lunes, 10 de abril de 2017

La mal llamada violencia de género


Amando de Miguel

Nos hallamos en el cenit de la curva de eufemismos. Al decir "violencia de género" se nos engaña por partida doble. Al decir "violencia" se nos transmite no solo trato vejatorio sino asesinato. Al añadir "género" se quiere indicar que es un varón el que mata a su mujer, ex mujer, novia, amante o compañera sentimental. Nunca se desea incluir a la mujer que mata a su marido. Se trata de un claro abuso de la voz género. Por lo mismo, la palabra machismo indica algo vituperable. En cambio, feminismo pasa por encomiable. Con estos bueyes tenemos que arar.

Llama la atención la cascada continua de informaciones en los medios sobre casos de "violencia de género" en el sentido dicho, que mejor sería llamar uxoricidio. Hasta se lleva una estadística de las mujeres asesinadas por sus parejas. Los casos son tristísimos, aunque no tantos como los de otras figuras delictivas graves.

Aunque se trate de una información continua y detallada, las noticias sobre uxoricidios ocultan cuidadosamente algunos datos que serían pertinentes para interpretar los sucesos. Listo algunos que me producen perplejidad.

No se suele advertir que la tasa de uxoricidios en España es una de las más bajas del mundo. Tampoco se precisa que en los últimos años esa tasa española es mucho más baja que la que se daba hace mucho tiempo. Contrariamente a la creencia general, la sociedad española no es ahora particularmente violenta, aunque lo haya sido en el pasado. La verdad es que cuesta trabajo imaginar cómo es que se ha producido tal evolución. Al menos se descarta la hipótesis de una carácter español, común a todos los tiempos, propicio a la violencia y a otras excentricidades.

No se nos dice con claridad que en muchos casos de uxoricidio el asesino suele ser extranjero; a veces también la víctima. No se trata de que los inmigrantes sean más crueles o vengativos; solo es así en los casos en que los inmigrantes se encuentren desarraigados, aislados. Es lo que sucede en algunas poblaciones menores con mano de obra foránea, constituida por jóvenes varones solteros, trabajando en una especie de economía de plantación.

Ya he aludido a que otro sesgo de estas noticias luctuosas es la ocultación de los casos en los que la mujer mata al marido o equivalente. La frecuencia seguramente es menor, pero interesaría el dato. Cierto es también que los varones son más fuertes y pueden pegar con contundencia a sus mujeres, pero estas emplean otras armas más sutiles para vengarse de sus maridos canallescos o insensibles. Una cosa es cierta: los conflictos de pareja (sin llegar a la violencia física) han aumentado extraordinariamente en España. No creo que tal desastre se pueda explicar por la crisis económica. El asunto me desborda.

Otra circunstancia que se enmascara en las noticias sobre uxoricidios es que los tristes sucesos afectan mucho más a las parejas de hecho que a los matrimonios legales. Es lógico, pues el control social que contiene la violencia, y no digamos la extrema, se refuerza cuando existen vínculos legales. Pero entonces, ¿por qué no reseñarlo? No se me alcanza.

Un detalle que casi nunca falta en las crónicas sobre este tipo de sucesos es si el asesino había sido acusado antes de malos tratos o había sospechas sobre el particular. Me parece una circunstancia poco relevante, por obvia. El uxoricidio suele culminar una penosa serie de vejaciones, que muchas veces no se denuncian por vergüenza o por un cariño mal entendido. Ahora bien, también suele suceder (y no se difunde) que abundan las denuncias falsas por malos tratos que hacen las mujeres. Es una forma de atacar al marido infiel o del que se quiere separar la mujer. Naturalmente, resulta difícil calibrar las situaciones reales de denuncias falsas. Me imagino el trabajo que le cuesta a los jueces dilucidar una cuestión tan sutil.

El problema del uxoricidio no se podrá erradicar (como algunas veces se pretende en las declaraciones oficiales), aunque sí atajar. El éxito de la operación no se asegura mientras el asunto forme parte de la bandera de los grupos feministas. El problema real y más amplio es el de la violencia de cualquier forma dentro de la unidad familiar, aunque solo sea la pareja de hecho. Debe preocupar socialmente la violencia contra los niños o los ancianos, de la cual apenas encontramos noticias en los medios. No hay que llegar al extremo del asesinato, estadísticamente raro, como queda dicho.


http://www.libertaddigital.com/opinion/amando-de-miguel/la-mal-llamada-violencia-de-genero-81420/

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