viernes, 13 de abril de 2012

El contraproducente uso masivo de las citas



Por Roque
Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimientoEleanor Roosevelt
Ésta vez, ante de empezar, he colocado en el encabezamiento una cita.
Mi amigo Octóvilo me regañaría, pues es enemigo de las mismas, o mejor dicho, del abuso o del uso masivo de las mismas; pero, precisamente de ellas quiero escribir hoy, de las citas, de los dichos, de proverbios, de fábulas y/o refranes.

Todos éstos “entes” que circulan por la memoria colectiva, unos anónimos, otros errónea o intencionadamente atribuidos y los más moralizantes o paternalistas y siempre lapidarios y ejemplificantes, nos sorprenden, y si nos descuidamos , pensaremos que somos unos tontos ignorantes ante tanta y tan compacta sabiduría.
Que estupidísima prepotencia, que pedantería, que soberana estupidez.

Quién no se ha cruzado con el típico imbécil y engreído, que nos ha querido dar una lección de su excelsa sapiencia, citando tal o cual frase de ésta pseudocultura. Y lo cierto es que todos éstos pedantes no saben (definición de pedante = imbécil que se ha leído un libro, incluso y a lo mejor simplemente de cocina), no saben, como decía, que  éstos dichos, citas, fábulas y/o refranes, tienen las mismas propiedades de la multiplicación: la conmutativa.- no importa el caso al que se aplique, el producto es el mismo; la asociativa.- no importa como se agrupen los destinatarios de ellos, el resultado es el mismo; la distributiva.- la suma de dos por un tercero es igual a la suma de cada uno por ese mismo tercero e incluso la propiedad de elemento neutro(.-); cita o refrán,o dicho popular, o fábula aplicado a “uno”, siempre da el mismo resultado.


¿Sabéis? Tuve el mal gusto de imprimir e incluso enmarcar,  digo más, colgar en la pared de la oficina de Cáritas, un correo de citas que me enviaron, pues sí, penoso “ompare”.

Quiero disculparme y no me justifico, pero el autor de la última cita fue el que me provocó éste momento de enajenación. Como una fan adolescente, las palabras de éste autor me pierden.

Bueno, un vez confesado y fuera de la parálisis neuronal temporal, os digo que soy de la opinión de que las palabras son importantísimas, pero sólo las verdaderamente poderosas, las más importantes, sólo las que son para cada uno de nosotros, limpias de toda generalidad o de todo matiz, doblez u oscuridad.

Generalizar es casi siempre falso e injusto, y predicar sin dar ejemplo, es aún peor, pero no por ello lo más usual.
Y termino, de veras que termino, la muy respetable señora Roosevelt, no sólo fue esposa de…, fue por sí misma una importante escritora y sobre todo una importante activista del feminismo y la izquierda estadounidense, pero su frase nos es más que una obviedad y muy segura e interesadamente cargada de su visión, de su verdad.


En definitiva, no todo vale. Parafraseando al atormentado Hamlet, el más famoso hijo de Shakespeare: “nada es verdad, todo es mentira; todo depende del cristal por el que se mira”. Por mi parte, las palabras más limpias que he conocido, no las he escuchado, después de años de atronadores y sesudos discursos, no las he leído después de años de farragosas y densas lecturas, las  he encontrado en mi interior, cuando he regresado a la casa de mi padre, he vuelto a la fe en Jesús, el Señor.

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