domingo, 9 de abril de 2017

Contra el desaliento inducido


Ayer recogía esta noticia, que me ayudó a desarrollar una idea que me rondaba por la cabeza desde hacía un tiempo: “La carga regulatoria ya es el principal obstáculo para hacer negocios en España. La excesiva y compleja regulación se está convirtiendo en un quebradero de cabeza para emprender y desarrollar negocios en España.” (http://www.libremercado.com/2017-04-08/la-carga-regulatoria-ya-es-el-principal-obstaculo-para-hacer-negocios-en-espana-1276595690/)

No vienen noticias de este estilo en los medios de comunicación referidas al papeleo necesario para ser beneficiario de las ayudas sociales legisladas, aprobadas, y sometidas a toda clase de filtros y controles, lo cual no es que sea criticable, lo inadmisible es que se exija tanto control al que nada tiene, y  ante tanto robo y mala administración de los bienes públicos, ante tantas condenas sin exigir la devolución de lo robado, haya tanto miramiento y delicadeza por parte de la justicia.


En una administración informatizada al máximo, que un ciudadano necesitado de ayuda tenga que ‘buscarse él la vida’ para presentar la documentación justamente exigida para cualquier tipo de ayuda, es algo incomprensible, salvo que responda a una intencionalidad perversa de producir desánimo y hasta lograr la renuncia voluntaria a la ayuda.

Aún sabiendo todos que las ayudas se deben a los contribuyentes, y que su cuantía depende del número y calidad de los mismos, es  el gobierno de turno y los políticos en general, según la ideología, quienes las conceden... unas veces para colgarse medallas, otras para evitar males mayores, protestas o desórdenes, y así mantenerse en el poder o pretender alcanzarlo. Una vez alcanzado el poder, de nuevo se demoran las ayudas, y las mejoras administrativas para concederlas. Se habla mucho de ‘ventanilla única’ para agilizar los trámites administrativos  en general, y servir así al ciudadano como se merece, poniendo los medios del Estado, que son de todos, a su servicio, y no al revés, el ciudadano al servicio de la administración. Esto supone en realidad un retroceso.


La documentación exigida, por otra parte, está  dispersa en un sinfín de oficinas y ventanillas, donde hay que guardar colas interminables, a prueba de paciencia, suponiendo muchas veces pérdidas horarias de tiempo nunca indemnizadas. Más parecen una verdadera prueba de autenticidad o veracidad: ‘a ver si resiste’, si lo hace, se merece la ayuda; si no lo hace ‘es que no le haría tanta falta’. También te puede ocurrir que se te diga: ‘usted no figura en la lista de citas para hoy’, y es que, o bien no rellenaste bien el formulario para pedir cita por internet, o no quedó registrada tu solicitud; y te quedas con cara de tonto, después del esfuerzo que te ha supuesto descifrar el absurdo enigma que valida tu solicitud a través de la laberíntica informática. Peor aún es cuando no tienes derecho a solicitud alguna, a pesar de haber cotizado un buen número de años...

¿¡Una sociedad justa!? La actual, la que menos, cuantos más medios y más sofisticados, peor funciona la justicia, la administración es caótica, la democracia se ha vuelto partitocracia, la atención directa al ciudadano es indolente, sin empatía, ni siquiera puede presumir de profesionalidad, se hace mirando la pantalla del ordenador y llamando por teléfono para hacer consultas, y al final decirte que ‘no’... tu consulta o tu gestión no tienen solución, porque han cambiado las leyes, las normas, las directrices...


En todos los casos, generan desaliento con tanto papeleo, tanta burocracia, e invitan a la relajación, a la desesperación, a la indolencia, o si no, a la pérdida progresiva de la cordura hasta explotar. Explotar en perjuicio propio y definitivo, o en perjuicio de otros, tengan o no la culpa; y más trágico todavía, caer en la enajenación mental, quedando a merced de la voluntad ajena, vagando por las calles sin control ni motivo alguno que le lleve a alguna parte donde poder reposar, donde quedarse a vivir tranquilo, y recuperar la confianza en el ser humano... OM

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