No puede ser, si no, juzgad vosotros
mismos: un señor pierde a dos hijos en un crimen colectivo
espeluznante, más tarde pierde a su mujer víctima del sida; años
más tarde una tía es víctima de un crimen repugnante, como es el
asesinato de un mendigo por parte de unos jóvenes sin Dios y sin
ley, que disfrutan con ello.
Pero, lo más asombroso es que este
señor, al que he tenido el gusto de saludar esta mañana, es una
persona afable, creyente a tope, y para probarlo me muestra
precipitadamente la medalla de la Virgen del Rocío, porque sale
corriendo para el comedor. Es asombroso que ande recorriendo el
mundo, sin el menor espíritu de venganza, viviendo con absoluta
discreción su vida. Es asombroso que nos cuente su vida en un
momento, con la sonrisa en la cara, agradeciendo la atención que le
prestamos, sin pedir ni exigir nada.
A mi me parece un hombre con un alma
limpia, inocente, una víctima inocente, un ejemplo de cómo encajar
el sufrimiento sin dejarse arrastrar por la desesperanza, dispuesto a
vivir sin exigir ni lamentarse, a no buscar la mera compasión.
Gracias, amigo, por la lección que nos das hoy.
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