lunes, 30 de marzo de 2015

De “Via-sacra para crentes e não crentes”



Por José Nunes Martins, Paulo Pereira da Silva, Francisco Gomes
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9ª estaçión:
Jesús cae por tercera vez


V. Os adoramos y bendecimos, Oh Jesús
R. Que por tu Santa cruz redimiste al mundo

¿Hasta cuando atacaréis a uno
tratando de derribarlo todos juntos
como a un muro que se desploma
como a una pared a punto de caer?
Sl. 62, 4

Al contrario de las cosas buenas, que tienden a ser únicas e irrepetibles, parece que las maldades encuentran  siempre forma de suceder una detrás de otra.

Cuando se cae por tercera vez se percibe que no es el fin, sino tal vez algo peor. Mucho peor.

… Estamos ahí, a la espera de todo y de nada… de lo que viniere. Nos condenamos a nosotros  mismos al fracaso absoluto, que llegamos incluso a considerar justo.

…casi no queda voluntad alguna.

A veces es una simple brisa, la memoria de una sonrisa, la historia de una lágrima, el recuerdo de un lugar o un sueño de un tiempo…

¡Sólo cuando me levanto, después de haberme perdido, es cuando me encuentro… a mí mismo!

¿Soy capaz de comprender que no soy el centro del mundo?    ¿Cuántas veces debo perdonar al otro?  ¿Qué quiero de mí?

Camina sobre la tierra. Tierra dura. Tierra sobre la cual los hombres caminan, siembran, construyen, trabajan, guerrean, se destruyen y se autodestruyen.

Ningún hombre caído en desgracia puede sufrir tanto sin que sea visitado por el Padre. Padre que ve y que escucha los gritos de los que están en tinieblas y en sombras de muerte.

El Señor viene a visitar a todos los que gritan…

Llega el momento en que Hijo se lanza en al vacío más profundo de la vida, junto a la muerte que viene del pecado. Pecado del cual está exento.

Quebrado, se tambalea y cae.

Es la tercera vez.

También por la tercera vez se levanta y prosigue en la fidelidad al Padre. Tres veces. Tantas como el número de llamadas de los Profetas…

Si entre el Padre y el Hijo la palabra es el silencio, la luz y el soplo de vida pura, en este instante es vacío y tinieblas.

¿Dónde está el Padre?

Señor, …
Hazme comprender que lo que Tú me exiges no es que yo no sea débil y frágil, pero sí que recomience siempre sin fin, con nuevas fuerzas. Aquí reside nuestra vida. Dame la Gracia de comprenderlo.


domingo, 29 de marzo de 2015

La normalidad del mal




Hay que revisar los procedimientos que garantizan la seguridad aérea, pero no hay mecanismos infalibles contra el libre arbitrio.

Aún es pronto para saber, con absoluta certeza, las causas del accidente aéreo que acabó con la vida de una centena y media de personas, pero ya es posible afirmar que este desastre de aviación comercial se debió a un fallo humano. De momento, todo lleva a creer que el co piloto, Andreas Lubitz, de 28 años, accionó el mecanismo que precipitó al avión de  Germanwings en solitario, causando la muerte inmediata de todos sus ocupantes.

Ante estos hechos, aún sujetos a confirmación, la pregunta surge espontánea: ¿por qué? ¿Qué justificación puede tener un acto del que resultan muertes inocentes? ¿Cómo explicar esta tremenda catástrofe? El rechazo en aceptar lo que parece ser por demás monstruoso e irracional, lleva a la búsqueda de causas que permitan entender el extraño comportamiento del co piloto. La aparente normalidad de Lubitz no logra explicar lo que es inexplicable y, por eso, es probable que la investigación no cese mientras no encuentre una razón, un motivo o, por lo menos, un pretexto que sea mínimamente aceptable. Pero, ¿Tiene que haber alguno?

Cuando un obispo polaco, Kazimierz Majdanski, fue invitado a poner por escrito su experiencia como prisionero, siendo aún seminarista, en los campos de exterminio de Sachsenhausen-Oranienburg y Dachau, subrayó que su testimonio no era contra sus verdugos o la nación germánica, sino  una llamada de atención en relación a una terrible realidad ocurrida en pleno siglo XX, tal vez en el país más culto del continente más desarrollado del mundo. O sea, los campos de concentración nazis son un ejemplo dramático y real de los extremos a que puede llegar el ser humano, cualquiera que sea su cultura, o su estado sicológico o sus condiciones socioeconómicas.

Sería muy ventajoso, excepto para Germanwings, encontrar una causa técnica para esta tragedia. Sería consolador para todos, sobre todo para los familiares de las víctimas, el reconocimiento de algún desequilibrio sicológico de Andreas Lubitz. Por tanto, puede suceder que no haya nada que explique lo que aconteció, ningún chivo expiatorio al cual se pueda, cómodamente, transferir esta inmensa culpa. Es posible que se trate de una acción consciente y deliberada de una persona perfectamente normal, sin dificultades económicas ni carencias afectivas. No es preciso pertenecer a una minoría étnica, ser militante de una movimiento terrorista, ser económicamente necesitado o tener alguna dolencia síquica, para cometer un crimen de estas proporciones. Basta ser alguien y haber tenido poder. Puede no haber sucedido ningún instante de locura, sino un momento perfecta lucidez. Y es esto, precisamente, lo que es aterrador.

Hannah Arendt tuvo el coraje de decirlo: muchos de los responsable del exterminio de millones de judíos, católicos, gitanos, etc., no eran monstruos, ni vampiros o dráculas. Eran funcionarios, algunos incluso con estudios superiores, y “buenos padres de familia”. Y, entre tanto, fueron los ejecutores del holocausto.

