viernes, 14 de abril de 2017

De “Via-sacra para crentes e não crentes”
Por José Nunes Martins, Paulo Pereira da Silva, Francisco Gomes
Ed. Paulus. Lisboa 27 de enero de 2015

1ª estación:

Jesús es condenado a muerte
“¡Aquí tenéis al Hombre!’ Viendo a Jesús, los sumos sacerdotes y los guardias comenzaron a gritar: ‘¡Crucifícalo!, ¡crucifícalo!’ ‘Aquí tenéis a vuestro Rey’. Ellos comenzaron a gritar: ‘¡Fuera!, ¡Fuera! ¡Crucifícalo!’ (Juan 19,5-6.14-15)

Todos los días somos condenados. De forma más o menos imprudente, hay siempre quien nos señala con el dedo y hace varios juicios respecto de lo que decimos y hacemos, de lo que tenemos, de lo que somos y de lo que no somos...
Es duro ser juzgado de forma precipitada y sin fundamento por quien se cree el centro del mundo...
 ...
Pero cada uno de nosotros hace también lo mismo a los otros...
*****
El Señor vive una soledad creciente. Soledad por la imposibilidad de entrar en relación con los Suyos y con aquellos que Lo esperaban, por la imposibilidad de confiarse a ellos. Sufre por su aislamiento, en ellos, en nosotros, en mí. Sufre por la aparente simpatía de Pilatos, que no habiendo encontrado falta alguna en Él no llega a una conversión interior, optando por lo más cómodo y eludiendo cualquier responsabilidad.
... 
Por detrás del rostro del Señor está el rostro de todos los hombres desfigurados, heridos, deficientes, dolientes. “Ecce Homo”, aquí tenéis al Hombre, que da la dignidad a todo hombre. Es sello de alianza entre Dios y los hombres: ¡Quien azota al hombre, azota a Dios!
2ª estación:
Jesús carga la cruz sobre sus hombros

“Pilatos dice a Jesús: ‘¿entonces Tú eres Rey?’
Jesús respondió:
‘Tú  dices que Yo soy rey’ (Jn. 18, 37)
...
Los males pesan, siempre. Sean los míos, los del mundo o los de los que amo…hay que aceptarlos primero, para hacerles frente después.

...A veces, la cruz es el camino. Es en el dolor donde el verdadero amor se manifiesta. Tengo que negarme a mí mismo si quiero amar a otro. Tengo que concentrar mi atención en la fuerza de mis hombros, más que en el peso de la cruz. Soy capaz de mucho...
...
Hasta los que eran amigos se apartan. Pocos quedan al lado del que va a perder. Pocos son los que escogen  el camino cierto o, al menos, admiran a quien lo escoge.
*****
... El Señor recibe el madero. Lo toma decidido, ni a la fuerza ni resignado. La cruz es la misión del Padre, nuestra salvación. Comienza el camino que conduce  al lugar llamado Calvario.
...
Ser cristiano, seguidor del Señor, implica conseguir que mi yo salga de mí camino, aceptando aquello que verdaderamente soy, sin representaciones, abandonándome o dejándome perder, pronto a recibir, fuerte y corajudo, todos los deseos del Padre.
3ª estación:
Jesús cae por primera vez

 “Jesús, llevando la Cruz a cuestas,
Salió para un lugar llamado
“Lugar de la calavera”
Jn. 19, 17
...Quien ama tiene siempre una razón y una fuerza para luchar contra el mal, por grande que este sea...
Así, en el momento en que creemos que están agotadas nuestras fuerzas, es cuando más fuerzas  surgen  y somos capaces de levantarnos… no, no es un triunfo, porque sólo nos levantamos. El sufrimiento aún dura y está lejos de del fin.
Nos levantamos… y algo se eleva en nosotros.
La dignidad, la voluntad de ser lo que somos, la esperanza de que hay un sentido profundo para cada sufrimiento… aunque no lo podamos comprender.

*****
El Señor ajusta su cuerpo a la cruz, los hombros y las espaldas dobladas al peso del madero, la mano dolorida por la aspereza de la corteza.
...
Su cuerpo se desploma sobre el polvo del suelo.
...
Abrazando este polvo de la tierra, el Señor se junta a todos los que  en su vida se arrastran por el suelo.
Nos viene a traer esperanza cuando ella muere y vida cuando ella vacila.

