miércoles, 13 de enero de 2016

Hay una solución (AA)


Así comenzó la reunión, exactamente con esas palabras. Voy a tratar de comunicar lo que se dijo, cómo se dijo y lo que se quiso decir en la reunión, a la que tuve el honor de ser invitado, una vez más, por el grupo “Humildad” de AA.

Tras la lectura ritual, muy apreciada y valorada entre sus miembros porque les da la “energía constante” que necesitan,  comenzó el rosario de intervenciones y testimonios. Digo un rosario, pues es como si en cada intervención se contemplara un episodio del calvario que vive un enfermo de alcoholismo. A cada intervención  le precede el saludo ritual, “Hola, F.”, para darse ánimo entre todos. Así se hace más palpable el silencio que sigue, para que el que habla lo haga sin la más leve interrupción, y para que todos puedan participar, acompañándolo en silencio, aceptando lo que tenga que escuchar. Así el paciente echa  fuera al enemigo que lleva dentro y que lo somete a sus caprichos. Al terminar las intervenciones, todos, cogidos de la mano, invocan la fuerza del Ser Supremo. Así salen fortalecidos y dispuestos a seguir disfrutando de su nueva vida, sin alcohol.

Comienza el primer testimonio y recojo la primera frase: “lo que más me impactó de AA fue la constante preocupación por el otro”. Cuando llega el momento en que me planteo qué es lo que tengo que hacer, cuando hago mi examen de conciencia, necesito el apoyo del grupo. Es terrible cuando piensas que “no hay arreglo”, o eres consciente del daño que te haces a ti mismo; pero mucho más, cuando piensas en el daño que causas a los otros.

Entonces es cuando das el paso, para no caer en la desesperación y la locura. Entonces piensas que tiene que haber una solución para poder soportar la existencia.

Cuando has dado el paso y te has acercado a AA, cuando escuchas los testimonios ajenos, todo lo que han pasado otros, y lo exponen en público con tranquilidad, con total seguridad, es cuando te sientes acogido y en buenas manos. A él le resulta admirable sentirse escuchado, diga lo que diga, y aunque estuviera equivocado… Ya se dará cuenta.

En AA se respira confianza, se empieza a ver la solución, porque hay muchos que han pasado por lo mismo y ahora ellos te ayudan desinteresadamente.
Otro testimonio, con veinticinco años en el alcoholismo, dice que pasó por la puerta un día…y aún sigue recuperándose. Vivía, dice, ‘una vida ingobernable’, hasta ser expulsado de casa por su esposa. Se refugia en casa de su madre. Aunque no quería, bebía; se esforzaba inútilmente prometiéndole a su hija pequeña que no bebería más, porque volvía a caer…

Entonces se dio cuenta de que necesitaba ayuda. Y se la facilitó su propia suegra: “cuando no bebes, eres una gran persona”. Al día siguiente decidió ir al médico, y por ahí llegó a AA. También se encuentra con un antiguo compañero de bebida, y como ya había dejado la bebida lo encuentra muy diferente, con muy buen aspecto.

Pero, leía folletos de AA y le parecía que allí sólo se hablaba de Dios, le parecían unos “capillitas”. Fue a Cádiz y allí empezó a sumir su enfermedad, comenzó a hacer cosas, a escribir los textos de AA uno tras otro… Así fue adquiriendo fuerza de voluntad; crecía mientras se olvidaba del alcohol.

Bebía para superar la timidez, y alguien le dijo que no tuviera miedo, que eso pasaría. Sigue practicando y queriendo saber más de AA.

Insiste con otra advertencia, aunque al principio todo esto te sirve, uno se va acostumbrando, y entonces puedes fallar. De todos modos empezó a cambiar su propia vida, con su familia y con los compañeros. Ahora su vida es AA más el trabajo más su casa. Ir cumpliendo los doce pasos me daban una vida diferente.
Cuando te aceptas a ti mismo, empiezas a poder aportar soluciones, dijo otro.

Por desesperación, llegas a AA por desesperación, afirmaba  un testimonio más. Yo creía que era un vicioso, aquí me hicieron ver que tenía  una enfermedad.
Si sigo los doce pasos, voy comprendiendo que la solución está en mis manos. Cuesta trabajo. Le abrumaba el sentimiento de culpabilidad, el desprecio de los demás, de su propia familia… Sus propios desprecios hacia los demás: ‘siempre la misma comida…” aunque no fuera así; o dando plantón cuando lo esperaban para una reunión o celebración… ‘Siempre pensaba en el bar,  porque me daba vergüenza, y me iba al bar’.