Ante una calamidad de estas dimensiones, importa rendir homenaje a las víctimas y dar todo el apoyo a las familias. Eventualmente, conviene revisar los procedimientos que garanticen la seguridad aérea, pero no hay mecanismos infalibles contra el libre albedrío. Por mayores que sean los avances técnicos en materia de seguridad, la libertad humana podrá siempre encontrar formas de burlar esas medidas y lograr la realización  de calamidades, como la que ahora ha provocado ciento cincuenta víctimas.

El mal no está en los otros, sino en nosotros, en cada uno de nosotros. La frontera que separa el bien del mal no es una línea que enfrenta a unos hombres, los buenos, contra los otros hombres, los malos, sino una raya que pasa por los corazones de todos los seres humanos, sin excepción. Todos somos capaces de lo mejor y de lo peor.

Más que intentar resolver estos casos con medios técnicos cada vez más sofisticados, hay que invertir en la formación moral de los ciudadanos. Sin una fuerte conciencia ética y social, el ser humano se vuelve, como diría Hobbes, un lobo para el mismo hombre, en un predador de sus semejantes.




sábado, 28 de marzo de 2015

La esperanza confía, la paciencia desafía


José Luís Nunes Martins
https://www.facebook.com/jlmartins/posts/10203803519275993:0
28 de março de 2015 


                                                          Ilustração de Carlos Ribeiro

La esperanza es la confianza en que el deseo de un bien futuro se realizará. La paciencia es la capacidad de sufrir los fracasos y los males de la existencia, sin caer en la desesperación.

La esperanza confía en el bien, la paciencia desafía el mal.

La vida de cada uno de nosotros está llena de promesas. Casi siempre es necesario esperar. A veces mucho. Y si hay promesas que son meras ilusiones, otras serán realidad pero sólo para quien sabe esperar.

El que es paciente soporta las imperfecciones, las suyas, las de los otros y las del mundo… sin grandes quejas. La paciencia es un coraje que, sin prisas o inquietudes, se hace mayor que las desesperaciones y angustias.

Esperanza y paciencia son elecciones. No se nace así.

La esperanza se pone siempre en algo que no depende sólo de la voluntad de quien espera, sino de un conjunto grande de circunstancias y voluntades ajenas. De ahí que la humildad sea esencial, en el sentido de comprender que es mucho lo que nos sobrepasa, y que, al final, todo cuanto podemos hacer es esperar pacientemente por lo que no depende de nosotros… mientras vamos haciendo nuestra parte.

En esta vida nuestra limitada, donde casi todo es pasajero y provisional, hay quien pasa mucho de su tiempo navegando por los mares del sufrimiento… la paciencia es la fuerza que nos permite sufrir y soportar casi todo sin precipitarnos en el desistimiento de lo que somos, como si la existencia no tuviese sentido.

La esperanza nace de una sabiduría que permite ver más allá de las tristezas y tragedias, orientándonos  más allá de nuestros límites y fracasos. Hay una distancia enorme entre lo que somos y lo que podemos ser. El futuro que se espera ilumina las decisiones del presente. Sólo quien sabe del mañana puede construir el camino de aquí para allá.

Somos limitados y debemos aceptarnos como tales, a nosotros, a los otros y al mundo. Sin grandes quejas. No puedo nunca aproximarme al corazón de alguien, sin antes aceptar sus limitaciones. Sin antes aceptarlo así… tal como es… Debemos corregirnos para inspirar a otros a hacerlo también. Siempre con la paciencia de sonreír, a pesar de todo… siendo perfectos, dentro de nuestras limitaciones.

Paciencia y esperanza se comparten. Hay quien, más que ver las heridas del otro, las siente como suyas, sufriéndolas. Hay también quien, con su forma entera de sufrir y de ser, soporta las adversidades sin desanimarse y nos da, así, señal y prueba de una fuerza que también nosotros podemos tener y ser.

El presentimiento y la desesperación, movidos por el miedo, hacen imposible cualquier alegría, presente o futura. Sencillamente, una esperanza  es cuanto basta para iluminar y olvidar una noche entera, por más larga y fría que sea, sin perdernos… pero siempre sin certezas, porque nuestra vida es siempre incierta… siempre… para lo mejor y para lo peor.

El que es paciente no afronta vida escondido. Sufre sin dejar de estar entero… en una vida entera… que no va a acabar.

La paciencia no es sólo una forma de resistir, es también una fuerza que se opone a lo que me intenta destruir. No hay nada que hacer. Es sufrir a fin de ser feliz.

La esperanza no es sólo una certeza que me consuela, es también una llama que me estimula e incentiva. No es quedarse a la espera. Es hacer lo que se espera.

La esperanza y la paciencia son áncoras que me garantizan que, a pesar de los dolores, superficialidades y desasosiegos, hay una tierra firme… en esta tierra construiré mi casa… y en esa casa va a latir mi corazón.


Porque mucho más allá de toda esperanza razonable hay un infinito que, de forma paciente, nos llama y espera por nosotros.

viernes, 27 de marzo de 2015

De “Via-sacra para crentes e não crentes”


Por José Nunes Martins, Paulo Pereira da Silva, Francisco Gomes
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7ª estaçión:
Jesús cae por segunda vez

V. Os adoramos y bendecimos, Oh Jesús
R. Que por tu Santa cruz redimiste al mund
“Pero, al caer yo, ellos se alegran,
se unen todos contra mí,
me hacen daño y nada entiendo,
me desgarran sin cesar.”
Sl 35, 15

Después de los buenos momentos… vienen siempre los peores.

El encuentro con lo más bello de la existencia no anula nuestra fragilidad.

Más de una vez, caemos.

Más de una vez experimentamos la derrota, sentimos que no somos tan importantes como creíamos, ni tampoco, nada de extraordinario.

Estamos, más de una vez, en el suelo. Encogidos. Como en el vientre de nuestra madre.

