domingo, 31 de enero de 2016

Tres funerales y una “Praga”



 ¿Es que la basílica de la Estrella se convirtió, por arte de magia del laicismo triunfante, en un espacio neutro y religioso, a disposición de los próceres de la República, sea cual fuere su filiación religiosa?

El título sugiere una comedia norteamericana, pero trasluce una realidad muy portuguesa. Algo funesta, por cierto, pero muy actual, a juzgar por ciertos acontecimientos recientes.

El primero en referir es el fallecimiento de Antonio Almeida Santos, el pasado 18 de Enero. El ilustre finado, como la prensa resaltó, no quiso tener exequias religiosas, en coherencia con su condición de masón afiliado al Gran Oriente Lusitano (Expresso, 22-1-2016, p. 16). Entre tanto, su cuerpo estuvo en la capilla ardiente en una capilla de la basílica de la Estrella, de donde partió para el cementerio, después de un breve paso por la Asamblea de la República y por la sede del Partido Socialista, donde fue homenajeado por sus compañeros del parlamento y por sus correligionarios socialistas, respectivamente. Pero, la cuestión es: ¿la basílica d la Estrella no es una iglesia católica? ¿¡Cómo puede no ser religioso un funeral precedido por un velatorio en uno de los templos más importantes de la capital que, por cierto, es incluso el primero del mundo dedicado al Sagrado Corazón de Jesús!? ¿¡Es que la iglesia s convirtió, por arte de magia del laicismo triunfante, en un espacio neutro y arreligioso, a disposición de los próceres de la República, cualquiera que sea su filiación religiosa1?

Viene a cuento referir, aunque sea de pasada, la controversia suscitada, hace ya más de una década, por el funeral del entonces presidente del tribunal Constitucional, que tampoco tuvo exequias cristianas, dada también su condición  masónica. Tratándose de una figura eminente de la jerarquía del Estado, a quien convenía prestar las debidas honras en un local digno, se optó por depositar sus restos morales en una de las capillas funerarias de la basílica de la Estrella, donde tuvo lugar una ceremonia fúnebre masónica. Ante tal desafuero, el entonces Patriarca de Lisboa salió al terreno, con una nota pastoral “La Pascua de la Eucaristía”, de enero de 2005, recordando lo que es por todos los fieles bien sabido: “¿la fe católica y la visión del mundo que ella inspira son compatibles con la masonería y su visión de Dios, con el fundamento de verdad y moralidad y sentido de la historia que conlleva? La respuesta es negativa. Un católico, consciente de su fe y que celebra la Eucaristía  no puede ser masón. Y si estuviere convencido, no puede celebrar la Eucaristía. Y la incompatibilidad reside en las visiones irreconciliables del sentido del hombre y de la historia”.

Nótese que, más que una cuestión confesional, se trata de una cuestión elemental de coherencia y de respeto por la libertad de las conciencias. No tiene sentido que individualidades como el referido presidente del tribunal Constitucional, o el doctor Almeida Santos, a la vista de sus convicciones y voluntad expresa, san velados en un templo cristiano, como tampoco sería que lo fuesen, por absurda hipótesis, en una mezquita o en una sinagoga. Ni siquiera el argumento de la dignidad del espacio sagrado mencionado parece pertinente porque, a ese efecto, se podía utilizar el no menos solemne panteón nacional de Santa Engracia que, no obstante la denominación, no es un templo cristiano, ni está abierto al culto católico ni al de  ninguna otra religión. En último análisis, los diputados fallecidos, así como los jueces de los tribunales superiores, podrían también recibir honras fúnebres en las instalaciones públicas, sin desprestigio de las instituciones que sirven, ni falta de respeto de espacios religiosos, abusivamente usados para finalidades de todo ajenas a su naturaleza profesional.


Hay también una razón de prudencia que aconseja proceder así. En una reciente participación  de la misa del trigésimo día a celebrar por el alma de un ser querido, en la basílica de la Estrella, el enlutado pariente “agradece a todos los que lo confortan y” –¡pásmese!- “ruega una sincera plegaria, imbuida del más profundo sentido cristiano (sic!), a los que no se supieran comportar a la altura de las circunstancias. Y aún fueron algunos” (Público, 14-1-2016, p. 33)! Pues sí: un no creyente, velado en una iglesia católica, no sólo corre serio peligro de revolverse en la caja, por  ser llevado muerto a donde, en vida, nunca puso los pies, como tampoco se libra de que  sea rogada “una sincera plegaria, imbuida del más profundo sentido cristiano”, por un piadoso “católico” pero resabiado.

sábado, 30 de enero de 2016

Desiertos dentro de palacios


José Luís Nunes Martins
30 de janeiro de 2016   https://www.facebook.com/jlmartins?fref=nf

                                             Ilustração de Carlos Ribeiro

Hay personas que brillan mucho, pero no iluminan nada… son solo estrellas (de)cadentes.

Hay quine cree que la apariencia es esencial. Tanta preocupación tiene por su exterior, que descuidan el interior. El tiempo va soplando y descubriéndolo todo, revelando lo que hay por detrás de los disfraces con que tanta gente finge ser lo que no es… muchos desiertos se esconden tras imponentes fachadas.

La apariencia es siempre vacía. Pero mientras algunos intentan parecer y aparecer olvidando su interior, otros optan por mantener la trasparencia, no permitiendo que se cree un muro que esconde el corazón… una apariencia trasparente protege el interior y nunca se superpone a él.

El que cree que su valor reside en lo que los otros ven, condena el castillo de su interior a la tristeza de la degradación, sin luz ni aire ni vida… sin un resto de amor. Son una enorme ruina egoísta que se destruye  sí misma de forma lenta.

Es importante abrir puertas y ventanas, invitar a los otros, el viento y el sol a que dancen en los salones y descansen en los cuartos de los palacios que tenemos dentro…

Es cierto que cada uno de nosotros debe cuidar su apariencia a fin de que, al darse al otro, le entregue algo tan valioso cuanto sea posible. Pero tratar de lo esencial es diferente de pasar todo el tiempo de espalda a lo accesorio. ¡Si es verdad que en el exterior puede haber algo de valor, también lo es que dentro de nosotros hay muchas cosas sin ningún interés!

