Por José Luís Nunes Martins
publicado em 7 Set 2013 - 05:00
publicado em 7 Set 2013 - 05:00
Nuestra inteligencia
puede no comprender que la complejidad que cree ver es solamente fruto de sus
propios límites.
¿Puede alguien tenerse
por bueno sin demostrarlo en la práctica, con su vida?
¿Puede alguien, sin fe
en Dios alguno, ser, en ningún momento, digno de elección para reclamar una
salvación?
Nos realizamos mediante
nuestras acciones, en sentido estricto del término: hacen realidad algo que
antes era mera hipótesis. Nuestra vida es una permanente y dinámica
construcción de nuestro ser, un viaje que nos lleva desde una casi nada, con
potencial, a algo bien concreto: un ser humano definido en plenitud,
absolutamente suya.
Los caminos que
escogemos marcan nuestra existencia, pero nuestras decisiones se fundamentan en
aquello que sostenemos, en aquello en que confiamos de verdad. Sin duda, la
fe siempre motiva para el bien… pero,
muchas veces, no conseguimos practicar el bien en que creemos porque elegimos
dar prioridad a otros deseos y apetitos aparentemente más agradables… por
razones tanto más mundanas.
No tiene sentido que la
fe sea el criterio cuando ella no se hace concreta.
Tal vez en la
existencia haya muchos caminos errados y sólo uno cierto: el del amor. El
egoísmo se reviste de innumerables formas. El amor, cuando es auténtico, es
simple, perfecto, único.
Cuando nos damos a
alguien, en una palabra o gesto, comenzamos a construir felicidad en esa
persona. Nos colocamos, de forma integral, allí. En sus manos. Y es cuanto más
nos damos, cuanto más nos perdemos por nuestro vecino que, paradójicamente, nos
hacemos más conscientes y valiosos, nos llenamos de una profunda alegría, tan
profunda que comparte hasta las lágrimas de sufrimientos más íntimos.
Fe es confianza. Vivir
teniendo por cierto lo que a penas es una promesa de posibilidad, siguiendo
adelante aunque sea sin comprender… aceptando cada cosa con una sonrisa,
profunda.
Unos creen que es en los
egoísmos donde encontrarán la felicidad y la paz, y luchan por eso… otros no…
estos, comprenden que es dándose como se alcanzan a sí mismos; que es amando
como encuentran el camino de la paz, aquel que permite que se sea feliz en
cualquier lugar.
Amar es abdicar de sí
mismo a favor de otro e implica duras y crudas consecuencias…durísimas. Pero es
el camino cierto… porque sólo ese da verdaderamente sentido. Por más irracional
que parezca. Nuestra inteligencia puede no comprender que la complejidad que
cree ver es únicamente fruto de sus propios límites… puede no estar a la altura
de abarcar y abrazar la simplicidad del todo.
Un hombre es la fe de
que fuera capaz. La dureza y el peso de la tristeza que se abate sobre aquel
que perdida la esperanza le invade el vacío de los sueños que dejó que se
volviesen imposibles, por los prejuicios del egoísmo que lo paralizó y le llevó
a la pérdida de sí mismo.
Solamente por las
acciones concretas podemos alcanza el cielo de la existencia, pero el camino
para llegar a ella pasa por muchos puntos donde somos llamados a dar pasos
adelante por encima de nada, por donde
no se ve claro… por donde no hay suelo firme.
Mas, el camino cierto
es aquel donde, en paz profunda, se es feliz en cualquier lugar…
No es fácil. Nada. Pero
valdrá la pena, cualquier pena, por más penosa que sea…los mayores dolores son
los que obligan a algunos hombres a superarse y hacer frente y seguir adelante…
de la generosidad nace la fuerza.
Los sufrimientos filtran
las voluntades y los méritos… y, claro, no todos se hacen dignos de ser felices.
Resulta difícil hacer un comentario de tan acertadas y bellas palabras, que no sea un elogio. Pero, como acabo de leer en el prefacio del reciente libro del autor “Filosoias” las mejores palabras para describir el pensamiento y el estilo de José Luís, me remito a ellas y las comparto al cien por cien, a la vez que le agradezco al P. Gonzalo Portocarrero esas mismas palabras que uno quisiera transmitirle al autor del libro y de cada crónica semanal, pero no está a la altura.
ResponderEliminarNosotros recibimos mucho con cada crónica, bien lo sabe el autor, lo más que le puedo decir hoy es, que mientras pueda, siga ofreciéndonos el fruto exquisito de sus reflexiones, y dentro de poco, otro libro, tan delicioso para espíritus inquietos, insatisfechos, y que tienen que sortear, cada día, espejismos, señuelos y tentaciones encadenadas.