La flaqueza acumulada es una adversidad brutal. No sólo es necesario luchar contra lo que tenemos por delante, tenemos que combatir también las derrotas de las luchas anteriores, todos los dolores, cicatrices y heridas abiertas… todas las pérdidas.

¿Qué hace recurrente el sufrimiento a la voluntad?

Aumenta la tentación de de ceder al mal. Como si fuese natural habituarnos más a los vicios que a las virtudes.

A cada paso el camino se vuelve más largo…

Sufrimos lo que no merecemos. Pero la tristeza sólo es absurda cuando no se sabe por qué se lucha… mientras no se consigue ver  sentido alguno en el dolor…

Hay hombres y mujeres que, lejos de las miradas ajenas, luchan contra  adversidades enormes, dolores que algunos imaginan imposibles.

Luchan, sufren y se levantan, a pesar de todo.

Su voluntad de vivir y sonreír es mayor que la de desistir y llorar. Lloran, pero porque tienen voluntad de vivir. Sonríen siempre que perciben que su sonrisa puede llevar esperanza a otro.

Pero, aunque estemos caídos en el suelo, estamos en camino, estamos haciendo camino, el nuestro.

Ese que es necesario llevar hasta el final… hasta el punto más alto… porque no somos de ningún agujero.
Los ojos en el Cielo.

El cielo en los ojos.

Y nos levantamos, sabiendo que volveremos a caer… y seguimos adelante, a pesar de saber que tendremos que resistir el dolor de las heridas y que las fuerzas se van extinguiendo.

¿Cuántas veces me doy cuenta de aquellos que luchan para salir del fondo del pozo?        ¿Cuántas veces tengo que levantarme?      ¿Qué quiero de mí?      

Su cuerpo está herido.

Herido por los golpes de los látigos, por los espinos, por la caída, por las piedras afiladas del suelo… Sufre.

De la cabeza a los pies, todo el cuerpo  todo el cuerpo está sujeto a violencia y dolor.

El Señor es su cuerpo: huesos, músculos, nervios, respiración, pulsaciones, ojos, pelo… “Me diste un cuerpo”.

Todavía la víspera se había arrodillado y lavado los pies a sus discípulos, manifestándoles su amistad.

Hermanos en la humanidad y en la divinidad.

Luego uno le dio la espalda para entregarlo.

Fue aún más lejos y tan lejos…

Ahora, solo y terriblemente cansado, en medio de querella multitud ruidosa, grosera e insolente, el Señor continua su camino. “He aquí que vengo para hacer tu voluntad.”

El Señor cae. Es la segunda vez.

Beso de la carne a la tierra y a las piedras.

El corazón del Señor late por nosotros, por mí, en un ritmo sin fin.

Como nuestro hábito de querer retirar los calvarios de nuestra vida, sorteándolos en nuestro camino, ¿Será que no acabamos con el más simple y puro deseo de amar?

Señor, dame la capacidad de comprender la grandeza de sufrir por los otros.

De ofrecer al Padre mis preocupaciones, penas y dolores y de ofrecerlas por los que me son más queridos: Mujer, marido, hijos, padres, hermanos y amigos.

De ofrecerlas también por todas las miserias del mundo, por todo lo que es grande, puro, santo y está en riesgo de perderse, por los que yerran.

Cambia mi irritación por la alegría de unirme al Señor en la gran obra de la caridad y redención.

Deja que tu Amor trabaje en mí generosamente.


De “Via-sacra para crentes e não crentes”



Por José Nunes Martins, Paulo Pereira da Silva, Francisco Gomes
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8ª estaçión:
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén

V. Os adoramos y bendecimos, Oh Jesús
R. Que por tu Santa cruz redimiste al mundo

“¡Mujeres de Jerusalén,
No lloréis por Mí!
¡Llorad antes por vosotras
y por vuestros hijos!”

Cuando me reconozco, humildemente,  pequeño y casi insignificante, encuentro hermanos. Muchos. Tan frágiles como yo… y sus madres son como la mía, llenas de un amor que trasciende. Que reconoce, en cada hombre que sufre, un hijo…

Mientras unos nos golpean con fuerza, para que nos levantemos, otros están ahí para ayudarnos a cargar con nuestros dolores… se olvidan de ellos para estar con nosotros. Su presencia allí,…, revela que nuestro sufrimiento tiene sentido…

Hay quien encuentra en la misión de compartir el sufrimiento de otro una forma de luchar contra él mismo, mucho más incluso que la del otro…

¿Quién se entristece con mi tristeza?         ¿Lo reconozco?  ¿Lo agradezco?       ¿Me entristezco con la tristeza de otro?         ¿Condeno sus deseos de llorar?          ¿Le golpeo para que se levante?        ¿Me olvido de mí?

Cuerpo herido. La cabeza terriblemente dolorida por las espinas de la corona y por el sol abrasador. Le cuesta respirar. Odio y sarcasmo por todos lados. Y espeso. El peso siempre mayor.

¡Sorprendentemente, el Señor levanta la cabeza y habla a las mujeres! Aquel que casi no abrió la boca ante Pilatos…

Se lamenta de que las mujeres ofusquen su esperanza con las lágrimas.

Los hombres son iguales. Allí en Jerusalén u hoy: culpables, adoradores del poder y le los poderosos, llenos de sí, esclavos del pecado y resistentes al Amor. En veinte siglos, un sin número de seres inocentes son llevados a la muerte como juguetes de juegos de poder…

Pero a cada lágrima, a cada grito, el Señor responde: no lloréis… porque después del tercer día el Señor estará con nosotros a cada instante, vivo, y enjugará todas las lágrimas…

Siempre que mi sufrimiento fuera sofocante y que todo pareciera ceder a la violencia, en ese preciso momento, ayúdame, Señor, a mantener la calma y a acoger a los otros con delicadez y bondad, aunque eso sea difícil.



domingo, 22 de marzo de 2015

De “Via-sacra para crentes e não crentes”


Por José Nunes Martins, Paulo Pereira da Silva, Francisco Gomes
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6ª estación:
La Verónica enjuga el rostro de Jesús.


