miércoles, 25 de septiembre de 2013

«La Iglesia es única y es en sí misma unidad, aunque esté esparcida por todo el mundo y haya muchas diversidades”.

De la AUDIENCIA GENERAL. S.S. PAPA FRANCISCO .Plaza de San Pedro Miércoles 25 de septiembre de 2013:



Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

En el «Credo» decimos «Creo en la Iglesia, una», pero si miramos a la Iglesia católica en el mundo descubrimos que abarca a cerca de tres mil diócesis repartidas en todos los continentes: ¡muchas lenguas, muchas culturas! ¿Cómo puede suceder esto?

1 . Una respuesta concisa la encontramos en el (Compendio del) Catecismo de la Iglesia Católica, que afirma: la Iglesia católica extendida en todo el mundo "tiene una sola fe, una sola vida sacramental, una sucesión apostólica única, una esperanza común, la misma caridad" (n. 161).

Es como en una familia: se puede estar muy lejos, esparcidos por todo el mundo, pero los profundos lazos que unen a todos los miembros de la familia permanecen intactos sea la que sea la distancia. Pienso, por ejemplo, en la experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro.

Preguntémonos todos: yo como católico, ¿siento esta unidad? Yo como católico, ¿vivo esta unidad de la Iglesia? ¿O no me importa, porque estoy encerrado en mi grupo pequeño y en mí mismo? ¿Soy de aquellos que "privatizan" la Iglesia para su propio grupo, su nación, sus amigos?

Cuando oigo que tantos cristianos en el mundo están sufriendo, ¿soy indiferente, o es como si sufriera uno de mi familia?

Déjenme preguntarles, pero no respondan en voz alta, sino solo en el corazón: ¿cuántos de ustedes están orando por los cristianos que son perseguidos?

2. Vayamos un poco más allá y preguntémonos: ¿hay heridas a esta unidad? ¿Podemos herir esta unidad? Lamentablemente, vemos que en el curso de la historia, incluso ahora, no siempre vivimos la unidad.
Hay que buscar, construir comunión, educar en la comunión, a superar malentendidos y divisiones, comenzando por la familia, desde las realidades eclesiales, también en el diálogo ecuménico.
Nuestro mundo necesita unidad, es un momento en el que todos necesitamos unidad, tenemos necesidad de reconciliación, de comunión, y la Iglesia es la Casa de la comunión.
San Pablo decía a los cristianos de Éfeso: "Los exhorto, pues, yo, prisionero por el Señor, a que vivan de una manera digna de la vocación con que han sido llamados, con toda humildad , mansedumbre y paciencia, soportándose unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz" (4, 1-3 ).

Y Pablo continuaba: un solo cuerpo, el de Cristo que recibimos en la Eucaristía; un solo Espíritu, el Espíritu Santo que anima y continuamente recrea la Iglesia; una sola esperanza, la vida eterna; una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios, Padre de todos (cf. vv. 4-6). Esta es la verdadera riqueza: lo que nos une, no lo que nos divide.

¿Soy motivo de división, de malestar? ¡Ustedes no saben el mal que le hace a la Iglesia, a las parroquias, a las comunidades, el chisme! ¡Hacen daño! Los chismes hacen daño. ¡Un cristiano antes de chismear tiene que morderse la lengua!

3. Finalmente, un último paso más en profundidad. Y, esta es una buena pregunta: ¿quién es el motor de esta unidad de la Iglesia? Lo es el Espíritu Santo que todos hemos recibido en el Bautismo y también en el sacramento de la Confirmación. Es el Espíritu Santo. Nuestra unidad no es principalmente el resultado de nuestro acuerdo, o de la democracia dentro de la Iglesia; Él que hace la unidad en la diversidad, porque el Espíritu Santo es armonía. Es una unidad armoniosa en medio de tanta diversidad de culturas, lenguas y pensamiento.

Por esta razón, es importante la oración, que es el alma de nuestro compromiso de hombres y mujeres de comunión, de unidad. La oración al Espíritu Santo, para que venga y realice la unidad en la Iglesia.




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