Es mejor ser un espacio limpio donde haya paz y pueda brillar la luz que ser un montón de baratijas sucias y sin ningún valor. Lo que importa es ser, no tener.

No somos lo que tenemos, somos lo que amamos.

viernes, 29 de enero de 2016

Devbhumi


JOSÉ MIGUEL PINTO DOS SANTOS 

22/09/2015 - 05:52

¿Qué es más importante en una revolución? ¿La alteración de la estructura de propiedad o el cambio de mentalidad?

La miseria existe bajo diferentes formas. Está la miseria material. La intelectual. Puede existir miseria en las relaciones sociales. Y, aunque muchos lo nieguen, hay también miseria moral. ¿Cuál es la más miserable?

Uttarakhand, un estado del norte de la India, en el Himalaya, es conocido también como Devbhumi, literalmente, el País de los Dioses. El paisaje montañoso y boscoso es magnífico, el urbano es deprimentemente pobre y sucio. El grueso de la población está constituido por las castas bajas, “los vencidos” en la designación usada, hasta hace bien poco, en la lengua local. Sin tierra ni capital, y por encima de todo analfabetos, vivieron durante siglos  bajo la dependencia de los brahmanes, la casta de los propietarios, adinerados e intelectuales. Sus reyes y caciques eran más que los representantes de los dioses, eran alter-egos de los propios dioses, en una décima parte de su naturaleza divina, la restante, humanos.

Curiosamente para una economía agraria, y aún más con una diferencia tan marcada entre las que tienen todo y los que n tienen nada, en el País de los Dioses no había asalariados: una costumbre peculiar no permite a un hombre recibir de otro salario a cambio de trabajo. Mientras era permitido que se trabajase para otro si fuese para saldar una deuda. Así, para subsistir, los vecinos tenían que contraer un préstamo, aunque fuera simbólico. Después trabajaban como campesinos y cocineros, picapedreros y carpinteros para sus acreedores, recibiendo, en dinero, más abrigo y alimentos para sí y para sus familias por el periodo que llevaba saldar la deuda: una vida.

Lo curioso de esta estructura social era que los pobres no precisaban de dinero para vivir: les bastaba tener una deuda para contratar trabajo y comida. Sólo necesitaban  dinero en una situación: para casar una hija. La costumbre inmemorial de la dote imponía que los vencidos, siempre sin dinero, tuviesen que pedir prestado a un brahmán la cuantía necesaria, que nunca era simbólica. 

En estos casos les era exigido embargo. A falta de mejor alternativa, era empeñada la misma novia: se esperaba que al día siguiente a su casamiento se presentase en la residencia del acreedor. Ahí le servía de concubina hasta que él se hartase; después era enviada a los campamentos de madereros como prostituta hasta que la obligación familiar fuese saldada. Entonces recuperaba su “libertad” y regresaba con su marido para comenzar la vida familiar, trabajando ambos para otro bajo un contrato crediticio.

¿Qué llama más la atención en esta sociedad? ¿Las relaciones laborales? ¿La sistematización de la inmoralidad sexual? ¿La condición femenina? ¿La institución familiar, con el binomio dote-prostitución para pagar la dote? ¿La injusticia social o la pobreza material? Curiosamente, sociólogos y antropólogos que han estudiado la sociedad del País de los Dioses constataban que no se notaba entre la población ningún sentimiento de injusticia y, a parte del esporádico panfleto maoísta fijado en un árbol, no se vislumbraba ningún movimiento de revuelta entre los vencidos contra las relaciones sociales instituidas. Relativistas culturales, sus conclusiones se resumen en un “si les gusta, ¿Quiénes somos nosotros para juzgar?”

Indira Gandhi (1917-1984), en cambio,  no era una relativista cultural: era una moralista que creía que esta estructura social era injusta e indigna de seres humanos. En 1975, como primera ministra, y durante el periodo de estado de emergencia, llevó a cabo un conjunto de reformas económicas que, se decía, serían de gran alcance: reforma agraria, dando título de propiedad de pequeñas parcelas de tierra a todas las familias, distribución de ganado entre los más pobres, y acceso a crédito bonificado  a los más desfavorecidos. Con el cambio de la estructura de propiedad y liberación de los pobres del dominio de los usureros locales, Gandhi esperaba eliminar la abyecta sumisión secular de las castas más bajas.

También en el País de los Dioses estas reformas se llevaron a cabo: los vencidos recibirían tierras y ganados y fueron informados de que los créditos obtenidos en algunos de los bancos en las principales ciudades serían bonificados. ¿Una revolución? Sin duda. ¿Pero qué  es lo más importante en una revolución? ¿El cambio de la estructura de propiedad o el cambio de mentalidad? La contrarrevolución no se hizo esperar. ¿Quién eran los reaccionarios? Los pocos, pero inexorablemente, los nuevos propietarios se enajenaron, voluntariamente y sin necesidad aparente, tierras y ganados y volvieron al antiguo sistema  de deudor-acreedor. A principios de los ochenta un equipo de antropólogos franceses que estudió el efecto de las reformas en el País de los Dioses concluía: La reversión a la situación anterior permitía al grueso de las castas bajas reavivar una reacción social con significado cultural en sus vidas: en la India en general, y en Devbhumi en particular, la vida material es más una expresión de un modo de estar relacional que una fuente de autonomía individual. Voilà.

¿Cuál es la miseria más miserable?

Professor de Finanças, AESE



miércoles, 27 de enero de 2016

Hay leyes que irritan…


Hay leyes que irritan y desesperan, incluso pueden llevar a querer eliminar a quien es la primera causa del atropello judicial que se padece.

