Queridos hermanos y
hermanas,
Gracias a todos por
estar aquí, hoy. En sus rostros veo fatiga, pero también veo esperanza.
Siéntanse amados por el Señor, y también por tantas personas buenas, que con
sus oraciones y con sus obras, ayudan a aliviar los sufrimientos del prójimo.
Querría compartir con
ustedes justamente esta alegría de tener
a Jesús como Maestro, como modelo de vida. ¡Mirémoslo a Él! Esto nos da tanta
fuerza, tanto consuelo en nuestras fragilidades, en nuestras miserias y en
nuestras dificultades.
Él ha elegido el camino
de la humildad y del servicio. Es más, Él mismo en persona es este camino. No
fue indeciso, ni fue indiferente: hizo una elección y la llevó adelante hasta
el final.
Por ello la caridad no es
un simple asistencialismo para tranquilizar conciencias ! El amor es gratuito.
La caridad, el amor, es una elección de vida, un modo de ser y de vivir; es el
camino de la humildad y de la solidaridad.
Esta palabra,
“solidaridad”, en esta cultura del descarte corre el riesgo de ser suprimida del
diccionario. Porque es una palabra que da fastidio, porque te obliga a mirar al
otro y a darte con amor.
Nosotros ¡no!, nosotros
decimos: ¡éste es el camino! La humildad y la solidaridad ¿por qué? ¿La
inventamos nosotros los sacerdotes? ¡No! ¡Es de Jesús, Él la dijo!
Pero atención, ¡no es
una ideología! Es un modo de ser y de vivir que parte del amor del corazón de
Dios Padre.
Miremos a Jesús: Él es
nuestra alegría, pero también nuestra fuerza, nuestra certeza; es el camino
seguro: humildad, solidaridad, servicio. En la estatua de Nuestra Señora de
Bonaria Cristo aparece entre los brazos de María. Ella, como buena madre, nos
lo indica, nos dice que tengamos confianza en Él.
¡Sigamos teniendo fe en
Él; Él donará a su corazón esperanza y alegría! Quiero agradecerles a todos
ustedes que se dedican generosamente, aquí en Cagliari y en toda la Cerdeña, a
las obras de misericordia.
Conservar ante todo la
caridad entre ustedes. No podemos seguir a Jesús en el camino de la caridad si
no nos queremos, si no nos esforzamos en colaborar, en comprendernos
recíprocamente y en perdonarnos.
Seguir a Jesús en el
camino de la caridad, ir con Él a las periferias existenciales. “¡La caridad de
Jesús es una urgencia!”, escribía San Pablo (Cfr. 2 Co 5, 14) Para el buen
Pastor lo que está lejano, periférico, lo que está apartado y despreciado es
objeto de un cuidado mayor, y la Iglesia no puede menos que hacer suya esta
predilección y esta atención.
Siguiendo a Cristo en
el camino de la caridad, nosotros sembramos esperanza. Algunos miembros de la comunidad
cristiana son llamados a empeñarse en el campo de la política, que es una forma
alta de caridad, como decía Pablo VI. Pero como Iglesia todos tenemos una
responsabilidad fuerte que es aquella de sembrar la esperanza con obras de
solidaridad, buscando siempre de colaborar en el mejor modo con las
instituciones públicas, en el respeto de las respectivas competencias.
La Caritas es expresión
de la comunidad, y la fuerza de la comunidad cristiana es hacer crecer la
sociedad desde dentro, como la levadura. Pienso en sus iniciativas con los
detenidos en las cárceles, pienso en el voluntariado de muchas asociaciones, en
la solidaridad con las familias que sufren de más a causa de la falta de
trabajo. Les digo: ¡Coraje! ¡No se dejen robar la esperanza y vayan hacia
adelante! ¡Gracias, queridos amigos! Los bendigo a todos, junto con sus
familias.
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