miércoles, 12 de abril de 2017

¿Finalistas de qué?



Sería injusto juzgar a toda la enseñanza estatal por esta desgraciada experiencia, que se repite anualmente, ante la indiferencia general. ¿Qué se necesita para poner término a este escándalo programado y consentido?

Todos los años, a la altura de las fiestas de Pascua, la noticia del mal comportamiento de los estudiantes portugueses en España se repite. Con más o menos alumnos, más o menos daños, más o menos días de estancia, es siempre la misma poca vergüenza, la que padres, encargados de la educación, profesores y funcionarios del Ministerio de Educación parecen no poner ninguna atención.
Millares de alumnos de varias escuelas públicas del norte al sur del país, pusieron rumbo a las costas españolas, con la intención de ahí anticipar los festejos por a conclusión de sus estudios de Enseñanza Media. Son turbas de vándalos, que reciben el pomposo nombre de finalistas y que, todos los años, deciden hacer una expedición punitiva por tierras de Castilla. En ese intento belicoso, recuerdan la panadera de Aljubarrota, no por patriotismo, dado el mal servicio prestado al buen nombre de Portugal, sino por saña. Pero, mientras aquella feroz mujer golpeaba con fuerza en el cogote de los castellanos, los finalistas prefieren arremeter con violencia contra las instalaciones hoteleras en que son alojados.
En este año de gracia, la desgracia fue aún mayor, al punto de forzar la repatriación de las huestes académicas, antes de haber terminado el periodo que se proponían pasar en Torremolinos y otras estancias baleares.
Una de las estudiantes expulsadas manifestó, con todo, su sorpresa: “la única cosa que vi fue una pared escrita y cosas en el ascensor, hubo estragos y cosas rotas, pero es algo normal en un viaje de finalistas” (Público, 10-4-17). Muy esclarecedor: al final: ¡eran todo estragos normales! La madre de la misma alumna también desdramatizaba el vandalismo.: “están poniendo un énfasis tan grande en estos jóvenes mientras esto acontece en todos los sitios”. Claro, con padres como estos, no es extraño que la chiquillería sea tan mimosa.
Pero, ¿Cuáles fueron los estragos normales? Según El País, “los jóvenes rompieron azulejos, utilizado extintores, tirado colchones por las ventanas y una televisión a la bañera”. Todo tan normal que dicha estudiante, alumna de 12º año de Escuela Filipa de Vilhena, en Porto, hasta se extraña de la extrañeza de los responsables de las instalaciones: “Era la primera vez que el hotel recibía finalistas y debe haber exagerado aquello”. Tal vez también haya sido la última vez que recibió jóvenes salvajes portugueses...
Miguel, nombre ficticio de otro estudiante, corrobora la misma versión de los acontecimientos, pues afirma que “los estragos fueron mínimos”, aunque después aclare que los desacatos comenzaron tras un incendio en el cuarto de una estudiante de Lisboa. De hacho, un incendio en un cuarto es, precisamente, lo que técnicamente se clasifica como estrago mínimo, porque un gran estrago sería un terremoto, un volcán o un tsunami y, felizmente, nada de so aconteció. ‘Honi soit qui mal y pense!’
Como consecuencia de  dichos “estragos mínimos”, el empresario hotelero exigió la garantía a la que los turbulentos huéspedes lusitanos estaban obligados, en previsión de posibles daños. Como explica Miguel, fue es la gota que colmó el vaso: “Ahí sí, hicimos estragos en el hotel. Es verdad. En el desarrollo de la acción, después nos dicen que no había garantía. Si nos van a quitar el dinero por los estragos que no hicimos, vamos realmente a hacer estragos. Y ahí los estragos fueron hechos...”. ¿Muy educativo, no es? Esta pandilla, decididamente, promete.
Afortunadamente, en estos casos, más allá de los padres que justifican la espontaneidad de sus retoños –nunca mejor dicho- también hay sicólogos que ayudan a la fiesta, justificando las hazañas de talentosos portentos pre universitarios. Es el caso de Sonia Seixas, que explica que estas situaciones “tienen que ver con estilos educativos y no solo (...). Existen varios factores facilitadores de esta ecuación: Las cuestiones hormonales, la influencia del grupo y posible efecto del alcohol y sustancias psicoactivas”. Viene al caso decir: ¡“ganda”(gansada) estilo educativo!
Tal vez no todos los lectores crean, pero la verdad es que, cuando lei los primeros relatos de los desacatos de los licenciados portugueses por tierras de ‘nuestros hermanos’, desconfié luego que aquello eran “cuestiones hormonales”. Que les arroje pues la primera piedra quien, por cuestiones hormonales, nunca tiró una televisión a la bañera. Es evidente por demás que es una cuestión de hormonas. Tal vez también haya habido alguna influencia de los astros. Creo que los profesores Caramba, Fofana e Alimu, entre otros, podrían dar una valiosa contribución a este estudio científico.
Sería injusto juzgar a toda la enseñanza pública por esta desgraciada experiencia, que se repite anualmente, ante la indiferencia de los padres, de losprfesores, de las escuelas públicas y del Ministerio de Educación. Años ha, hubo ya alguna víctima mortal que lamentar, probablemente, van a ser necesarias unas cuantas para que el país despierte, finalmente, y ponga término a este escándalo programado y consentido.
Todos los años también , en la misma época de las fiestas de Pascua, millares de jóvenes europeos aprovechan para ir a otros países, visitar museo y participar en actividades culturales. Muchas centenas de estudiantes de Enseñanza Media españoles hacen, hace varios años, el recorrido inverso a los finalistas portugueses y ponen rumbo a Fátima, donde pasan la Semana Santa. Son alumnos de colegios católicos, que dedican su tiempo libre a actividades de formación cristiana de solidaridad social, con algunos colegas portugueses, principalmente en centros para deficientes profundos de la União das Misericórdias Portuguesa. Más alláde las  actividades de naturaleza religiosa, a cargo de capellanes de sus colegios , también realizan trabajos de índole cultural y deportiva: por una extraña mutación genética, sus hormonas no los lleva a tirar televisores a la bañera, sino a ayudar a otros, sobre todo más necesitados. Si no fuesen alumnos de colegios privados, que cuentan con asistencia espiritual de los padres de la prelatura del Opus Dei, seguro que serían noticia. Si hubiese más hormonas, alcohol y drogas, la cobertura mediática estaría garantizada.
Sólo hay una cosa que la prensa, tan prolija en lo que se refiere a gestas de los estudiantes portugueses por tierras castellanas, aún no logró explicar el final: ¿Al final, de qué son finalistas? ¿Será de criminalidad?

http://observador.pt/opiniao/finalistas-de-que/

No hay comentarios:

Publicar un comentario