La llamada violencia de género, está muy mal llamada de este modo, pues establece una desigualdad entre los géneros que anteriormente no existía, ni ante la ley ni ante Dios, estaban unidos en la categoría superior de ‘ser humano’, y, si me dejan, me atrevo a decir que primero son igualmente hijos de Dios los dos, el cual no nos juzga según el sexo ni el género.

Está concebida en cambio, como una estratagema  para provocar más violencia,  socavando los cimientos que la ‘vieja’ sociedad tiene en la familia tradicional;  rompiendo con el ‘anticuado’ concepto de hombre para adaptarlo a una realidad nueva, adornada con adjetivos como progresista, ecológica. Pero no logra crear nada, porque no es real sino convencional, mera ideología.

Los resultados de dichas leyes son nefastos, pues la ´’violencia de género’ se ha vuelto cotidiana, cada día las noticias abren con un nuevo caso de ‘violencia doméstica o de género’, con casos cada vez más truculentos. También provoca un choque de mentalidades irreconciliable, no se puede dialogar con quien trata de  imponer su criterio a los demás, incluso utiliza la escuela para transmitir su ideología, dando por válidos conceptos no probados y que un  niño no pueda llegar a comprender ni valorar.

Nadie pone remedio a tanto despropósito, es más, cada día el ciudadano responsable y moderado se siente más desprotegido por la administración, por la justicia;  la desconfianza hacia los representantes políticos aumenta cada día. Una política ‘valiente’, en campaña electoral,  se atrevió a criticar, e incluso prometió ajustar el término a la falta, sin distinción de sexo, pero ante las críticas de las izquierdas y los progres, que ya están en todos los partidos políticos, no fue capaz de mantener su promesa.
Y así seguimos, igual, o sea, sin esperanza de cambio. Los cambios que nos prometen y el progreso que se nos quiere vender, es falso, como es falsa cada vez más la sociedad que estamos creando, unos activamente e interesadamente, y otros permitiendo que lo hagan, por comodidad e ignorancia.

Estamos demasiado entretenidos con las nuevas tecnologías, las cuales simplifican su manejo para que puedan ser manipuladas por todos, incluidos los más torpes o perezosos; con solo apretar un botón cualquiera  puede obtener varias opciones o servicios; esto puede llevar a muchos a creer que la vida es demasiado fácil, que cuanto menos piense, más tiempo tiene para ‘disfrutar’ de todos esos  productos que aparecen en las múltiples pantallas, en cualquier momento del día y de la noche.

Para muchos ya no existen espacio ni tiempo vacíos para llenarlos por sí mismo, disfrutando se su intimidad, con absoluta originalidad, discretamente, lejos de los focos y las cámaras, de la mirada ajena acechante y dispuesta a opinar de todo lo que ve, de lo que entiende y de lo que no sabe.

Algunos se han empeñado en dar nuevo nombre a la creación y a las relaciones humanas, como nuevos ‘adanes’, pero sin el visto bueno del Altísimo, más aún, en rebeldía total, prometiendo el cielo en la tierra. Dios nos quita los placeres, nos dicen, y que solo ellos nos los pueden devolver, si somos capaces de renunciar a nosotros mismos y asumimos sus postulados y creencias.

Empezaron en las escuelas, para que nos acostumbráramos desde niños a llamar al recreo por ejemplo con un nombre tan estúpido y pedante como ‘segmento lúdico’. No digamos las notas, a partir de ahora no hay un ‘niño tonto’ (dicho con el mayor  cariño y aprecio por las criaturas humanas): ‘progresa adecuadamente’, ‘adaptación curricular’, por mencionar algunos cambios, que en demasiados casos no  consiguen los objetivos programados, pero sí sirven para menospreciar a los que por naturaleza son más inteligentes y destacan del resto.
El fanatismo ideológico llegó hasta el extremo de imponer un ‘falso concepto de igualdad’… ¡¡¡ en aplicación del principio marxista del ‘odio de clases’ a las aulas donde se forman los niños de todos!!!..., para que de mayores  no sean ambiciosos, ni se les ocurra ser ricos, y en nada diferentes unos de otros… ¡¡¡Menudo uniforme!!! Este no es el austero ‘uniforme mao’, o el mono obrero, que igualan el aspecto exterior de los ciudadanos, es una mentalidad uniforme, sin criterio propio, sin libertad para ser bueno o malo, para pensar de una manera u otra…

La verdad es que la realidad es tozuda y cuesta admitir ciertas denominaciones nuevas de las cosas así como de las relaciones humanas y sociales. Aquí es donde más eufemismos y neologismos se han implantado, y a muchos su dominio les ha abierto las puertas de empleos y puestos de relevancia social, haciendo de altavoces, que a veces, incluso sin pretenderlo, contribuyen de una manera sutil y convincente a la difusión universal del falso progresismo-relativista, alcanzando a todos los niveles sociales y a todo el mundo.   
 

Por eso estamos ya tan cansados, tan hartos, no entendemos nada de nada, ni de política, ni de sociedad, ni de educación, no digamos ya de religión. En cambio, sólo se puede amar lo que se conoce y se conoce bien. ¡¡¡Cómo vamos a amarnos y respetarnos en una sociedad que ha consentido la demolición de sus cimientos históricos, culturales y religiosos!!!

domingo, 24 de enero de 2016

Los pobrecitos y los otros



El ejemplo de optimismo y esperanza de una mujer de armas, en una silla de ruedas. Un gigante, a pesar de sus 97 cms. De altura. Una mujer entera que ya partió más de 90 veces sus frágiles huesos.

Están los pobrecitos y los otros. Unos y otros tienen lesiones en el cuerpo, a veces profundas, incurables, mortales. Pero unos, los pobrecitos, viven de la conmiseración de los familiares y de los amigos, de la compasión pública. Se entregan a la desgracia y hacen de ella su filosofía de ida. Los otros, no.
Eta historia no es sobre los pobrecitos, sino sobre los otros, o sea, aquellos para quienes las maletas no son pretexto para una existencia de pedigüeño, ni para una compasión ociosidad. Los otros entienden que, a pesar de sus limitaciones, hay que entablar combate todos los días. No viven de las limosnas que podrían mendigar, porque ganan la vida con su trabajo. Y es de creer que, un día, también ganarán el cielo.

