑOR en sus treinta años
de vida en Nazaret; preparó a los Doce como depositarios especiales de la Nueva
Alianza en Pentecostés, y sigue preparando a lo largo de la historia con sus
actuaciones especiales la Segunda Venida del SEÑOR.
Maria principio del cristianismo, muy cierto amigo Pablo.
ResponderEliminarJesucristo es la piedra angular y María la pared maestra!
ResponderEliminarQué hubiese pasado si María hubiera dicho que no!
Jesucristo es la piedra angular y María la pared maestra!
ResponderEliminarQué hubiese pasado si María hubiera dicho que no!