V. Os adoramos y bendecimos, Oh Jesús.
R. Que por vuestra Santa Cruz redimiste al mundo

“Quien Me ve,
ve también a Aquel que me Me envió.
Yo vine al mundo como luz”.
Jn. 12, 45-46

Frágil y en camino.

Porque soy como tú, te necesito.

Quien me reconoce y respeta, aún cuando son evidentes las heridas y las cicatrices de mis luchas, quien se arriesga para estar un segundo conmigo en esas profundidades, quien no recela del contagio inevitable de los dolores, quien con verdad se acerca y cuida de mi, ese merece todo.

Hay rostros que quedan impresos en nosotros.

Los de quien nos enseñó a través de la verdad de las palabras y mediante la autenticidad de sus ejemplos…

Los rostros de quien nos amó y así se dio a nosotros…

¿Me escondo cuando empiezo a sufrir?    ¿Cuántos de los que me conocen saben quien soy?   ¿Reconozco la fuerza del otro en su fragilidad?   ¿Cuántas veces quiero, lo mismo, saber de los otros?   ¿Cuántas veces limpie el rostro de alguien que me amó?   ¿Cuántas veces le dediqué una sonrisa?

Abandonado. Envuelto en odios, groserías, apatía

La cruz pesa terriblemente. El calor es sofocante, la respiración dificultosa y todo da vueltas delante de los ojos.

Una mujer, anónima, con su velo blanco, de un blanco inmaculado,  sale de la multitud y atraviesa el terrible cortejo.

Tomando en sus manos el paño blanco, Le limpia delicadamente el rostro.

Mostró delante de todos su amor con un gesto apasionado de confianza, sencillo, inmenso, intenso.

Él el Señor, limpia el rostro lleno de lágrimas de Verónica con su mirada de compasión.

El cortejo pasó. Los brazos de verónica abrazan con fuerza el paño embebido de la gracia.

Enséñame, Señor, a olvidarme y abandonarme a los otros. Ayúdame a pensar en ellos, a esforzarme por comprenderlos para que pueda ganar su confianza y decirles las palabras adecuadas en cada momento. Ayúdame  confortarlos, a saber construir una relación verdadera y llena de comunión.

Imprime, Señor, en mi corazón tu imagen para que yo consiga tener un verdadero mirar de compasión.


sábado, 21 de marzo de 2015

¿Don Quijote y Sancho Panza: una alegoría ibérica?





La independencia de Portugal parece deberse a una razón providencial, porque las otras naciones peninsulares que la intentaron, fracasaron hasta la fecha.

 La noticia reciente del probable descubrimiento de los restos mortales de Miguel de Cervantes es un buen pretexto para reflexionar sobre la dualidad ibérica, de algún modo representada en dos principales personajes de la obra que inmortalizó al referido escritor castellano: Don Quijote y Sancho Panza.

La independencia del condado de Portugal del reino de León, en el que estaba integrado, no derivó de ninguna singularidad que justificase su autonomía, sino por la afirmación del poder del propio D. Afonso Henriques, en relación al monarca leonés. Fueron las ansias de dominio y las rivalidades entre los lugares disputados en la reconquista los que dieron ocasión a los diversos reinos peninsulares que, en realidad, podrían haber constituido un único Estado, en vez de un mosaico de diminutos países de fronteras precarias.

De esos pequeños reinos, algunos tuvieron vida efímera, pero otros, como Portugal, sobrevivieron hasta la actualidad. No faltaron, es cierto, tentativas para reducir nuestro país a una provincia ibérica más, sobre todo por parte de los reyes castellanos, que consiguieron someter  su poder hegemónico las restantes nacionalidades peninsulares periféricas.

También de este lado de la raya no faltaros pretextos para la malograda unión ibérica. Por razones dinásticas, Portugal estuvo cerca de perder su independencia, en la crisis de 1383-85 y, más tarde, en 1580. La ascensión al trono de D. Joao I apartó el peligro de un rey castellano pero, con la muerte del Rey Cardenal D. Henrique, Felipe II de Castilla y Aragón es proclamado, en Cortes, rey de Portugal, manteniendo formalmente la independencia del reino lusitano. Aunque, en términos jurídicos, la unión fuese personal –de modo análogo al monarca de Gran Bretaña que es soberano de otros países, sin que estos sean dominios británicos- la verdad es que Portugal corría un riesgo serio de verse reducido a una región hispánica, a la par de Cataluña, del país Vasco o Asturias. De ahí la necesidad de restauración de 1640, que devolvió el trono a la Casa de Braganza.

Si las cuestiones dinásticas estuvieron en la base de dos graves crisis de independencia nacional, en 1385 y 1580, también la república representó un serio riesgo para la autonomía de la patria. Buena prueba de eso es la bandera iberista republicana, que señala, el verde, el territorio nacional, en contraposición con el bermejo, que simboliza el país vecino, dando lugar, por cierto, a una incoherencia heráldica que es también, desde el punto de vista cromático, muy desafortunada.

Si, desde un punto de vista histórico, todas las razones apuntaban a una unió, en un único Estado plural, de todas las nacionalidades ibéricas, la independencia de Portugal parece revelar una razón providencial, tanto más manifiesta por cuanto
otras naciones peninsulares la intentaron, hasta la fecha sin éxito.

Es posible que ese casamiento, tantas veces anunciado y pretendido, mas nunca consumado, se deba a una incompatibilidad histórica, que a la literaria contraposición entre D. Quijote y Sancho Panza parece simbolizar.

