En estos tiempos, en que es común insultar a cuantos no militan en el
mismo partido, o no profesan la misma fe, es urgente recordar ejemplos de
respeto en la diversidad de las convicciones políticas y religiosas.
Hace ya días de ello. O, mejor
dicho, hace días y días. Algunos parecen condenados a datos prosaicos que no
hacen más que acontecer, con la inflexible cadencia del calendario y que, todos
los años, irremediablemente, se repiten. Otros días, por el contrario, parecen
señalados para grandes designios históricos, tal es la coincidencia de hechos
memorables en esas fechas. Así aconteció el día 13, que las apariciones
marianas de Cova de Iria rescataron del mal augurio la que, hasta entonces,
estaban condenada por la supersticiosa ignorancia de algunos. Otro tanto puede
decirse del día 11 de Marzo, fecha relevante en la historia reciente de Portugal,
no solo por los acontecimientos sucedidos en tal fecha del año 1975, sino
también por lo que, en ese día de 1959, ocurrió en nuestro país.
En el Portugal amordazado, Mario
Soares refiere el golpe del 11 de Marzo de 1959 como “la eclosión de un
movimiento militar y civil” que, “debido a las dudas de última hora(...) iría a
fracasar”. No obstante, tuvo una importancia relativa en la historia nacional,
principalmente por las consecuencias habidas en el ámbito judicial. Por eso,
dado el fracaso de la operación militar, fueron “apresados varios militares y
civiles, que serían juzgados, un año más tarde, en el Tribunal Militar de Santa
Clara”.
En esa malograda intentona
destacó sobre todo el capitán Carlos Vilhena, Que Mario Soares recuerda como
elemento muy activo de la candidatura del general Humberto Delgado y que, a
pesar de la edad avanzada sobresalía “por su contagioso idealismo y por la
indefectible firmeza del combatiente de la democracia”. Los restantes
conspiradores eran, en la autorizada opinión del autor de Portugal amenazado, “gente
nueva, en su mayoría nacida para la política con la candidatura Delgado, mucha de ella de procedencia católica”.
Según el mismo autor, el fallido golpe del 11 de marzo de 1959 fue, de hecho, “un
movimiento de clara inspiración católica, aunque con la participación importante
de elementos no católicos, demócratas de diferentes corrientes de oposición”.
“Como dije, uno de los aspectos que sobresalió
en la conspiración del ’11 de marzo’ –escribe Mario Soares- fue la
participación importante de ciertos católicos. La concentración de los ‘conspiradores’
civikes, antes de la salida del movimiento se hizo en la Sede Patriarcal de
Lisboa, de la que era párroco el padre [Joao Augusto] Perestrelo de Vasconcelos
[que después obtuvo la dispensa de sus votos y abandonó el ministerio
sacerdotal]. Alguna de las insignias exteriores, ciertas cintas distintivas
usadas y las propias palabras de contraseña –‘Manuel’, ‘María’, ‘Inàcio’-
serían ciertamente de inspiración católica...”
de respeito pelo presidente do
Tribunal – o coronel Rui da Cunha, que se houve no difícil lugar com uma
nobreza de atitudes e um desassombro dignos de todos os elogios”. “O coronel
Rui da Cunha era um oficial à antiga, enérgico, monárquico de feição
conservadora, mas com um sentido raríssimo da dignidade”. Sendo católico, para
além de monárquico e conservador, Rui Pereira da Cunha era, por assim dizer, a
antítese de Mário Soares, que sempre se identificou como laico, republicano e
socialista. Neste sentido, a sua homenagem à integridade do coronel Pereira da
Cunha é tanto mais significativa quanto ambos divergiam no que respeita às suas
crenças religiosas e opções políticas e ideológicas.
La depuración de responsabilidades
criminales de los implicados sería hecha en un “enjuiciamiento que quedaría,
sin exagerar, en la historia de los procesos políticos en Portugal”. Una de las
razones de la particular relevancia de este proceso se desprende de la
personalidad llamada a presidir el plenario, el coronel Rui Pereira da Cunha,
que mereció de Mario Soares palabras de gran consideración: “no debo terminar este
punto sin dejar consignada una palabra de respeto al presidente del Tribunal –el
coronel Rui da Cunha, que se vio en el difícil lugar con una nobleza de
actitudes y una audacia dignas de todos los elogios”. “El coronel Rui da Cunha
era un oficial a la antigua, enérgico, monárquico de orientación conservadora,
pero con un sentido rarísimo de la dignidad”. Siendo católico, además de
monárquico y conservador, Rui Pereira da Cunha era, por así decirlo, la
antítesis de Mario Soares, que siempre se identificó como laico, republicano y
socialista. En este sentido, en homenaje a la integridad del coronel Pereira da
Cunha es tanto más significativa por cuanto ambos divergían en lo que respecta
a sus creencias religiosas y opciones políticas e ideológicas.
Rui Pereira da Cunha era coronel
de artillería, con el curso del Estado mayor, y había sido poco antes, entre
1954 y 1956, comandante militar de Macau. Fue, en su juventud, un fervoroso
adepto de Sidònio Pais, el ‘Presidente Rey’, de quien también fue ayudante de
campo y secretario particular. Monárquico por convicción y tradición familiar,
Rui Pereira da Cunha fue aún diputado a la Asamblea Nacional, subdirector y
consultor de la Compañía de Mozambique y director de la Radio Clube Portugués.
Era también comendador de la orden de Aviz, medalla de oro de comportamiento
ejemplar y medalla de plata de servicios distintos. Nacido en Lisboa el 8 de
mayo de 1896, vendría fallecer súbitamente, al volante su coche, en el día de Navidad
de 1962.
En estos tiempos de crispación
política y social, en que es práctica común insultar en la prensa y en las
redes sociales a cuantos no militan en el mismo partido, o no profesan la misma
fe o ideología, es urgente recordar estos raros ejemplos de dignidad y respeto
en la diversidad de las convicciones políticas y religiosas. No obstante su
conservadurismo político, su fe católica y su condición monárquica, el coronel
Rui Pereira da Cunha supo merecer el inmenso respeto de los acusados presentes
nen el Tribunal militar que presidió, así como la admiración de sus abogados. A
su vez, el Dr. Mario Soares, a pesar de ser agnóstico, republicano y socialista,
tuvo a bien homenajear a quien no se identifica con sus opciones.
“Habituados a la tacañería temerosa de los
jueces togados del Plenario (...), ¡la experiencia de compañerismo cortés,
impregnado de un profundo sentido de humanidad, venido de un juez provisional,
de formación militar, como Rui da Cunha, no puede dejar de ser profundamente
reconfortante! Como en la historia célebre, podríamos haber gritado, después de
la sentencia del Tribunal de Santa Clara: ‘¡Aún hay jueces en Portugal!’ Aunque
sea bien cierto que una golondrina no hace, por sí sola primavera...”
http://observador.pt/opiniao/a-proposito-do-11-de-marco/
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