Cuando decidió venir a AA nadie  lo creía. Pero él  entonces pensó que tenía que haber  una solución, y se decide: ‘tengo que cambiar. Tengo que ser sincero conmigo mismo. Me tengo que dar la vuelta entera”. Lleva practicando ya para ocho años; ‘voy escogiendo lo mejor’, dice.

Yo sólo siento gratitud, cuando hablo  con otro alcohólico, dice otro testimonio.  Aprendo aquí el gran cambio que busco, con esta tranquilidad que me da la pertenencia al grupo. Duermo cada día más tranquilo.

Antes estaba aislado, salía corriendo… a beber. Eso ha quedado atrás.
Hubo aún un testimonio femenino, los anteriores eran de hombres. En la mujer hay que elevar todavía un poco más la desgracia que supone el alcoholismo, tanto por el desprecio que inspira: “¡borracha!”, como por su propia condición de mujer, de madre…

Ella le pedía a Dios ayuda. La mujer, dicen, coge antes la enfermedad. Ella la vivió como un proceso galopante. Primero bebía en solitario, se hizo más introvertida. Se asomaba al balcón y envidiaba a los que pasaban por la calle con aspecto normal. Siente remordimientos, le causa dolor tener que ir a recoger al niño cada vez más lejos del colegio, para que no la vean. Tener que hacer un esfuerzo enorme para que no se lo noten. ‘Creo que es lo más duro que he vivido y tendré que vivir’. Beber durante el embarazo… hacer esperar al niño. ‘Yo había caído en algo que jamás había pensado me podía suceder a mí’. Por eso le pedía a Dios con insistencia, hasta que un día puso la radio y escuchó el testimonio de una mujer alcohólica. Inmediatamente pensó que era un mensaje para ella. Admitió su derrota, llamó a AA, y a las dos horas recibió la visita de dos compañeros.

Destaca la sinceridad que reina en AA. Ella se identificaba con todos los síntomas de que hablaban. Vino porque no quería vivir. Toda la fuerza que necesita la encontró aquí. Se siente inmensamente contenta, porque aquí ha encontrado “la solución a una vida entera”, se siente integrada.

Parece que todos quieren hablar, todos quieren decir lo bien que se sienten, porque les desborda el agradecimiento. Uno más expresa con emoción que lo que le llena es sentirse escuchado. ‘Uno habla y los demás escuchan. Aprendo a vivir, a ser miembro de mi familia. Hoy tengo una familia que antes no tenía, porque la dejé para beber tranquilo. Los que antes se burlaban, ahora ya no se burlan. Siguen los mismos bares abiertos, pero yo ya no bebo’. Y pide por los que beben.

Mientras escuchaba y trataba de tomar nota de cuanto decían me asaltó una idea, con una claridad plástica porque la estaba viviendo: “La verdad os hará libres”. Y se lo dije, y les dije que eran un ejemplo fabuloso para esta sociedad, egoísta, y dependiente de mil y una drogas de todo tipo, porque ellos han decidido hacer frente a “su verdad”, a su enfermedad, y el mismo esfuerzo les brinda la recompensa,  una vida nueva. Sois un ejemplo admirable. Existís maravillosamente, porque es una maravilla contemplar a un ser humano reconciliado consigo y con los demás, capaces de dar lo mejor de sí.

 “Cuando no bebes eres un hombre estupendo”, esto se podría aplicar a otras  personas si fueran capaces de desengancharse de la tele basura, de los juegos, del móvil y otros artilugios que hipnotizan y enajenan, y le hace caer en el desinterés por el otro, la sociedad, y el bien común.

Y termino y perdonadme por extenderme. No es lo mismo creerse feliz, que serlo de verdad. Creer que se puede ser feliz sin esfuerzo, o siguiendo  algún atajo, que saber que  la felicidad se conquista, y a veces después de un gran, enorme, titánico esfuerzo. Mucho menos es lo mismo, creer que cualquiera se merece  ser feliz sólo por haber nacido, que ser feliz por haberlo merecido, por haber asumido el esfuerzo que requiere, sin exigencias.

Creer que se puede alcanzar la felicidad en solitario, es un espejismo, la felicidad es para todos y eterna, no tiene fin, sólo así se podrá ser verdaderamente feliz. Ahora solo puedo intuir qué es la felicidad, pues se muestra esquiva, aparece y desaparece; muchas veces viene sin darnos cuenta, sin esperarla, estamos felices y no sabemos bien por qué, no nos permite descubrir su secreto, por eso es una gran objetivo por el que vivir.


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