Ayer recogía esta noticia, que me ayudó a desarrollar una
idea que me rondaba por la cabeza desde hacía un tiempo: “La carga regulatoria ya es el
principal obstáculo para hacer negocios en España. La excesiva y compleja regulación se está
convirtiendo en un quebradero de cabeza para emprender y desarrollar negocios
en España.” (http://www.libremercado.com/2017-04-08/la-carga-regulatoria-ya-es-el-principal-obstaculo-para-hacer-negocios-en-espana-1276595690/)
No vienen noticias de este estilo
en los medios de comunicación referidas al papeleo necesario para ser
beneficiario de las ayudas sociales legisladas, aprobadas, y sometidas a toda
clase de filtros y controles, lo cual no es que sea criticable, lo inadmisible
es que se exija tanto control al que nada tiene, y ante tanto robo y mala administración de los
bienes públicos, ante tantas condenas sin exigir la devolución de lo robado,
haya tanto miramiento y delicadeza por parte de la justicia.
En una administración
informatizada al máximo, que un ciudadano necesitado de ayuda tenga que
‘buscarse él la vida’ para presentar la documentación justamente exigida para
cualquier tipo de ayuda, es algo incomprensible, salvo que responda a una
intencionalidad perversa de producir desánimo y hasta lograr la renuncia
voluntaria a la ayuda.
Aún sabiendo todos que las ayudas
se deben a los contribuyentes, y que su cuantía depende del número y calidad de
los mismos, es el gobierno de turno y
los políticos en general, según la ideología, quienes las conceden... unas
veces para colgarse medallas, otras para evitar males mayores, protestas o
desórdenes, y así mantenerse en el poder o pretender alcanzarlo. Una vez
alcanzado el poder, de nuevo se demoran las ayudas, y las mejoras
administrativas para concederlas. Se habla mucho de ‘ventanilla única’ para
agilizar los trámites administrativos en
general, y servir así al ciudadano como se merece, poniendo los medios del
Estado, que son de todos, a su servicio, y no al revés, el ciudadano al
servicio de la administración. Esto supone en realidad un retroceso.
La documentación exigida, por
otra parte, está dispersa en un sinfín
de oficinas y ventanillas, donde hay que guardar colas interminables, a prueba
de paciencia, suponiendo muchas veces pérdidas horarias de tiempo nunca
indemnizadas. Más parecen una verdadera prueba de autenticidad o veracidad: ‘a
ver si resiste’, si lo hace, se merece la ayuda; si no lo hace ‘es que no le
haría tanta falta’. También te puede ocurrir que se te diga: ‘usted no figura
en la lista de citas para hoy’, y es que, o bien no rellenaste bien el
formulario para pedir cita por internet, o no quedó registrada tu solicitud; y
te quedas con cara de tonto, después del esfuerzo que te ha supuesto descifrar
el absurdo enigma que valida tu solicitud a través de la laberíntica
informática. Peor aún es cuando no tienes derecho a solicitud alguna, a pesar
de haber cotizado un buen número de años...
¿¡Una sociedad justa!? La actual,
la que menos, cuantos más medios y más sofisticados, peor funciona la justicia,
la administración es caótica, la democracia se ha vuelto partitocracia, la
atención directa al ciudadano es indolente, sin empatía, ni siquiera puede
presumir de profesionalidad, se hace mirando la pantalla del ordenador y
llamando por teléfono para hacer consultas, y al final decirte que ‘no’... tu
consulta o tu gestión no tienen solución, porque han cambiado las leyes, las
normas, las directrices...
En todos los casos, generan desaliento
con tanto papeleo, tanta burocracia, e invitan a la relajación, a la
desesperación, a la indolencia, o si no, a la pérdida progresiva de la cordura
hasta explotar. Explotar en perjuicio propio y definitivo, o en perjuicio de
otros, tengan o no la culpa; y más trágico todavía, caer en la enajenación
mental, quedando a merced de la voluntad ajena, vagando por las calles sin
control ni motivo alguno que le lleve a alguna parte donde poder reposar, donde
quedarse a vivir tranquilo, y recuperar la confianza en el ser humano... OM
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