Habrá quien diga que “Francisco prefiere buenos ateos a malos
católicos”, dando a entender que los católicos son malos por ser católicos y
que, por tanto, si dejan de serlo, serían buenos, o sea ateos...
¡Hay mucha gente buena a la que
le gusta Francisco...a pesar de ser Papa! Tan amigos son del Papa Francisco que
hasta le hacen el favor de hacerle decir lo que él nunca dice, ni puede decir,
pero que ellos, “buenos ateos” o “malos católicos”, les gustaría mucho que
dijese. O sea, para justificar su particular devoción por Francisco, no
obstante la solemne antipatía que tienen a la Iglesia Católica, convierten a
Francisco en un antipapa, cosa que, obviamente, Francisco nunca fue ni, con la
ayuda de Dios, será. Si no, veamos.
En un texto de Bárbara Reis sobre
“ocho razones a favor del Papa” (Público, 10-3-2017), se dice que francisco
“abrió la posibilidad de que los católicos divorciados y recasados pudieran
recibir la comunión”. En realidad no la abrió, porque esa posibilidad siempre
existió y ya había sido reconocida explícitamente por los Papas Benedicto XVI y
San Juan Pablo II. Francisco sólo añadió una invitación a la misericordia y al
discernimiento pastoral ante situaciones que no corresponden a lo que el Señor
nos propone” (Amoris laetitia, 2). Nada nuevo, por tanto y, por eso, en esa su
segunda Exhortación Apostólica, el Papa Francisco criticó a los que tienen “el
deseo desenfrenado de cambiar todo” (AL, 2).
Teniendo en cuenta que la
indisolubilidad matrimonial es una enseñanza explícita de Cristo, como que
también lo es la imposibilidad de la comunión eucarística para quien no reúna
las condiciones necesarias al efecto, ningún papa puede permitir que ningún
fiel pueda comulgar en situación de pecado mortal, sea este el de adulterio o
cualquier otro. Por eso, no todo lo que parece, es: “no es posible decir que
todos los que están en una situación llamada ‘irregular’ viven en estado de
pecado mortal, privados de la gracia santificante” (AL, 301). Muy
excepcionalmente, “es posible que una persona, en medio de una situación
objetiva de pecado –pero de la que subjetivamente no es culpable, o no lo es
plenamente- pueda vivir en gracia de Dios” (AL, 305).
Hay quien no entendía esto y, por
eso, concluía: “es caso para decir: viva la confusión”. Pero no hay lugar a ninguna
confusión porque, ya que “no se debía esperar del sínodo, o de esta
exhortación, una nueva normativa general de tipo canónico, aplicable a todos
los casos” (AL, 300), Amoris Laetitia debe ser interpretada en el sentido del
anterior magisterio eclesial y de la tradición, como además hizo el Cardenal
Patriarca de Lisboa, presidente de la Conferencia Episcopal Portuguesa.
Es verdad que “Francisco defiende
a los refugiados musulmanes todos los días”, como también sus antecesores en la
Cátedra de Pedro fueron defensores de la paz y de la libertad religiosa en todo
el mundo. Pero el Papa Francisco no ignora el carácter ofensivo de un sector
radical del islamismo y ha apelado, repetidas veces, a todos los responsables
religiosos – ¡cristianos incluidos! – para que no permitan que el nombre de
Dios sea invocado como fundamento de la guerra o del terrorismo.
A pesar de haber sido el Papa
Francisco el primer vicario de Cristo que publicó una encíclica sobre temática
ecológica, la verdad es que la cuestión había sido ya repetidas veces referida
por sus antecesores, principalmente San Juan Pablo II, que era un declarado
amante de la naturaleza. La pasión por la ecología del cristianismo no es
reciente: ya San Francisco de Asís –de quien el actual pontífice tomado ha
tomado el nombre – había cultivado ese amor religioso por el mundo y por todas
sus criaturas.
Cuando el Papa Francisco afirmó “¿Si
una persona busca a Dios de buena voluntad y es gay, quién soy yo para juzgar?”
causó un tremendo revuelo, como si la frase, tenida por gay filia, revocase
toda la doctrina moral sobre la materia. Es obvio que este Papa siente gay
filia, como los antecesores y son todos los obispos y fieles dignos de ese
nombre, porque a tanto obliga el mandamiento nuevo de la caridad. Pero esa
exigencia no contradice el principio de la moral católica que exige reprobar el
acto pecaminoso, pero sin condenar al sujetop, que solo Dios puede juzgar. Por
eso, el Papa Francisco no se contradice cuando, no obstante lo que afirmó sobre
las personas con tendencia homosexual, realzó que las uniones entre personas
del mismo sexo no pueden ser equiparadas al matrimonio (AL, 52).
La verdad es que Francisco tiene
un estilo muy particular y muy diferente de la precisión teológica de Benedicto
XVI. El Papa actual es, sobre todo, un pastor y, por eso, su lenguaje es más ‘del
siglo’, o del mundo, sin ser mundano. El Papa francisco privilegia un abordaje
más informal, que no es menos ortodoxo, aunque escandalice a los
fundamentalistas y los que, de tan pegados a la letra de la ley, no comprenden
su espíritu.
Es de un gran simplismo afirmar
que “Francisco no cree en muros y es el político más radical anti Trump”. Las
fronteras, que no son otra cosa sino muros más o menos intransitables, son
necesarias para definir el ámbito de la soberanía de los Estados: el Vaticano
también los tiene, separadas por una seña. Sugerir que el Papa Francisco está
contra el presidente electo de una de las mayores democracias del mundo podría
llevar a creer que no es demócrata, o que es ‘político’ y, como tal, pretende
intervenir en la política interna de un Estado, ignorando la separación
evangélica entre lo que es de Dios y lo que es del César.
Habrá quien diga que “Francisco
prefiere buenos ateos a malos católicos”, dando a entender que los católicos
son malos, por ser católicos, y que por tanto, si dejaran de serlo, se
convertirían en buenos, o sea en ateos... El Papa Francisco reconoce que hay
ateos que, por excepción, son buenos, así como tampoco ignora que hay católicos
que, por excepción, son malos; pero también sabe que son meras excepciones. La
regla es que los católicos sean buenos, no por mérito propio, sino por la gracia
de su condición; quien no puede tener bondad alguna, pero no tanta cuanta
tendría si la tuviese. Caso contrario, ¿para qué serviría ser cristiano?!
De hecho, los malos católicos son
mejores que muchos buenos ateos, no porque humanamente sean más perfectos, sino
porque, por su fe, no solo alcanzan la gracia que los perdona y libra de sus
pecados, sino también por la alegría del
amor de Dios.
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