Mafalda Ribeiro no es una pobrecita. Es de los otros. Es una mujer de armas, aunque sentada en una silla de ruedas. Una gigante, a pesar de sus my escasos 97cms. De altura. Una mujer entera, de un sola pieza, pero que, por causa de la osteogénesis que padece desde que nació, ya ha roto más de noventa veces sus frágiles huesos. Sufre dolores permanentes, pero irradia optimismo y esperanza. Decididamente, no es una cobarde, sino una luchadora que llegó, por mérito  propio, al podio de vencedores de la vida.

¿Cómo consiguió esta proeza? Gracias a su fe –“soy cristiana convencida y esa creencia hizo que, por ejemplo, nunca me consideré un accidente del cosmos”- pero también a su familia y a su educación: “fui muy amada y muy deseada, lo que me ayudó a aceptarme como soy. Transformé mis fragilidades en fuerzas”, dice en una entrevista a Visão, el último día del año de 205.

Su palabra preferida es “obrigada”: “yo me acuerdo de mañana, abro los ojos y la primera cosa que yo veo es esta silla (de ruedas) eléctrica. Y después pienso: agradecida por este nuevo día”. Ni siquiera la incómoda saberse dependiente de los familiares y amigos: “Mi actitud ante esto es de enorme gratitud. El hecho de tener tan buenas personas, genuinas, que me ayudan (…) es una bendición en mi vida”. Por eso también confiesa: “Nunca me dio vergüenza pedir ayuda, nunca vi eso como una humillación. No estoy a la espera de que los otros perciban que yo necesito ayuda y se ofrezcan”.

No obstante su condición física, Mafalda no tiene una actitud pasiva: entiende las limitaciones como un desafío que debe superar. En su vida no hay tiempo, ni ocio, para las lamentaciones: “Yo fui a la facultad, voy a la discoteca, a la piscina, a la playa, viajo, ando en moto, moto de agua, globo de aire caliente… nunca deje de hacer absolutamente nada. Estar dependiente de alguien no me aprisiona. Mis limitaciones no determinan mis límites”.

¿Y sus dolores constantes? Sorprendentemente, para Mafalda son sólo un detalle, “porque el dolor es algo que tu no controlas, pero el sufrimiento es opcional”… ¿Por qué? Porque Dios le dio, como reconoce, una “capacidad fantástica” de conseguir “olvidarse de todas las demás cosas”. Se explica mejor: “o sea, yo tengo siempre dolores y tengo que tomar antiinflamatorios todos los días”, pero “no me quedo en el dolor”. Continúo agradeciendo, hasta los dolores. No puedo cambiarlos, puedo decidir lo que voy a hacer con ellos. No pregunto por qué el dolor, pregunto para qué”.

Pero hay algo que Mafalda sufre con dificultad: la falsa compasión de los que, para aliviar su situación, querrían eliminarla. Duele que alguien, que encontró en el ascensor, dijese de ella: “más valía que Dios se la llevase”. Confiesa incluso, como desahogo, que “fue una de las cosas más difíciles” que escuché en toda mi vida. Detesta la crueldad, aún cuando se oculta bajo la apariencia de conmiseración. ¿¡No es el caso de numerosos ‘piadosos’ adeptos de la interrupción voluntaria del embarazo, por mal formación genética, o de los que, por ‘compasión’, defienden la eutanasia, para poner término a una existencia dolorosa!?

Mafalda Ribeiro es completamente contraria a la idea de que los discapacitados o son cobardes o son unos héroes”. No ignora los peligros de un exceso de confianza en uno mismo, ni quiere pasar por ser una ““Def maravilhosa”. Pero tiene fe en Dios, en los otros y en sí misma. Hay quien piensa que es una tragedia y horror cuando se habla de deficiencia, pero Mafalda desmitifica esa circunstancia: “antes de ser deficiente, o portadora de deficiencia, soy persona. Eso es sólo una condición –mía y de mucha gente en Portugal y en el mundo- pero no es lo que nos define”. Una fe confiada y alegre, que la lleva a aceptar la situación y, más aún, a darse a los otros, olvidándose de sí misma: “Cuando vives para los otro y percibes que tienes que servir un propósito que es mayor que tú, no hay palabras para describir esa alegría”.



sábado, 23 de enero de 2016

El amor es la muerte de la muerte



23 de janeiro de 2016    https://www.facebook.com/jlmartins?fref=nf


                                           Ilustração de Carlos Ribeiro

¿Qué hay después de la vida? Nada. La vida no tiene después.

La muerte es temporal. Hay un abandono del tiempo y del espacio… el amor permanece, pero tal vez más profundo que en cualquier otro momento. No tiene sentido que algo pueda separar el encuentro de dos almas.

Sólo el egoísmo puede matar de forma irreversible. Quien cree encontrar en sí mismo el por qué y el para qué de su vida, tomando a los otros  como meros instrumentos de su satisfacción, se abandona a sí mismo, rompiendo toda posibilidad de que su corazón cumpla aquello para lo que fue creado: amar. Quien no ama se pierde, para siempre. Se consume en un ansia tan devoradora que sólo encuentra fin en el vacío.

¿Qué sentido puede tener esta vida sin una verdad que sobrepase los límites del tiempo?¿Cómo puedo yo justificar mi existencia? ¿Soy una casualidad?¿Dónde estaría la consciencia que lee estas líneas si esa casualidad no hubiese acontecido?¿En la Nada? ¿Cómo puede alguien creer que toda la belleza y armonía del mundo son resultado sólo de una explosión caótica?

¿Hasta que la muerte nos separe? No. Hasta que la muerte nos lleve… hacia donde la plenitud del amor se cumple. Mientras en este mundo alguien ama a alguien no faltará sentido a la vida… ni a la muerte.