De hecho, el “ingenioso hidalgo de la Mancha” es una caricatura de los antiguos conquistadores castellanos que, por la fuerza de las armas, conquistaron un imperio y deshicieron otros, como el inca o el azteca. Por su lado, el simpático Sancho Panza parece ser el representante de una raza de comerciantes que, como Oliveira de Figueira, que Hergé inmortalizó, se hicieron al mundo dejando nostalgias – ¡y factorías!- por donde pasaron.

Todas las generalizaciones son injustas, incluso porque hubo también entre nuestros
descubridores guerreros impíos –recuérdese el “terrible” Alfonso de Alburquerque, D. José de Castro, etc.- y, en las huestes castellanas, ejemplos de profunda humanidad, como fue el caso de Fray Bartolomé de las Casas, el gran defensor de los derechos de los indios. Pero tal vez esta comparación entre los dos personajes cervantinos y  los Estados peninsulares, salvadas las debidas distancias, pueda ser una imagen feliz de lo que debe ser la relación entre las dos potencias ibéricas: Portugal y España están llamados a respetar su propia idiosincrasia y caminar juntos en la construcción de una Europa más unida y de un mundo más solidario.



De lo ajeno a lo íntimo


José Luís Nunes Martins

21 de março de 2015            
https://www.facebook.com/jlmartins?fref=nf



                                                      Ilustração de Carlos Ribeiro


Somos en gran parte lo que escogemos ser y eso depende también de los ejemplos que decidimos seguir… de quien queremos y no queremos tener cerca.

Entre lo que me es ajeno y lo que me es íntimo, está todo aquello que está cerca de mí. Lo que me envuelve y lo que yo envuelvo. Aquello a lo que me acerco más y también aquello de lo que me aparto.

Cerca. Ese es también un pedazo importante de mi mundo, que tiene significado, sentido y valor para mí… por ahí es por donde puedo crecer y dar sentido a la realidad posible, a mi futuro y al de los que están cerca.

El cielo no es un vacío infinito, sino la morada de los que por sus acciones se hacen mayores. Los egoístas viven cada uno en su agujero.

Cerca… de los que yo quiero que estén próximos. Sí, porque hay quien no está presente de forma evidente, pero la voluntad de compartir mi vida con la de ellos basta para tenerlos  próximos, alcanzándolos a partir de mi más íntimo yo… del fondo de mi ser.

Hay quien está físicamente cerca, pero no está allí… En la presencia de esos, estamos solos.

Amar es aceptar. Acoger al otro, hacer que el extraño se acerque y el próximo se vuelva íntimo… que quede allí, cerca, donde pueda ser tocado por nuestras manos… donde, juntos, podamos ser buenos.

En el amor, sólo las intimidades deben estar en comunión. Sin confusión, sin exclusión, sin que se anule parte alguna de cada uno. Hay quien se hace demasiado próximo y por eso anula al otro. No. Es necesario que haya espacio y tiempo para que cada uno pueda ser quien es y lo que quiere ser. No se trata de defendernos, sino sólo de que respetemos al otro.

El camino de cada uno de nosotros es largo y nuestra peregrinación vale siempre mucho más que la comodidad momentánea de cualquier estabilidad.

Hay quien prefiere partir a llegar. Quien busque descubrir todos los encantos y misterios del mundo… pero hay también quien sólo quiera ser feliz en cualquier lugar, buscándose a si mismo… en los otros. Sólo quien se busca se puede encontrar.

Muchos son los que andan perdidos… mas el amor implica una salida de sí, una aceptación del otro como otro, no como alguien en quien puedo (y creo que debo) proyectar lo que soy. Sólo cuando me olvido de mí puedo descubrir la verdad del otro. Sólo la mirada de los que nos aman importa, porque sólo él nos ve, sólo él nos revela quien somos.

La soledad no se opone a la multitud, sino al amor. Aquello  que alguien abandonado está buscando es  alguien próximo, no el aplauso de un montón de gente.

Yo me hago en mi camino. Cuando en él me encuentro con otro.


Mi camino es un itinerario de fe. Donde incremento lo real cada vez que lo hago posible…

jueves, 19 de marzo de 2015

De “Via-sacra para crentes e não crentes”



Por José Nunes Martins, Paulo Pereira da Silva, Francisco Gomes
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5ª estación:
Simón de Cirene ayuda a Jesús

V. Os adoramos y bendecimos, Oh Jesús.
R. Que por vuestra Santa Cruz redimiste al mundo

“…cogieron a un tal Simón,
de la ciudad de Cirene,
que regresaba del campo,
y lo forzaron a llevar la cruz detrás de Jesús”
Lc. 23, 26
Cuando nos encontramos caídos, no conseguimos ver la salida, mas he aquí que,… alguien, de la nada, nos viene a ayudar.

Somos poco. En un mundo lleno de sentidos que desconocemos, la vida de cada uno de nosotros está hecha de encuentros y desencuentros.

Quien sufre lo mismo que nosotros, nos ayuda, no permite que nos sintamos solos e inútiles.

Cargamos nuestras cruces en conjunto para seguir adelante y también para animarnos unos a otros…

A veces –tantas- evitamos pedir… otras veces desviamos, sencillamente, la mirada de quien nos pide…

Aliviar el dolor de alguien es una tarea divina.

No es preciso nada extraordinario para comenzar la limpieza de la casa de alguien que ya no consigue hacerlo… o, sencillamente, sonreír …

¿Cuántas veces llevé la cruz de los otros? ¿Les cobré después por eso?   ¿Sé que puedo ser un verdadero milagro en la vida de los otros?   ¿Soy yo un peso que los otros cargan? ¿Se lo agradezco?

Agotado. Lentamente. Sólo

El Señor avanza con dificultad. Es aún largo el camino y no hay tiempo que perder.

 Le echan mano (a Simón), como un animal de carga, para llevar la cruz. Simón ejecuta la orden del soldado y pasa al lugar del reo.

