Sin ninguna prueba, se infama a
la justicia eclesial, que se acusa de corrupta, al sugerir que las
declaraciones de nulidad matrimonial se compran y se venden...
El título es escandaloso, pero el
artículo “¿Al final mi madre tenía razón?, de María Filomena Mónica, en el
Expreso del 4 de marzo pasado, no lo es menos.
La doctrina canónica sobre el
matrimonio es compleja, porque exige conocimientos teológicos y jurídicos y,
por eso, es natural que, quien no los tiene, no logre hablar del tema con un
mínimo de propiedad.
Algunos ejemplos. La expresión “parroquias
mundiales” es, en términos eclesiásticos, un absurdo y una contradicción,
porque es propio de la parroquia y su
carácter sectorial (se calla, pretendía decir ‘parroquias de todo el mundo’,
pero no dice...). La aludida ·abolición del latín” tampoco corresponde a la
realidad porque se continua usando en la liturgia, principalmente en las
celebraciones internacionales. Además, el Concilio Vaticano II expresamente
recomendó que se celebre la misa en esa lengua, que es el oficial de la
Iglesia. Es en latín la versión típica
de los textos del magisterio papal, generalmente citados por las primeras
palabras, precisamente en lengua latina.
La falta de rigor conceptual y
terminológico es aún más patente cuando se abordan, con enorme superficialidad,
cuestiones canónicas. Por ejemplo, continuamente se confunde ‘anulaciones’ con ‘declaraciones
de nulidad’. La anulación presupone un acto válido, que después se anula: es lo
que sucede cuando es decretado el divorcio de un matrimonio civil. La declaración
de nulidad, por el contrario, es el reconocimiento por el tribunal, civil o
eclesiástico, de la inexistencia de un verdadero matrimonio.
La Iglesia no ‘anula’
matrimonios, pero puede declarar la nulidad de lo que, aunque pareciese un verdadero
matrimonio, nunca lo fue. Por eso, después de la anulación del matrimonio
civil, los cónyuges quedan divorciados, pero después de la declaración de
nulidad del matrimonio canónico, los aludidos cónyuges quedan solteros: como
nunca se casaron válidamente, siempre lo fueron. Por tanto, cuando dice que
iría ‘a pedir la anulación? Del matrimonio, en rigor debería decir que iría a
pedir la respectiva declaración de nulidad, lo que, en términos jurídicos, y
también civiles, es totalmente diferente...
También escribió: “Nótese que la
Iglesia no reconoce la anulación total del matrimonio, visto que este es un sacramento
y por tanto indivisible: solo admite que sea declarado nulo”. Al contrario de
lo que se puede suponer, una eventual anulación, lo mismo en el derecho civil,
tendría prácticamente los mismos efectos que la declaración de nulidad y, por
tanto, es absurdo decir que la Iglesia “solo admite que sea declarado nulo”.
Una vez declarada judicialmente, de forma definitiva, la nulidad del
matrimonio, cesan todos sus efectos jurídicos, con la excepción de los derechos
adquiridos por la prole, se la hubiera.
Por otro lado, al contrario de lo
que se dice, la indisolubilidad matrimonial no es exclusiva del matrimonio
católico, ni deriva de su naturaleza sacramental: también el casamiento natural
celebrado válidamente entre dos no cristianos es indisoluble, según la doctrina
católica. Por eso, un no católico casado solo civilmente, no puede contraer
nuevas nupcias mientras se mantuviera ese matrimonio, y no solo del católico,
fue enseñado por Jesucristo, cuando declaró que ya era así en el ‘principio’. (cf
Mt 19, 3-9).
Al contrario de lo que se afirma,
la infidelidad conyugal nunca fue, ni ahora es, fundamento para la declaración
de nulidad matrimonial. Si, para lograr esa declaración fuese suficiente ser
infiel, todos los matrimonios en que alguno de los cónyuges hubiese sido infiel
serían nulos y, quien quisiese que la Iglesia declarase inexistente su
matrimonio, le bastaría cometer adulterio... La fidelidad matrimonial es
exigida a los fieles católicos, pero la infidelidad, por sí sola, no es
fundamento para una declaración canónica de nulidad matrimonial.
También se afirma que la “anulación”
–o mejor dicho, la declaración de nulidad- “sólo podía darse cuando no hubiese
habido relación sexual entre los cónyuges”. Es verdad que el matrimonio ‘rato e
não consumado’, o sea celebrado válidamente pero sin que haya llegado a haber
la unión de los cónyuges, puede ser disuelto por el Papa que, después de la
consumación, ya no puede deshacer. Mientras tanto, puede haber matrimonios
válidos entre cónyuges que no tienen entre sí relaciones sexuales, así como casamientos
nulos entre personas que conjuntamente tuvieran descendencia.
Dice aún, en tono provocador, que
a “La Iglesia las sabe todas”. Pues sabe, porque es maestra y madre de todos
los que, por el bautismo, son hijos de Dios y sus discípulos y, como tales,
participan de su saber. Desgraciadamente, no parece ser su caso...
Más grave, con todo, es lo que
insinúa cuando afirma que su madre le “confesó que la anulación de matrimonio
dependía sobre todo del dinero”. Sin ninguna prueba, difama la justicia
eclesial, que acusa de corrupta, al sugerir que las declaraciones de nulidad se
compran y se venden... Gracias a Dios, los jueces eclesiásticos, más allá de
experimentados jurisconsultos, son indulgentes y misericordiosos pastores que,
por cierto, le hacen más patente esta gravísima ofensa.
La autora hace gala al declarar,
varias veces, que no pertenece al “rebaño” católico. Respetando esa su infeliz
opción, hay que rezar para que regrese al redil del buen pastor, porque sólo
Cristo es “camino, verdad y vida” (Jn 14, 6).
A pesar de todo no todas las
uniones pueden ser consagradas por el sacramento del matrimonio, Cristo-como el
Papa Francisco no se cansa de repetir- no desdeña ni excluye a nadie. No solo
absolvió a la mujer adúltera, condenando con todo su pecado (cf. Jn 8, 3-11),
sino también aconsejó a la samaritana que, después de haber tenido cinco
maridos, vivía con alguien que no lo era. Jesús no solo le dice que era el
mesías, sino también la constituyó primera apóstola de su pueblo: ¡gracias al testimonio
de ella muchos samaritanos creyeron que Jesús es el Salvador del mundo! (cf. Jn
4, 7-42)
http://observador.pt/opiniao/a-igreja-e-a-negociata-dos-casamentos-nulos/
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