La sombra que la muerte lanza sobre la vida es señal de una luz perfecta que nos ilumina el camino, nos alienta y nos promete que no hay nada después del amor… porque el amor no tiene fin.

viernes, 22 de enero de 2016

¡Dios es gratis, pero la Iglesia no!



Una mentalidad demasiado burocrática, o tal vez mercantilista, en la solicitud de emolumentos por servicios pastorales prestados, aparta algunos fieles de la práctica sacramental y escandaliza a los creyentes.

El Papa Francisco, en la audiencia general del 16 de Diciembre pasado, hizo una afirmación rotunda y categórica: “La salvación no se paga” (Osservatore Romano, 17-24 de Dezembro de 2015, p. 1).

Francisco dixit, pero… ¿fue así exactamente? En realidad, Dios es gratis, pero la Iglesia no. Por eso, no obstante los muchos servicios gratuitos que la iglesia presta a sus fieles, también los hay remunerados. Por ejemplo, quien quiere mandar celebrar una Misa, en principio debe “pagar” la importancia respectiva y, aunque nunca se tase a confesión o la comunión, a veces se piden emolumentos por la administración del Bautismo o del Matrimonio, sobre todo cuando se pide su celebración fuera de la iglesia parroquial, principalmente en alguna capilla particular.

¿Tales retribuciones por los servicios eclesiales prestados no contradicen, en la práctica, la declaración del papa Francisco en cuanto a la gratuidad de la salvación? No necesariamente porque, según la doctrina y  la práctica de la Iglesia, esas contribuciones de los fieles son, o deben ser siempre, espontáneas y nunca prestarse a título de retribución de la gracia del  sacramento en cuestión, porque, en ningún caso, un bien de naturaleza espiritual puede ser comprado, vendido o pagado. Lo mismo las indulgencias, aunque concedidas con ocasión de una generosa contribución, nunca se compran o venden.

El código de Derecho Canónico es particularmente explícito en lo que respecta, por ejemplo, a los estipendios, o sea, la limosna que los fieles pueden dar cuando piden que se celebre la Eucaristía por una intención: “Evítese absolutamente cualquier apariencia de negocio o comercio con los estipendios de las Misas” (cân. 947). Así se confirma la licitud de esta “costumbre aprobada por la iglesia” (cân. 945, §1), aclarando reiteradamente su carácter voluntario, o sea, de “oferta” espontánea, a través de la cual los fieles contribuyen “al bien de la Iglesia” y para “sustentar a sus ministros y sus obras” (cân. 946). Por eso, “mucho se recomienda a los sacerdotes que, aunque sea sin recibir el estipendio, celebren misa por la intención de los fieles, particularmente  de los pobres” (cân. 945, §2) y se prohíba terminantemente que un padre que celebre varias misas en el mismo día, reciba más de una gratificación: sólo se puede quedar con el estipendio de una de las Eucaristías que ha celebrado; los restantes deben ser encaminados “para los fines prescritos por el Ordinario” (cân. 951, § 1). De este modo, se evita que algún padre celebre varias Misas, en el mismo día, por una razón meramente económica, aunque lo pueda hacer por una necesidad verdaderamente pastoral.

Un ámbito en el que el Papa Francisco quiere que se manifieste, también en términos económicos, la gratuidad de la salvación, es el de los procesos de nulidad matrimonial. En un reciente escrito sobre la reforma de los respectivos procesos, introducida por el motu proprio de 15 de agosto de 2015, el Obispo de Roma estableció: “La Rota Romana juzgue las causas según la gratuidad evangélica, o sea, con el patrocinio de ex oficio, con la excepción de la obligación moral para los fieles pudientes de ofrecer una oblación de justicia a favor de la causa de los pobres”. 

Si el tribunal de la Rota Romana debe apreciar las causas gratuitamente, es de esperar que también los tribunales eclesiásticos diocesanos opten por la misma actitud, sin embargo de las costas que puedan solicitar a los “fieles pudientes” que recurran a ellos, de manera que así se favorecen “las causas de los pobres”. El mismo criterio se debe aplicar también a todos los servicios eclesiásticos, principalmente los practicados por los  despachos parroquiales, que deberían tender a la gratuidad, sobre todo para los creyentes más necesitados.

Si la mujer del César no sólo debe ser honesta, sino también parecerlo, la Esposa de Cristo, que es la Iglesia, no puede ser solo pobre, sino que debe también dar ejemplo de desprendimiento en relación a los bienes terrenos. Una mentalidad excesivamente burocrática, por no decir mercantilista, en la solicitud de emolumentos, por reducidos que sean, no sólo apartan a algunos fieles de la práctica sacramental – hay quien no se casa, o no bautiza a un hijo, por falta de dinero- sino que , a veces, escandaliza a los no creyentes.

Es razonable que la Iglesia apele a la generosidad de los fieles para hacer frente a los gastos del culto y para garantizar el digno y sobrio sustento de sus ministros, pero no como quien exige un pago por los servicios prestados, que deben ser siempre administrados según la gratuidad del misterio de la redención. Como, en buena hora, el Papa Francisco recordó, “¡la salvación no se paga!". La salvación no se compra. La Puerta es Jesús y Jesús es gratuito!”

Sacerdote católico



sábado, 16 de enero de 2016

Los cuatro caminos del amor. Dos acertados y dos equivocados.



16 de janeiro de 2016   https://www.facebook.com/jlmartins/posts/10205377960716045?fref=nf


                                                Ilustração de Carlos Ribeiro

Es un tremendo error que se una o permanezca unido lo que debe estar separado. Del mismo modo, es un terrible error que se separe lo que debe permanecer unido.

Es un excelente camino el que une lo que debe estar ligado, tan bueno como la decisión de mantener separadas las partes que no forman entre sí una unidad.

