viernes, 14 de octubre de 2011

Un payaso al natural, cotidiano, sin maquillaje



S. es como un payaso al natural, sin maquillajes ni costosos ensayos, el siempre provoca una sonrisa; no hace gran cosa, mas bien suele estar callado, observando el entorno con unos ojos muy vivos y alegres, siguiendo las conversaciones con sus gestos y sus sonrisas. Pero esa actitud suya invita a cualquiera a que le diga alguna palabra o le haga cualquier pregunta.

Cuando abre la boca, entonces ya si que colma la expectativa, su acento italianísimo es como una música que acompaña su aspecto y se inicia un diálogo a menudo irónico y entretenido, bien sobre su aspecto o bien sobre cualquier otro tema.

Insisto en su aspecto como de payaso al natural, sin maquillaje ni ensayo; es así, su actitud ante la vida es aparentemente así, optimista. ¿Qué número calzas? Le pregunta alguien, y el contesta con toda naturalidad, sin molestarse lo más mínimo mirando sus enormes botas, el cuarenta y dos; nadie se ríe por ello, y él sigue dando más explicaciones, son unas botas de un trabajador de telefónica; entonces cada uno expresa su admiración y hemos disfrutado de una conversación agradable, inofensiva, y S. se ha convertido en el centro sin aspavientos ni exigencias.

Para completar el atuendo, S. lleva puestos unos pantalones anchísimos para su diminuto cuerpo, y un polo hasta las rodillas, lo más parecido al de un payaso profesional; pero él es un payaso real, sin escenario y sin tener que pagar entrada para ver el espectáculo. Es aquí donde esconde su habilidad y su inteligencia, con este atuendo llama la atención, siempre de modo agradable y simpático, provocando una sonrisa, mientras el esconde algo en su interior; sabemos muy pocas cosas de su vida, ni siquiera sabemos su verdadero nombre, todos lo llamamos S. porque suena muy italiano y le va a él estupendamente, de hecho responde enseguida mirándote con sus ojos alegres tan vivos.

¿Qué más esconde S.? Así se protege también cuando duerme en la calle. S., es muy inteligente, cae bien y nadie se mete con él, es amigo de todos. Todos le hablamos, todos queremos que nos hable S., pero él solo habla lo que quiere con quien quiere, lo suyo es alegrar con su presencia la reunión, permitirnos unas cuantas bromas, y así un día tras otro.

Por otro lado es educadísimo, para cualquier cosa me pide permiso y tengo que decirle que las cosas están ahí para que se sirva cada uno a su gusto; hasta para coger un caramelo pide permiso.

Ojalá S. consiga encontrase consigo mismo lo más pronto posible, y pueda comunicarse con total libertad, sin trucos; no sé si entonces tantos querrán ser amigos de S. porque les hace sonreír, en cualquier caso los amigos que tenga lo sean de verdad, que se los merece.

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