sábado, 1 de octubre de 2011

Una lucha tenaz y discreta.


Este señor es E., él siempre va elegante, con su portátil, callado, muy nervioso. Pasan los días y sigue acudiendo a la oficina sin llamar la atención. Pero, animado por las tertulias que cada día se organizan para hacer más llevadera la espera a ser recibidos, comienza a participar y poco a poco se va a abriendo a los demás. Yo empecé a hablar con él, quizá acerté en el tema del que a él le apetecía hablar y me contó episodios de su vida que prometía ser apasionante.

Su vida es el trabajo, desde niño, trabajo, trabajo y trabajo. ¿como es que hoy se encuentra en paro y en un albergue? Pues por lo visto un accidente le inutilizó una pierna para el trabajo. Luego le sobreviene un problema en la vista que le ha llevado, después de meses y meses de espera, a tener que solicitar un puesto en la ONCE y ha estado a punto de conseguirlo. Al menos ha conseguido la incapacidad permanente que le permite vivir en su piso, y no ha tardado un día en dejar el albergue y la vida de transeúnte.

Antes era un auténtico hombre de negocios. Su vida empieza en Madrid, con once años trabaja en un bar y ya no para hasta llegar a tener su propio restaurante en Córdoba, un restaurante de lujo, sobre todo porque se come bien, conoce su oficio perfectamente y negocia con los proveedores hábilmente; no se deja engañar, no, sabe reclamar y recuperar el daño sufrido con creces. Ya digo, hasta domina la informática, de la que saca partido para abaratar los costos de sus inversiones en el restaurante.

No se arredra ante nada, tampoco lo hace ahora que se ve acosado por la enfermedad de los ojos, perdiendo vista progresivamente, lo cual le impide ya ver la pantalla del ordenador. Por eso tiene una gran ilusión en que la ONCE lo admita, yo estoy seguro que aportaría mucho con su temperamento activo, siempre ideando alguna cosa práctica y siempre sacando algún provecho de sus actividades. Sin embargo la ONCE no le ha admitido, por falta de plazas, pero puede que algún día lo consiga, él tenía una gran ilusión y había hablado personalmente con algún directivo importante de la organización.

Parece como si E. hubiera nacido sólo para trabajar, para aumentar el rendimiento del trabajo constantemente, mientras otros se llevaban los beneficios. Algo le ha fallado, sin duda a E., un hombre sencillo, responsable y orgulloso de su trabajo.

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