Tal vez no sabía a quien iba a sustituir,…

Para el Hombre-Dios, aunque aliviado un breve trayecto de la cruz, el peso es cada vez mayor a medida que pasa el tiempo...

Se establece una complicidad, una hermandad en la carne. Como si Dios tuviera necesidad del hombre frágil y débil…

El Señor avanza de nuevo hacia un Cireneo sorprendido y vuelve a cargar su cruz. Carga de nuevo el madero del fracaso aparente, el instrumento del amor mayor.

Lo que Simón hizo, consciente de ello o no, fue la oferta de sus fuerzas al Señor. Simón no rehusó su ayuda, al mismo tiempo que se ofreció él mismo, el Espíritu tuvo en cuenta su corazón.

Señor, a pesar de que ayudaste a tantos, vas ahora solo y abandonado hasta el fin, para ser mi camino y mi fortaleza.


Cuando todo parece desmoronarse y mis fuerzas me falten,… haz que … Mire al Señor que se aproxima,  acepte que me tiende la mano, acepte que él me lleve la cruz. Haz, entonces, que comprenda, Señor, que Tú eres fiel y no me abandonas.

Una familia rota, otra empresa quebrada.



Llega un momento en una vida, algo parecida a la del santo Job, en que, menos paciente que el santo,  te dan ganas de parar el tiempo, bajarte, y… aparecer en otro sitio, muy diferente, sin sufrir ni un ápice, donde todo sea nuevo y no conozcas a nadie  ni nadie te reconozca. Sólo así, parece posible una vida diferente, feliz.

Una familia rota es otra empresa más en ruinas. Hoy nos despertamos con la noticia del aumento de divorcios en un 6%. Explicación, un signo más de que estamos saliendo de la crisis... ¿Pero de qué crisis hablamos, entonces? Muchos, no son capaces de pensar más allá de sus deseos, por eso es una sociedad tan poco creativa, tan poco generosa, sin tiempo para los demás por puro ejercicio de humanidad. Y por eso la criticamos y denostamos, como si la sociedad no fuera cosa de todos.

Familias divididas y enfrentadas hacen una sociedad dividida y enfrentada. Es una lucha enfermiza por la supervivencia, la culpa de la infelicidad propia la tiene aquella persona a la que me entregué hace días,  meses, algunos años, o el niño que me pide una dedicación completa… La verdad, no sé como se puede recomponer esta sociedad, antes de que el batacazo sea irreversible, pues huele a final de etapa, o  sea un final muy selectivo como aquel que provocaba la bomba H, que sólo mataba los seres vivos y respetaba lo demás… creo que algo así se temía hace unos años, ya que los destrozos de la bomba atómica eran totales y poco económicos…

También es cierto que, este descontento, provoca la reacción de personas y grupos humanos que se rebelan contra la indiferencia y sacan a la luz las miserias de esta sociedad, y tratan de vivir con entrega y alegría su fe. Tratan de evitar  una catástrofe de dimensiones planetarias, o quizá universales.

Es una crisis es de proporciones inabarcables, pero lo es más aún porque se ha instalado en el interior de muchas personas, y no saben qué hacer, como evitar su propio fracaso, y tampoco encuentran un camino despejado, ni siquiera un estrecha senda, abierta por alguien que le precede y ha sido capaz de abrirse camino entre tanta maleza como crece en todas direcciones.

El remedio sale de dentro y viene de fuera, este mundo tiene que ser reflejo de otro mundo, revelado, imaginado, prometido a todos los hombres de buena voluntad, donde reina la paz, la justicia, el amor. Sólo sirviendo cada uno a sus mejores deseos y pensamientos, y siendo capaz de compartirlos con los que le rodean, se podrá empezar a reconstruir la sociedad que todos queremos, y en la que cabemos todos.

Aunque también hace falta valor para renunciar a la comodidad o la conveniencia ante cada elección, y mucha humildad para rectificar ante el error. No nacemos sabiendo, aprendemos de los demás, lo bueno y lo malo, primero en familia, después en sociedad. 




martes, 17 de marzo de 2015

De “Via-sacra para crentes e não crentes”



Por José Nunes Martins, Paulo Pereira da Silva, Francisco Gomes
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4ª estación:
Jesús se encuentra con su Madre


V. Os adoramos y bendecimos, Oh Jesús.
R. Que por vuestra Santa Cruz redimiste al mundo

“¿Quienes son mi madre y mis hermanos?”
Entonces Jesús miró a las personas
que estaban sentadas a su alredor y dice:
“Aquí están mi madre my mis hermanos.
El que cumple la voluntad de Dios
ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”
Mc. 3, 33-35

Encuentro. Después de la derrota, encuentro quien acepta mi fragilidad, quien me acepta como soy, quien me motiva siempre a ser más. Quien ve lo que soy, antes incluso de serlo yo.

La madre nunca está lejos. Nunca.

Dando todo, sin preocuparse de las heridas. Sin querer enjugar los ojos. Se ama mucho más allá de lo que la razón  puede comprender.

Quien ama encuentra siempre una forma de hacerse presente.

Cuando sufrimos y quedamos solos, es cuando nos damos cuenta  de que aquellos que nos aman están presentes.

Son pocos, muy pocos… pero son nuestra fuerza.

Cada vez que pienso en la profunda verdad  y bondad de sus gestos. Mi madre me da vida. Su vida.

¿Cuántas veces nos vamos lejos del amor de nuestra madre en busca de la admiración de extraños?     ¿Cuántas veces fui perdonado por mi madre? …
***

Ella es la Madre. Su madre. Aquella mujer que, casi una niña, fue fecundada por la más luminosa de las sombras. Su hijo lo fue antes de madurar en su vientre.

¡Su hijo es rey! Aclamado por los ángeles cuando nació, por los pastores y por los reyes venidos de lejos.

