Hace ya unos días tuvo lugar
en esta oficina un encuentro entre dos personas de esos que desconfiamos que
sean mera casualidad. Una de ellas es, nuestro amigo A. que hace tiempo que
espera una plaza en un centro para volver a recuperar su dignidad, y no tener
que bajar la cabeza, avergonzado por su aspecto. La otra, M., es una persona que lleva poco tiempo en
nuestro albergue, pero es como si llevara mucho tiempo entre nosotros.
M. tiene una historia
tremenda a sus espaldas, hasta que encontró su otro yo, prodigioso, portentoso,
que, sin nada, es capaz de darse a sí mismo, porque no tiene otra cosa, y vive
con la cabeza alta, con dignidad. Ahora él es un ‘recuperador’ de dignidades
perdidas.
A. ha llegado en un momento bajo, pero ha
vuelto al calor del café, de la charla entre amigos, y se ha encontrado con M.,
que tiene una facilidad de palabra para expresar todo lo que le pasa a uno cuando vive ‘poseído’ por cualquier droga, que te
embelesa y te lleva a desear salir cuanto antes de ese círculo.
¿No es milagroso un encuentro? ¿No es evidente que cualquier
día puede ser Navidad o comienzo de año nuevo, siempre que se encuentran las
personas adecuadas, con necesidades complementarias, uno la de dar el bien que
ha recibido o conquistado, y la otra recibirlo con los brazos abiertos para
poder seguir caminando solo?
Fue una mañana de las que
hacen historia, historia de la buena, la que hace avanzar al bien frente al
mal, pasito a pasito, con humildad, sinceramente; la de quien antepone el bien
común al particular, la del que se planta ante el Gran Embaucador que lo ha
atrapado entre sus redes y lo obliga a consumir permanentemente el veneno que
lo mantiene sumiso, aletargado en el engaño de creer que sólo así es feliz, y
los demás son ‘tontos’, no saben lo que se pierden…
Y así, el consumo lo va
consumiendo, él se va muriendo hasta en su propia imaginación, sólo le queda el
consumo por el consumo, para sentirse
vivo, una supervivencia fatal, despreciable para él mismo hasta querer
desaparecer… consumir y desaparecer, consumir y desaparecer… pero esta contradicción
algún día estalla, voluntariamente o por agotamiento…
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