P. GONÇALO PORTOCARRERO DE ALMADA
Consta un nuevo milagro atribuido
a la intercesión de los beatos Francisco y Jacinta Marto. La noticia no ha sido
confirmada aún oficialmente pero, si lo fuere, quedará abierto el camino para
la canonización de los más jóvenes pastorcitos de Fátima. Teniendo en cuenta
que su beatificación ocurrió en Fátima, el 13 de Mayo de 2000, cuando San Juan
Pablo II peregrinó por última vez al santuario de Cova de iria, no sería
imposible, aunque muy probable, que el Papa Francisco canonizase a ambos el
próximo día 13 de Mayo, con ocasión de la peregrinación a Fátima, en el
centenario de la primera aparición mariana.
El milagro alegado sólo podrá ser
reconocido como tal después del análisis por tres comisiones. A la científica toca
probar que el hecho extraordinario no es susceptible de explicación natural. La
comisión teológica tiene que reconocer que el eventual milagro se debe a la
intersección de los bienaventurados Francisco y Jacinta. Por último, el
Pleno de la Congregación para la causa
de los Santos deberá aprobar la canonización que, en última instancia, es
decidida por el Papa. En estas cuestiones, la Iglesia es particularmente
cautelosa y, por eso, no es de extrañar que sea largo el proceso a realizar
desde el rumor de un posible milagro hasta la beatificación, o canonización,
del siervo de Dios en causa.
Pero, aunque, por razón de la
necesaria complejidad y demora de este proceso, ya no sea posible que el Papa
Francisco los canonice con ocasión de la visita a Fátima, la verdad es que, de
confirmarse el posible milagro atribuido a los dos pastorcitos más jóvenes,
está ahora más próxima su tan deseada canonización.
Por más que se haya dicho en el
sentido de dar a conocer la vida santa de Francisco y Jacinta Marto, es una
pena que, precisamente entre los cristianos, no todos conozcan suficientemente
estos ejemplos tan impresionantes de santidad. De hecho, al leer las Memorias
de la Hermana Lucía –cuyo proceso de beatificación, concluida la fase
diocesana, progresa ahora en Roma- se queda muy impresionado con la heroica
virtud a que, en poco tiempo, llegaron aquellos dos hermanos.
Su mudanza y conversión es tanto
más significativa por cuanto es cierto que tales niños eran, antes de las
apariciones, muy normales, también en sus defectos infantiles. Jacinta tenía
los caprichos propios de las niñas de su edad y Francisco hacía las travesuras
comunes a los rapaces de su aldea: en una ocasión, por ejemplo, tiró piedras a
los niños de una población vecina, con otros muchachos de Aljustrel. Otra vez,
al ver en casa a otro hermano mayor que, al lado, dormitaba, solo no le metió
en la boca un bicharraco porque el padre, in extremis, le impidió consumar la fechoría... Tampoco eran
niños particularmente piadosos: a pesar de tener todo el día por su cuenta y aunque
los padres les recomendaran el rezo diario del rosario, no hacían eso, para
tener más tiempo para sus juegos infantiles, mientras pastoreaban los rebaños
familiares.
Si es verdad que, al inicio, de ‘santitos’
no tenían nada, cuando murieron eran ya de una probada virtud: impresiona ver
su rigurosa piedad, su mortificación heroica, su extraordinaria devoción
eucarística, sobre todo de Francisco, siempre deseosos de hacer compañía a ‘Jesús
escondido’ en el sagrario; su tierno amor por la Señora más brillante que el
sol que se les aparecía; sus ansias de reparación por los pecados de todos los hombres; su
filial oración por la Iglesia y por el Santo Padre; su empeño en sufragar las
almas del purgatorio; su generosidad en la oración y expiación por la
conversión de los pecadores, aterrorizados como quedaron con la visión del
infierno.
Aunque Fátima no estuviese
asociada a ningún fenómeno extraordinario, la santidad de los pastorcitos sería
‘milagro’ más que suficiente para atestiguar su autenticidad sobrenatural. Pero
es también una hazaña y, casi, una provocación: ¿si ellos, en tan poco tiempo,
progresaron tanto espiritualmente, por qué no aprendemos nosotros la
lección1?¿¡Por qué esta demora nuestra en seguirlos por los caminos de la
santidad, que ellos tan heroicamente recorren en tan poco tiempo!?
En buena hora la Conferencia
Episcopal quiso resaltar el centenario de las apariciones marianas de la Cueva
de Iria con una carta pastoral, “Fátima, señal de esperanza para nuestro tiempo”,
para leer y meditar. ¡Para los más jóvenes, que bueno sería darles a conocer
las vidas heroicas de los bienaventurados Jacinta y Francisco Marto! ¿Si Nuestra Señora
confió tanto en aquellos tres niños, que escogió para sus interlocuciones y
mensajes, por qué no hacer otro tanto con los jóvenes de nuestras familias,
catequesis y escuelas?
http://www.vozdaverdade.org/site/index.php?id=6189&cont_=ver3
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