Pero María también sabe que Él es un rey raro, acompañado por pecadores miserables, pobre, pero que da vida a los afligidos a quienes toca.

Dolorosa. Aguarda a su hijo, su rey desfigurado que arrastra la cruz. Su alma esta traspasada y su espíritu se agita en el vacío y de aflicción por Dios que le inflige este suplicio. Simeón había profetizado, es el momento.

El rostro aparece. Es Él, su hijo. El Señor levanta la cabeza y sus miradas se encuentran, se funden.

La eternidad del amor penetró el tiempo del sufrimiento.

La mirada de María, una madre, la madre, continúa y continuará siempre brillando en el camino de nuestras vidas, incluso cuando todo parece oscuro y el padre ausente.

Señor, cuando me pidas un acto de generosidad y mi corazón estuviera herido por el sufrimiento o adormecido por la comodidad, ayúdame a serte fiel.



domingo, 15 de marzo de 2015

Yo, pecador, me confieso directamente con Dios…


http://observador.pt/opiniao/eu-pecador-me-confesso-directamente-a-deus/

La confesión, que decidió la conversión de Chesterton, es la jubilosa expresión del amor de dios porque, dice este autor, ¡la alegría, que era pequeña publicidad del  pagano, es el gigantesco secreto del cristiano”.

Juan, joven universitario, vino a estar conmigo para decirme que no quería confesarse con un padre, porque considera que no es necesario hacerlo para obtener el perdón divino. Prefiere reconciliarse directamente con Dios. Al final ¿¡no está Él en todas partes!?¿¡Y no sabe ya todos nuestros pecados!?

Razón no le faltaba y, por eso, estuve de acuerdo con Él:

- ¡Tienes toda la razón! ¡Yo también creo lo mismo y, por eso, no me confieso con un padre!¡Era lo que faltaba! Además, ¿¡Qué sentido tendría que yo le dijera mis pecados a una persona que ni siquiera ofendí!? ¡Más aún –y sé de lo que hablo, porque yo mismo soy padre y soy pecador! –los padres no siempre son los mejores cristianos. Yo me confieso siempre directamente con Dios. ¡Nunca me confesaría con un padre!

Juan se quedó perplejo con la respuesta pero, ante la duda, me preguntó:

Pues con Dios, directamente, como tú dices y dices muy bien. ¡Y por tus mismas razones! Ninguna otra cosa tiene sentido, creo yo.

- Pero – sugirió, algo temeroso, el joven universitario -¡no es eso lo que la Iglesia enseña o, por lo menos, la gran mayoría de los padres dicen!

-En eso estás tú muy engañado. Todos decimos lo mismo y todos reproducimos fielmente la doctrina de la Iglesia que, sobre este particular, no deja lugar a dudas. Es que Tú todavía no has percibido que lo que deseas es lo que la iglesia te ofrece, o sea, ¡la confesión directamente con Dios!

- ¿¡Cómo es eso, si la confesión individual, para que sea válida, requiere siempre el recurso de un confesor!?

- Me dice primero: ¿como hablas tú con tu enamorada, Mónica, que está haciendo el Erasmus, en Bélgica?

- Por el skype, o, si fuera muy urgente, por el móvil.

- ¿Pero hablas directamente con ella?

- Sí, claro, es con ella con quien hablo, aunque a través de un instrumento.

- ¿No hablas con el skype, ni con el móvil, no es verdad? ¿No comienzas tus conversaciones con ella saludando al skype, o al móvil, no?

- ¡Claro que no!¡Sería absurdo! No hablo con el skype, ni con el móvil, sólo me sirvo de ellos para hablar directamente con Mónica!

- Pues, Juan, ¡es eso mismo! Es lo que sucede cada vez que me confieso: hablo directamente con Dios, es a Él y sólo a Él a quien cuento mis pecados, porque también sólo Él me puede perdonar. Lo hago también a través de un instrumento, en este caso humano, que es el confesor. Pero no es con Él con  quien me confieso, aunque sea a través de él como mi contrición llega a Dios y el perdón de Dios me llega a mi, por la absolución sacramental.

- ¿¡Pero, no sería mucho mejor si el perdón divino nos llegase sin necesidad de recurrir a un ser humano!?

-Pero, si fuese como dices, ¿¡cómo alguien, aunque verdaderamente arrepentido, podría tener la certeza del perdón de Dios!?¿¡No sería angustioso quedarse sin saber si había sido, o no, perdonado!?¿No es reconfortante saber que el confesor, precisamente porque es también un pecador, nos comprende, por graves que sean nuestras faltas?

-Tiene razón, así es más fácil porque quien nos oye en confesión, sabe, por experiencia propia, de lo que nos acusamos…


La charla no quedó ahí, porque Juan ya se confiesa directamente con Dios. Me dice, de la última vez, que es como hablar con Mónica, pero con la ventaja de que, en la iglesia, hay siempre red y es gratis! Porque es, es gracia de Dios… que tiene una gracia inmensa! La confesión, que decidió la conversión de Chesterton, es la jubilosa expresión del amor de Dios porque, según este autor, “la alegría, que era pequeña publicidad del pagano,  es el gigantesco secreto del cristianismo”.

sábado, 14 de marzo de 2015

El disparate no es un derecho


14 de março de 2015 



                                                   Ilustração de Carlos Ribeiro

Cuando decidimos hacer un disparate, utilizamos un argumento tan fuerte como errado para justificar el mal que estamos a punto de realizar: ¡Tenemos  derecho a hacerlo!

En base a esa noción distorsionada de la justicia es como, tantas veces, nos colocamos por encima de otros y de la moralidad que defendemos para todos – los demás. Nos creemos más que los demás o que, por lo menos, somos la excepción a la regla.

A veces, nos sentimos cansados y agraviados; otras, creemos que, si escogemos un mal menor en vez de un mal mayor, estaremos escogiendo bien… pero, claro, no es por no ser la peor de las opciones por lo que deja de ser una mala elección.

