domingo, 16 de octubre de 2011

¡Qué mañanita!



Hoy comenzaba el día con alguna tensión y fue incrementándose a lo largo de la mañana, larga mañana. Unos ya clásicos problemas con la informática nos sorprendieron nada más ponernos a abrir los ordenadores, que por fin estaban listos para poder acceder a Internet, bueno, pues uno de ellos no se encendía; pero al menos ya tenemos un ordenador para que puedan los usuarios abrir sus cuentas de correo o buscar la información que requieran, y sí ayudó un poco para mitigar la mañana tan accidentada.

Se nos presentó un caso difícil y no muy frecuente, una madre con un niño de un año que había dejado el centro de Remar y ahora buscaba desesperadamente un lugar mejor para alojarse con su niño. Además el día se había presentado lluvioso, estaba oscuro y desagradable. El tiempo pasaba, las once, las doce, y la pobre trabajadora social, colgada al teléfono llamando o esperando respuestas, no lograba encontrarles acomodo, aunque fuera temporal. Los demás usuarios se impacientaban, nos gastábamos bromas y tratábamos de convencerlos para que tuvieran paciencia.

Por fin abrió su despacho la trabajadora social y la asaltaron con preguntas y demandas de solución a sus problemas, uno era, R. , un viejo conocido aunque es un chaval, hoy venía con un ojo morado, impresionaba y movía a compasión, pues es un buenazo; le quisieron robar mientras estaba acostado en su cajero y el trató de defenderse, resultando con un corte en la mano y el ojo hecho una pena. Venía a solicitar una plaza en el albergue, para no pasar la noche en la calle. Gracias a Dios la trabajadora social le dio el pase para ir a comer al albergue y quedarse allí hasta el lunes. Suerte has tenido hoy, R., y me alegro. También quería hablar con sus padres en Mallorca, busca su perdón y que le ayuden a irse con ellos. Lleva dando vueltas, entrando y saliendo de algún centro de rehabilitación, desde jovencito. Como andábamos muy mal hoy de tiempo accedió a dejar la llamada a sus padres para el día siguiente.

Otra persona que esperaba era una pobre e inocente mujer de Dos Hermanas, que un sinvergüenza trajo engañada desde Sevilla, haciéndole creer que la llevaba a su casa . Había pasado la noche en la calle y, precisamente R. le había ayudado a buscar un sitio donde cobijarse; ella quería un billete para Dos Hermanas. Gracia a Dios una buena persona se conmovió y la acompañó a la estación para facilitarle el billete. Dejó de llorar la infeliz, o quizá lloró de satisfacción porque se podía ir a casa con su familia, una larga familia que vive de la chatarra y no podían echarle una mano.

También había otras tres o cuatro personas que querían que la trabajadora social los atendiera.

Pero hoy ocupó toda la mañana la madre con su niño. Esta mujer de veintiún años, que vivió hasta los dieciocho en un Centro de Menores porque su madre vivía en la calle, dada a la droga, y que al salir del centro no tardó en tener el niño con el padre que la abandona, echándola de su casa por tener el niño.

Ha estado en un centro de Remar pero no aguanta el ambiente, la disciplina, el peligro del contagio de sida para el niño y que además se lo despiertan a las tres de la mañana. Está desesperada, teme que le quiten al niño y por eso se marcha precipitadamente, ¿a donde? A otro sitio, sí, pero ¿dónde hay otro sitio ideal donde puedan alojarse una madre y su niño?, una madre sin recursos, sin estabilidad. Está muy nerviosa y el niño ya no aguanta tantas horas en la silla encerrado en la oficina,por eso trastea, pide atención y su madre le riñe, hasta que lo coge contra su regazo, lo abraza y el niño se calma; en pocos minutos está dormido y lo coloca en el coche para ella seguir buscando dónde ir, pero ahora ya hasta sonríe, agradecida porque ha conseguido calmar al niño y le hemos alabado el gesto que ha tenido cogiéndolo con todo cariño y acochándolo en su regazo.

Por fin acepta volver a otro centro de Remar, la trabajadora le va a proporcionar una noche en un hotel para descansar y coger mañana tempranito el autobús a su nuevo destino. ¡Suerte!

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