El amor es sinceridad y caridad. No debo fingir ser lo que no soy, ni engañarme pensando que el otro es quien no es, sólo porque no quiero admitir que no somos compatibles. Hay caridad pura en decir no a un amor imposible…

La perfección no es la ausencia de error o un cúmulo de virtudes. Nuestra perfección nace de que somos incompletos… pero que nos podemos completar, haciendo de dos, uno… ¡un nosotros… perfecto! Completo.

No. El amor no sucede ni se desaparece por un desencanto cualquiera extraño a la voluntad. Se decide a partir de la honestidad de los que, a pesar de proceder de lugares distantes, resuelven unir sus cielos y elevarse hasta allí por el mismo camino.

Puede partir de algo divino, pero no existe sin el compromiso y los gestos concretos de los que deciden aceptar el don y multiplicarlo. Está al alcance de todos, pero solo pocos tienen el coraje, la paciencia y la firmeza de alma que los hace  dignos del mayor de los dones, el don de ser don en la vida del otro. Sin esperar nada a cambio, sino recibiendo siempre mucho más de lo que se merece… muchas  veces, cuando menos se merece…

Un compromiso de amor es siempre una decisión conjunta definitiva a la que no puede faltar ninguna de las partes. No unir lo que es separado es un excelente principio.
Más allá de los dolores y de los placeres del día a día, debe prevalecer lo que es más elevado… unido lo que debe estar unido y separado lo que debe estar separado.

miércoles, 13 de enero de 2016

Hay una solución (AA)


Así comenzó la reunión, exactamente con esas palabras. Voy a tratar de comunicar lo que se dijo, cómo se dijo y lo que se quiso decir en la reunión, a la que tuve el honor de ser invitado, una vez más, por el grupo “Humildad” de AA.

Tras la lectura ritual, muy apreciada y valorada entre sus miembros porque les da la “energía constante” que necesitan,  comenzó el rosario de intervenciones y testimonios. Digo un rosario, pues es como si en cada intervención se contemplara un episodio del calvario que vive un enfermo de alcoholismo. A cada intervención  le precede el saludo ritual, “Hola, F.”, para darse ánimo entre todos. Así se hace más palpable el silencio que sigue, para que el que habla lo haga sin la más leve interrupción, y para que todos puedan participar, acompañándolo en silencio, aceptando lo que tenga que escuchar. Así el paciente echa  fuera al enemigo que lleva dentro y que lo somete a sus caprichos. Al terminar las intervenciones, todos, cogidos de la mano, invocan la fuerza del Ser Supremo. Así salen fortalecidos y dispuestos a seguir disfrutando de su nueva vida, sin alcohol.

Comienza el primer testimonio y recojo la primera frase: “lo que más me impactó de AA fue la constante preocupación por el otro”. Cuando llega el momento en que me planteo qué es lo que tengo que hacer, cuando hago mi examen de conciencia, necesito el apoyo del grupo. Es terrible cuando piensas que “no hay arreglo”, o eres consciente del daño que te haces a ti mismo; pero mucho más, cuando piensas en el daño que causas a los otros.

Entonces es cuando das el paso, para no caer en la desesperación y la locura. Entonces piensas que tiene que haber una solución para poder soportar la existencia.

Cuando has dado el paso y te has acercado a AA, cuando escuchas los testimonios ajenos, todo lo que han pasado otros, y lo exponen en público con tranquilidad, con total seguridad, es cuando te sientes acogido y en buenas manos. A él le resulta admirable sentirse escuchado, diga lo que diga, y aunque estuviera equivocado… Ya se dará cuenta.

En AA se respira confianza, se empieza a ver la solución, porque hay muchos que han pasado por lo mismo y ahora ellos te ayudan desinteresadamente.
Otro testimonio, con veinticinco años en el alcoholismo, dice que pasó por la puerta un día…y aún sigue recuperándose. Vivía, dice, ‘una vida ingobernable’, hasta ser expulsado de casa por su esposa. Se refugia en casa de su madre. Aunque no quería, bebía; se esforzaba inútilmente prometiéndole a su hija pequeña que no bebería más, porque volvía a caer…

Entonces se dio cuenta de que necesitaba ayuda. Y se la facilitó su propia suegra: “cuando no bebes, eres una gran persona”. Al día siguiente decidió ir al médico, y por ahí llegó a AA. También se encuentra con un antiguo compañero de bebida, y como ya había dejado la bebida lo encuentra muy diferente, con muy buen aspecto.

Pero, leía folletos de AA y le parecía que allí sólo se hablaba de Dios, le parecían unos “capillitas”. Fue a Cádiz y allí empezó a sumir su enfermedad, comenzó a hacer cosas, a escribir los textos de AA uno tras otro… Así fue adquiriendo fuerza de voluntad; crecía mientras se olvidaba del alcohol.

Bebía para superar la timidez, y alguien le dijo que no tuviera miedo, que eso pasaría. Sigue practicando y queriendo saber más de AA.

Insiste con otra advertencia, aunque al principio todo esto te sirve, uno se va acostumbrando, y entonces puedes fallar. De todos modos empezó a cambiar su propia vida, con su familia y con los compañeros. Ahora su vida es AA más el trabajo más su casa. Ir cumpliendo los doce pasos me daban una vida diferente.
Cuando te aceptas a ti mismo, empiezas a poder aportar soluciones, dijo otro.

Por desesperación, llegas a AA por desesperación, afirmaba  un testimonio más. Yo creía que era un vicioso, aquí me hicieron ver que tenía  una enfermedad.
Si sigo los doce pasos, voy comprendiendo que la solución está en mis manos. Cuesta trabajo. Le abrumaba el sentimiento de culpabilidad, el desprecio de los demás, de su propia familia… Sus propios desprecios hacia los demás: ‘siempre la misma comida…” aunque no fuera así; o dando plantón cuando lo esperaban para una reunión o celebración… ‘Siempre pensaba en el bar,  porque me daba vergüenza, y me iba al bar’.