4ª estación:
Jesús se encuentra con su Madre

“¿Quienes son mi madre y mis hermanos?”
Entonces Jesús miró a las personas
que estaban sentadas a su alredor y dice:
“Aquí están mi madre my mis hermanos.
El que cumple la voluntad de Dios
ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”
Mc. 3, 33-35

La madre nunca está lejos. Nunca.
...
Quien ama encuentra siempre una forma de hacerse presente.
Siempre. Siempre. Su silencio es voluntad de acoger, es cuidar, es la entrega simple de lo que es más sublime. El amor.

*****
¡Su hijo es rey! Aclamado por los ángeles cuando nació, por los pastores y por los reyes venidos de lejos.
...
Ahora, por tierra, con las manos trémulas en el pecho que arde de amor, María ya no sabe nada.
...
El rostro aparece. Es Él, su hijo. El Señor levanta la cabeza y sus miradas se encuentran, se funden.
...
La eternidad del amor penetró el tiempo del sufrimiento.

La mirada de María, una madre, la madre, continúa y continuará siempre brillando en el camino de nuestras vidas, incluso cuando todo parece oscuro y el padre ausente.
5ª estación:
Simón de Cirene ayuda a Jesús

 “…cogieron a un tal Simón,
de la ciudad de Cirene,
que regresaba del campo,
y lo forzaron a llevar la cruz detrás de Jesús”
Lc. 23, 26
Nuestros cálculos no son acertados.
...
Cargamos nuestras cruces en conjunto para seguir adelante y también para animarnos unos a otros… otras veces, durante algún tiempo, nos llevamos unos a otros.
...
Aliviar el dolor de alguien es una tarea divina.
...
Poco, con amor, es mucho. Todo, sin amor, no es nada.

*****
Para el Hombre-Dios, aunque aliviado en algunos pasos de la cruz, el peso es cada vez mayor a medida que pasa el tiempo.
Pesada. Siempre más pesada la carga de los pecados consentidos en actos irreflexivos, en fallos justificados por las flaquezas humanas…
Se establece una complicidad, una hermandad en la carne. Como si Dios tuviera necesidad del hombre frágil y débil… Dios necesita del hombre porque Dios es amor y Amor es relación. El amor desciende, sirve, se hace pobre, vulnerable.
...
Desde siempre, en el seno de la Trinidad, el Hijo vio la Cruz, entre el Padre y el Espíritu, cortando la Historia en dos partes.
6ª estación:
La Verónica enjuga el rostro de Jesús.

“Quien Me ve,
Ve también a Aquel que me Me envió.
Yo vine al mundo como luz”.
Jn. 12, 45-46
...
Quien me reconoce y respeta, aún cuando son evidentes las heridas y las cicatrices de mis luchas, quien se arriesga para estar un segundo conmigo en esas profundidades, quien no recela del contagio inevitable de los dolores, quien con verdad se acerca y cuida de mi, ese merece todo.
*****
...
Una mujer, anónima, con su velo blanco de un blanco inmaculado,  sale de la multitud y atraviesa el terrible cortejo.
Con gesto seguro y rápido se quita su velo y se acerca al Señor.
Tomando en sus manos el paño blanco, Le limpia delicadamente el rostro.
...
Mostró delante de todos su amor con un gesto apasionado de confianza, sencillo, inmenso, intenso.
7ª estación:
Jesús cae por segunda vez

 “Pero, al caer yo, ellos se alegran,
se unen todos contra mí,
me hacen daño y nada entiendo,
me desgarran sin cesar.”
Sl 35, 15

A cada paso el camino se vuelve más largo…
Sufrimos lo que no merecemos. Pero la tristeza sólo es absurda cuando no se sabe por qué se lucha… mientras no se consigue ver  sentido alguno en el dolor…
...
Pero, aunque estemos caídos en el suelo, estamos en camino, estamos haciendo camino, el nuestro.
Ese que es necesario llegar hasta el final… hasta el punto más alto… porque no somos de ningún agujero.
Los ojos en el Cielo.
*****
...
El Señor es su cuerpo: huesos, músculos, nervios, respiración, pulsaciones, ojos, pelo… “Me diste un cuerpo”.
...
Ahora, solo y terriblemente cansado, en medio de aquella multitud ruidosa, grosera e insolente, el Señor continúa su camino. “He aquí que vengo para hacer tu voluntad.”
El Señor cae. Es la segunda vez.
...
Con nuestro hábito de querer retirar los calvarios de nuestra vida, sorteándolos en nuestro camino, ¿Será que no acabamos con el más simple y puro deseo de amar?


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