Un día me preguntó una persona necesitada por qué era yo voluntario, de momento me quedé pensativo porque no sabía qué contestarle, o no quería darle una respuesta porque no pareciera que presumía de ello; entonces él con mucha delicadeza me miró y me preguntó directamente "¿es por amor?" y yo no tuve más remedio que decirle "algo así", "sí", inmediatamente él me dijo "yo también amo mucho a Jesús".
Para mi es mucho más fácil recurrir a las palabras de otros más sabios y mejores, más constantes y experimentados que yo en el amor al prójimo, hoy os ofrezco estas palabras de San Cesáreo, que al principio nos resultan un tanto chocantes, como nos suele suceder cuando algún hombre de Dios habla sin complejos, pero luego nos convence plenamente.
San Cesáreo de Árles (470-543)
Para mi es mucho más fácil recurrir a las palabras de otros más sabios y mejores, más constantes y experimentados que yo en el amor al prójimo, hoy os ofrezco estas palabras de San Cesáreo, que al principio nos resultan un tanto chocantes, como nos suele suceder cuando algún hombre de Dios habla sin complejos, pero luego nos convence plenamente.
San Cesáreo de Árles (470-543)
Venid,
benditos de mi Padre, recibid en herencia el reino preparado para
vosotros.
Si estamos atentos, hermanos, el
hecho de que Cristo tenga hambre en los pobres nos es provechoso. Mirad:
un céntimo por un lado y el reino por el otro. ¿Es que hay alguna
comparación? Das un céntimo a un pobre y de Cristo recibes el
reino; das un pedazo de pan y de Cristo recibes la vida eterna; das
un vestido y de Cristo recibes el perdón de tus pecados.
No despreciemos a los pobres,
sino más bien deseémoslos para adelantarnos a ellos, porque la
miseria de los pobres es la medicina para los ricos, tal como el mismo
Señor lo dijo: Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio
todo. Que cada uno se afane en no venir a la iglesia con las
manos vacías: el que desee recibir debe , en efecto, ofrecer alguna
cosa. Que el que pueda proporcione un vestido nuevo a un pobre; el
que n o pueda, que por lo menos le ofrezca uno viejo. Y el que no se
sienta capaz de ello, que le ofrezca un pedazo de pan, que acoja a un
viajero, que le prepare un lecho, que le lave los pies, para merecer
que Cristo le diga: Venid, benditos, tomad posesión del reino,
porque tuve hambre y me disteis de comer; fui extranjero y me
acogisteis
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