Cuando decidió venir a AA nadie  lo creía. Pero él  entonces pensó que tenía que haber  una solución, y se decide: ‘tengo que cambiar. Tengo que ser sincero conmigo mismo. Me tengo que dar la vuelta entera”. Lleva practicando ya para ocho años; ‘voy escogiendo lo mejor’, dice.

Yo sólo siento gratitud, cuando hablo  con otro alcohólico, dice otro testimonio.  Aprendo aquí el gran cambio que busco, con esta tranquilidad que me da la pertenencia al grupo. Duermo cada día más tranquilo.

Antes estaba aislado, salía corriendo… a beber. Eso ha quedado atrás.
Hubo aún un testimonio femenino, los anteriores eran de hombres. En la mujer hay que elevar todavía un poco más la desgracia que supone el alcoholismo, tanto por el desprecio que inspira: “¡borracha!”, como por su propia condición de mujer, de madre…

Ella le pedía a Dios ayuda. La mujer, dicen, coge antes la enfermedad. Ella la vivió como un proceso galopante. Primero bebía en solitario, se hizo más introvertida. Se asomaba al balcón y envidiaba a los que pasaban por la calle con aspecto normal. Siente remordimientos, le causa dolor tener que ir a recoger al niño cada vez más lejos del colegio, para que no la vean. Tener que hacer un esfuerzo enorme para que no se lo noten. ‘Creo que es lo más duro que he vivido y tendré que vivir’. Beber durante el embarazo… hacer esperar al niño. ‘Yo había caído en algo que jamás había pensado me podía suceder a mí’. Por eso le pedía a Dios con insistencia, hasta que un día puso la radio y escuchó el testimonio de una mujer alcohólica. Inmediatamente pensó que era un mensaje para ella. Admitió su derrota, llamó a AA, y a las dos horas recibió la visita de dos compañeros.

Destaca la sinceridad que reina en AA. Ella se identificaba con todos los síntomas de que hablaban. Vino porque no quería vivir. Toda la fuerza que necesita la encontró aquí. Se siente inmensamente contenta, porque aquí ha encontrado “la solución a una vida entera”, se siente integrada.

Parece que todos quieren hablar, todos quieren decir lo bien que se sienten, porque les desborda el agradecimiento. Uno más expresa con emoción que lo que le llena es sentirse escuchado. ‘Uno habla y los demás escuchan. Aprendo a vivir, a ser miembro de mi familia. Hoy tengo una familia que antes no tenía, porque la dejé para beber tranquilo. Los que antes se burlaban, ahora ya no se burlan. Siguen los mismos bares abiertos, pero yo ya no bebo’. Y pide por los que beben.

Mientras escuchaba y trataba de tomar nota de cuanto decían me asaltó una idea, con una claridad plástica porque la estaba viviendo: “La verdad os hará libres”. Y se lo dije, y les dije que eran un ejemplo fabuloso para esta sociedad, egoísta, y dependiente de mil y una drogas de todo tipo, porque ellos han decidido hacer frente a “su verdad”, a su enfermedad, y el mismo esfuerzo les brinda la recompensa,  una vida nueva. Sois un ejemplo admirable. Existís maravillosamente, porque es una maravilla contemplar a un ser humano reconciliado consigo y con los demás, capaces de dar lo mejor de sí.

 “Cuando no bebes eres un hombre estupendo”, esto se podría aplicar a otras  personas si fueran capaces de desengancharse de la tele basura, de los juegos, del móvil y otros artilugios que hipnotizan y enajenan, y le hace caer en el desinterés por el otro, la sociedad, y el bien común.

Y termino y perdonadme por extenderme. No es lo mismo creerse feliz, que serlo de verdad. Creer que se puede ser feliz sin esfuerzo, o siguiendo  algún atajo, que saber que  la felicidad se conquista, y a veces después de un gran, enorme, titánico esfuerzo. Mucho menos es lo mismo, creer que cualquiera se merece  ser feliz sólo por haber nacido, que ser feliz por haberlo merecido, por haber asumido el esfuerzo que requiere, sin exigencias.

Creer que se puede alcanzar la felicidad en solitario, es un espejismo, la felicidad es para todos y eterna, no tiene fin, sólo así se podrá ser verdaderamente feliz. Ahora solo puedo intuir qué es la felicidad, pues se muestra esquiva, aparece y desaparece; muchas veces viene sin darnos cuenta, sin esperarla, estamos felices y no sabemos bien por qué, no nos permite descubrir su secreto, por eso es una gran objetivo por el que vivir.


domingo, 10 de enero de 2016

El ministro de (mala) Educación en Baixa da Banheira



http://observador.pt/opiniao/ministro-da-ma-educacao-na-baixa-da-banheira/

La educación, o es integral o no es nada. Educar no es trasegar un conjunto de contenidos para la cabeza de unos cuantos individuos sino, sobre todo y principalmente, formar ciudadanos libres y responsables.

En el diario Público del pasado día 5 de enero se daba la noticia, una página entera, a la visita que, en la víspera, el ministro de Educación y el Secretario de Estado João Costa hicieron a la Escuela Secundaria de la Baixa da Banheira, con ocasión del inicio del segundo periodo lectivo. Para acompañar el texto, se puede ver en un fotografía, al fondo, a los gobernantes y comitiva junto a la puerta abierta de la sala donde, en primer plano, aparecen cuatro supuestos alumnos de aquella escuela.

No deja de ser curioso que la presencia de dos miembros del gobierno no haya despertado, al parecer, el mínimo interés en los referidos cuatro estudiantes, dos sentados de espaldas a los visitantes y otros dos, uno de pie y el otro sentado, vueltos hacia los compañeros y de lado hacia los gobernantes y sus acompañantes.

Con todo, lo que más llama la atención es el hecho de que tres de los cuatro alumnos mencionados estén con la cabeza cubierta, dentro del aula. Uno, ciertamente el más friolero, no se contenta con un simple gorro, se coloca la capucha del impermeable que, al taparle las orejas y la boca, muestra un total anonimato. Los otros dos llevan un sencillo gorro, que uno de ellos usa con la pala para atrás. Ahora bien, tener la cabeza cubierta, dentro de una sala, es objetivamente una falta de respeto, tanto en Braganza como en Faro, o en la Baixa da Banheira, salvo alguna muy discutible costumbre local que se me escapa.

