viernes, 31 de marzo de 2017

El adulador




“Que o vosso serviço seja sem a maquilhagem da adulação e da lisonja, pois tal como o frio na Primavera ou calor no Outono, favor recebido em troca de bajulação é o mais fugaz dos estados.”

“Que vuestro servicio sea sin el maquillaje de la adulación y de la lisonja, pues así como el frío en la primavera o el calor en el otoño, el favor recibido se cambia en adulación es el más fugaz de los estados”.

Querer agradar a los otros es una tendencia innata en toda persona sana. Y demos gracias a Dios que en su inmensa sabiduría nos hizo así, pues esta tendencia natural ameniza la vida social y engrasa la convivencia personal. Mientras tanto, como diría Aristóteles, hay desviaciones por defecto y desviaciones por exceso a esta tendencia saludable.

Por un lado están los arrogantes e irascibles que no piensan dos veces antes de insultar y amenazar a otra persona por quítame allá esas pajas. También están los orgullosos y distantes que no son capaces de sonreír ni de decir una palabra amable en ninguna situación.

Por otro lado están los que nunca son capaces de decir que no ni siquiera en asuntos críticos, por flaqueza, o simplemente por miedo a ofender. A estos se juntan los que no sólo nunca ofrecen una opinión diferente, por inteligencia mezclada con flaqueza y únicamente para no dañar su progreso personal o profesional, sino también, para potenciar este progreso, están siempre prontos a aprobar y elogiar lo que cualquiera que esté por encima de ellos haga o diga.

La existencia de personas con esta última patología en todo tipo de organizaciones está bien documentada. Para confirmarlo basta leer en Linkedin artículos como “los siete tipos de trabajadores”, o “Los ocho tipos de colegas”, o “los nueve tipos de jefe”, donde se incluyen siempre la categoría de adulador. Mientras tanto esta literatura es siempre descriptiva y nunca presenta una prescripción para la corrección de esta deformidad  del comportamiento.

Viene así a propósito transcribir una crónica sobre Sorori Shinzaemon 曽呂利新左衛門, que floreció en la segunda mitad del siglo dieciséis, y que además de bufón y tonto de la corte fue también consejero y confidente de Toyotomi Hideyoshi 豊臣秀吉 (1536—1598), el generalísimo que dominó la vida política en el Japón de esa época. Este documento antiguo reza así:

 “Cuando Hideyoshi reinaba sobre este nuestro Japón, tenía siempre consigo este contador de historias, por nombre Sorori Shinzaemon, que era su compañero inseparable, amigo íntimo y confidente de suprema confianza. Este Shinzaemon era envidiado por alguno de los secretarios y consejeros y otros cortesanos del generalísimo, que no eran más que aduladores, musculados en la lengua pero sin vigor cerebral. Un día en que Taiko [título honorífico adoptado por Hideyoshi y que es frecuentemente traducido como “regente”] le mostraba especial aprobación y reconocimiento a través de la oferta de un regalo de especial valor, uno de estos se aproximó y dice al confidente:

-Tienes, en verdad, la oreja de Taiko en tu manga, y lo que quiere que hagas o digas parece que lo satisface sin igual ni comparación ni semejanza. Por el contrario, su ira es reservada para nosotros y distribuida libremente y sin restricciones. Te pido que me digas: ¿Cuál es tu receta?

Respondió Shinzaemon:
– Coméis arroz  cada vuelta del Sol?

Respondió el adulador profesional:
– Ciertamente.

– ¿Cuál es- preguntó Shinzaemon- el sabor del arroz?

Replicó: o outro:
– No tiene sabor especial. Simplemente es bueno para llenar la barrigay quitar el hambre.
Preguntó entonces Shinzaemon:

– ¿Os gustan los bollos azucarados y los pasteles picantes?

La respuesta fue:
– Sí, ¿Y a quien no le gustan?

– Entonces por qué no coméis bollos y pasteles, siempre y todos los días, en vez de arroz que decís que no tiene gusto especial?

El interlocutor se quedó quieto y mudo hasta que se le ocurrió decir:
– A pesar de que los dulces y las especias tienen un sabor más agradable en el momento en que son saboreados, rápidamente empalagan, mientras que el arroz no cansa por más que lo comamos. 

Cuando Shinzaemon oyó esta respuesta se rió y exclamó:

– Habéis respondido vuestra propia pregunta. Como dice el proverbio, son dos las cosas que nunca se marchitan,  la noche de luna y el arroz bien cocido. Vosotros ofrecéis diariamente a nuestro señor bollos y pasteles de sabor refinado, pero pronto se vuelven desagradables a su paladar. Yo le ofrezco solamente el humilde arroz que, a pesar de no tener sabor especial, no le causa tedio. Si queréis saber mi receta es la siguiente:   que vuestro servicio sea revestido de sinceridad y sin maquillaje de adulación y lisonja, pues así como  el frío en la primavera o el calor en el otoño, favor recibido a cambio de adulación es el más fugaz de los estados”.

En Portugal el soberano es el pueblo. ¿Podrá el consejo de Shinzaemom  servir a algún magistrado, consejero o secretario al servicio de nuestro soberano?

http://observador.pt/opiniao/o-adulador/

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