Tuvimos que ayudarle a salvar la escasa rampa de entrada a
la oficina, no sólo no le funcionan las piernas, tampoco su silla de ruedas, algo destartalada, y menos
cuesta arriba.
¿Es una imagen de su vida? no lo sé, pero si no le obedecen
las piernas ni le funcionan las ruedas de la silla, que además es su casa en la
actualidad porque duerme en un cajero, sentado, porque no soportaría el dolor acostado en el suelo, si no le
funciona casi nada ¡cómo es que Fermín rueda por la vida y por las calles! Este
misterio lo resolví en la breve charla que pude mantener con él a solas, en la
acera, interrumpida por el ruido y el olor del camión de los desatascos…
Naturalmente que si ves entrar en la oficina a alguien en
silla de ruedas procuras poner mayor empeño en atender a esa persona, y si
es una oficina para personas sin hogar y sin techo, entonces qué vas a
pensar sino que estás ante un caso más difícil y pones en alerta tu
sensibilidad y tus cinco sentidos. Al ver la escena me conmovió, y al
escuchar su voz cálida, melodiosa, amistosa, y ante sus modales suaves, me dejé
llevar, me limité escuchar lo que
quisiera decir, porque Fermín no callaba, y no cabía duda que quería decir algo
importante.
Supongo, como dije antes, que ha tenido una vida concreta,
una vida que le ha podido llevar a la situación que hoy padece, pero no me
interesa esa vida, esas causas, más o menos voluntarias que lo han conducido
hasta aquí, lo que me importa es lo que él quiera decir, y ¡vaya si dijo! Lo
primero que dijo, y lo repetía tras cada frase, es que mejor se quedaba en su silla
quietecito, sin dar guerra ni sufrir más; pero, ya más confiado porque yo lo
escuchaba, me llegó a decir que no pensara por eso que él iba a pedir o desear
que alguien le ayudara a desaparecer, y me explicó por qué, porque en ese caso quien se llevaría
su alma sería el mismo diablo, y él por ahí no pasaba, porque era muy amigo de
Jesús.
Me dijo otras cosas, y tengo que reconocer antes de seguir, que logró emocionarme hasta humedecerme los
ojos, y tuve que hacerme el fuerte porque él se emocionó más todavía, y lloraba porque quería, no morirse, sino irse con
Jesús. Superado el ataque emotivo cargó con su cruz, una silla destartalada,
cargada con sus enseres y su alijo de medicinas para aliviar sus padecimientos; cambió el semblante, sacó fuerzas de flaqueza
y decidió ir a buscarse la comida a
algún bar, y seguir dando vueltas hasta que llegara la hora de refugiarse en su
cajero, donde le han dicho en el centro de salud que se quedará para siempre si
no deja la calle.
Por eso fue a pedir ayuda a los servicios sociales municipales,
y de allí lo mandaron a Cáritas. Antes de marchar todavía me dijo más cosas, que
el mundo está muy mal, que le gustaría dedicarse a servir a la iglesia en algún
sitio tranquilo, pero que hoy es muy difícil porque cada vez son menos los que
creen en Dios. Me dijo algo que me impactó: que todos los hombres somos malos,
unos con unos defectos y otros con otros, sólo los niños son inocentes y puros; tú sabes, me preguntó, qué hacen los niños cuando en sus cochecitos agitan los
brazos, patalean y se ríen, no están solos, están jugando con los ángeles.
Y aún me dio alguna lección más sobre la Biblia, me confesó que la leía con frecuencia, que no recordaba los
versículos pero que lo que le importaba era el contenido, porque le ayudaba
mucho, y me dijo algo asombroso: que era un libro fantástico porque cada vez
que la leía aprendía algo nuevo, y siempre encontraba una respuesta. Y volvía a
decirlo emocionado, y no podía con su pena o con su emoción, e invocaba a
Jesús, y le pedía que se lo llevara ya, porque era lo mejor.
Me contó otras cosas que él ha ido deduciendo desde su silla
de ruedas: que el mundo se acabará pronto, porque se va concentrando el poder
cada vez más en menos manos hasta que caiga en manos del Anticristo, el mismo
Satanás. Y me dijo también cómo hace tiempo habían desaparecido unas niñas y
que les habrían colocado un ship con el número de la Bestia, que lo estaban
haciendo en más personas, pero que él no se iba a dejar colocar ningún ship.
Terminó viendo muy próximo el juicio final.
He querido añadir este último párrafo por respetar la charla
completa, y puede que alguien esboce una sonrisa, yo mismo lo he hecho, pero
todo lo anterior es auténtico y conmovedor. Por eso pido para que Fermín alcance
todos sus deseos, que viva esa inocencia y pureza de los niños y disfrute jugando
con los ángeles.
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