Tal vez alguien piense que la cuestión de los gorros es relativamente secundaria, teniendo en cuenta los enormes desafíos a que deben hacer frente las escuelas en las zonas más sensibles, como es el caso. No pongo en duda las intenciones de aquellos adolescentes, ni el mérito de sus profesores y de su escuela, sino la educación, o es integral o no es nada. Educar no es trasvasar unos contenidos a las cabezas de unos cuantos individuos, esperando que después los sepan dar cuenta de ellos. Es, sobre todo y principalmente, formar ciudadanos libres y responsables, que mañana puedan contribuir con eficacia al bien común. Para ello, se necesita ciertamente algún bagaje cultural y técnico pero, más aún, aprender a convivir, lo que no se puede hacer sin una mínima educación. ¡De buena educación, se entiende!

Una escuela que no educa, porque no valora las cuestiones de comportamiento, es una escuela que, en realidad, apuesta por perjudicar a los más necesitados, porque no les ayuda a superar las deficiencias que traen de casa y que le impiden su plena integración social y laboral. Una escuela que transige en cuestiones de males menores está sembrando, a medio o largo plazo, males mayores.

Está probado, en la teoría por  James Q. Wilson y George Kelling, y en la práctica por la política del antiguo mayor de Nova Iorque, Rudolph Giuliani, y por el comisario de policía, William Bratton, que no se combate la gran criminalidad con la permisividad en relación al vandalismo urbano o a los pequeños delitos. Por el contrario, fue con una política de tolerancia cero con estos actos como, en Nova Iorque, se logró combatir y prevenir la delincuencia.

Si un joven estudiante no se toma el trabajo de descubrirse cuando, en su aula, entran dos miembros del gobierno, acompañados por representantes de la dirección de su escuela, no es probable que, más tarde, respete las leyes o las autoridades públicas o laborales. La impunidad en relación a estas actitudes favorece futuros comportamientos de riesgo, de desobediencia civil, de falta de respeto por la autoridad e, incluso, de violencia, también doméstica. Son actos que tienen, como siempre sucede, un efecto boomerang porque, quien no respeta a los otros, no se respeta a sí mismo ni es, por lo general, respetado.

Para romper ese círculo vicioso, es necesario que la escuela no dimita de su principal misión: educar y educar bien, o sea, impartir buena educación. Por eso, no es de menor importancia la cuestión del gorro. Un alumno que no aprende a comportarse correctamente, tendrá más dificultades en la realización personal, familiar y profesionalmente. Y, como desadaptado y marginal, corre serios peligros de pasar su vida… ¡quitando gorros!

Sacerdote católito


sábado, 9 de enero de 2016

El regreso es siempre otro camino



9 de janeiro de 2016     
https://www.facebook.com/jlmartins?fref=ts

                                              Ilustração de Carlos Ribeiro

A medida que vamos cayendo quedamos más cerca de los que son como nosotros. Son nuestras flaquezas las que nos ennoblecen si fuéramos capaces de reconocerlas y de luchar contra ellas… cualquiera que sea el resultado, nuestro corazón sale fortalecido y más bello siempre que nos abrimos al otro y regresamos con él a nuestro lado.

Nadie hace dos veces el mismo camino. Nadie cae dos veces de la misma forma…
Después de las caídas tenemos que elegir qué recuerdos queremos conservar. De aquellos en que caemos o de aquellos en que nos levantamos y nos hacen levantar. Buenos no son los que no caen, sino aquellos que se levantan siempre.

La sonrisa el gesto interior de quien se levanta a pesar de sus dolores. La alegría serena es la prueba de una vida que es entera con todas sus fragilidades

Es en las cosas pequeñas donde debemos ser grandes… así como en las mayores debemos ser humildes, nunca dejamos de ser… fuertes, elevados por una fuerza que experimentamos, pero no es nuestra.


Es importante que no nos creamos más que nadie. Por más trágicas que sean sus caídas. Cuando caemos, nos juntamos al polvo que nos recuerda de donde venimos… pero solo quien acepta el polvo que es, se puede elevar al punto de poder llegar al cielo. 

sábado, 2 de enero de 2016

El misterio del tiempo que no pasa



2 de janeiro de 2016    https://www.facebook.com/jlmartins?fref=nf

                                              Ilustração de Carlos Ribeiro

El presente no es solo el instante en que el futuro se hace pasado. Por más que nos apresuremos o retrasemos… nadie huye de su tiempo. De este. Al único en que nos es dado vivir. Lo más importante en la vida no es lo que producimos, sino lo que somos. Nuestra presencia será, de todas, nuestra obra más valiosa…

Puedo sentarme sin tener que estar a la espera de nada… puedo quedarme conmigo y disfrutar. Dedicarme a viajar por los caminos en que los recuerdos se encuentran con los sueños… apreciando el hecho de estar aquí y ahora conmigo… y con quien está conmigo, aún o estando aquí.

Perseguimos objetivos sin gran valor y huimos de los miedos sin quererlos afrontar, manteniéndonos ocupados con cosas de poca importancia… hasta que un día la realidad nos atrapa, por un accidente cualquiera que nos obliga a parar y a convivir con la verdad de nosotros mismos. Aparecemos entonces delante de nosotros, tal como somos… y nos damos entonces cuenta de que pudiéramos ser mejores. Mucho mejores.

No puede haber más alegría en esperar por los buenos momentos que en vivirlos.

Estar presente es estar con otro como un don, de tal forma que, aunque él se aparte, por mucho que sea, no se acabará nuestra ligazón.


A los que son vida de mi vida puedo decir: cuando te pierdas, no me busques, estate tranquilo… yo he de encontrarte.