Después de cometer el primer disparate, muchas personas, al darse cuenta del error, lo repiten. De esta forma intentan diluirlo u olvidarlo… hasta que al final de una serie de absurdos… se dan cuenta que lo más difícil, y lo mejor, habría sido evitar caer la primera vez.

Es importante que consigamos entender bien la inteligencia de las tentaciones, la forma como se presentan a fin de conseguir lo más mediocre que hay en nosotros… no, no pretenden de nosotros el mal supremo… sólo la mediocridad más vulgar y rastrera, la insignificancia… que seamos solamente nada, nada más.

La tentación de poder nos llevar a considerar que debemos hacer todo cuanto podemos… a fin de desarrollar nuestra libertad. Ahora bien, en verdad, nuestros valores y principios apuntan en una línea que no se debe cruzar. Pero, que seremos tanto más libres cuanto más fuertes seamos en el cumplimiento de lo que es acertado.

El fin último de todos los egoísmos es la soledad absoluta.

Si me creo más que los otros, aún quedo más solo.

Todos cometemos errores, pero ninguno tiene derecho a justificar sus faltas con las ajenas… no hay faltas justas.

En tiempos de fragilidad, nos tranquiliza la idea de que, en medio de tanto mal, podemos hacer una u otra cosa que, no siendo acertada ni mucho menos, por lo menos nos aliviará un poco la presión… y nos dará la paz que tanto queremos…
Pero nunca tenemos derecho a hacer mal a nadie… ni siquiera a nosotros mismos.

Por más profundo e inmenso que sea nuestro sufrimiento, por más confusa y extraña que sea nuestra situación en la vida, no tenemos derecho a escoger el mal. Sí, tenemos ese poder… pero nuestro deber es otro: ser cada vez mejores. Siempre. Cada día. En cada decisión… sin excepción.

No soy más que nadie, ni, por eso, estoy por encima de la moralidad por la cual evalúo a los demás. Si una acción es un disparate, entonces lo es siempre, lo mismo cuando yo soy el autor.


 (esta é a 200ª crónica!!)

viernes, 13 de marzo de 2015

De “Via-sacra para crentes e não crentes”,


Por José Nunes Martins, Paulo Pereira da Silva, Francisco Gomes

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3ª estación:
Jesús cae por primera vez


V. Os adoramos y os bendecimos, Oh Jesús.
R. Que por vuestra Santa Cruz redimiste al mundo.

“Jesús, llevando la Cruz a cuestas,
salió para un lugar llamado
“Lugar de la calavera”
Jn. 19, 17
Todos caemos, por más convencidos que estemos de que somos fuertes. No son sólo los débiles los que caen. Somos todos. A veces, el peso que tenemos que cargar es mayor que nuestras fuerzas y, por eso, caemos… cargamos el peso del mal que hacemos, de lo que sufrimos y parte de lo que se abate sobre aquellos que amamos.

También caemos cuando queremos llevar el peso solos. Sin humildad, no pedimos… y como no podemos, caemos. Cuando trato de valerme por mí mismo revelo flaqueza, así como cuando pido ayuda encuentro la grandeza de la fuerza  que nace del amor.

Queremos que el mundo comprenda y admire nuestro esfuerzo, pero muchos ni siquiera se dan cuenta que existimos. Nuestro sufrimiento no tendrá gran valor para quien no tiene lazo alguno con nosotros... Se siente que todo haya sido posiblemente en vano… al final… La infelicidad es tan fácil.

Es duro sufrir solo. Muy duro sufrir cuando los otros pasan y se apartan. Hay incluso quien quiere levantarnos, azotándonos.

…Quien ama tiene siempre una razón y una fuerza para luchar contra el mal, por grande que este sea…

Así, en el momento en que creemos que están agotadas nuestras fuerzas, es cuando más fuerzas  surgen  y somos capaces de levantarnos… no, no es un triunfo, porque sólo nos levantamos. El sufrimiento aún dura y está lejos de del fin.

Nos levantamos… y algo se eleva en nosotros.

La dignidad, la voluntad de ser lo que somos, la esperanza de que hay un sentido profundo para cada sufrimiento… aunque no lo podamos comprender.

¿por qué no tiendo la mano al que está caído? … ¿tengo miedo? … ¿de qué?
¿por qué razón no temo a la cobardía? … ¿Cuántas veces me dejo caer? … ¿Cuándo estoy por tierra, qué me hace levantar?

Cansado. Terriblemente cansado. No durmió, no comió. Por los cabellos escurre la sangre, el rostro tumefacto, la túnica sucia, los pies agrietados y negros de polvo.
El Señor ajusta su cuerpo a la cruz, los hombros y las espaldas dobladas al peso del madero, la mano dolorida por la aspereza de la corteza.
La madera muerta que el carpintero moldeó durante los años de contemplación es ahora otra oración.
El Señor camina con el madero.
Lo lleva porque el Padre así lo quiso. Por nosotros, por mí.
¡Avanza!¡Más deprisa!¡Avanza!
Las heridas brillan al sol tórrido.
El señor cae…
Su cuerpo se desploma sobre el polvo del suelo.
Desposa nuestra miseria.
Cae por nosotros. Sobre nosotros…
Abrazando este polvo de la tierra, el Señor se junta a todos los que  en su vida se arrastran por el suelo.
Nos viene a traer esperanza cuando ella muere y vida cuando ella vacila.
Cuando el sufrimiento fuere pesado  en mis hombros, por la virtud de tu paciencia  y de tu amor, ayúdame, Señor, a no desfallecer. Renuévame en la paciencia, dame fuerza para que avance siempre en la fidelidad a la voluntad del Padre.
“Si alguien quiere seguirMe, renuncie a sí mismo, tome su cruz y Me siga.”


martes, 10 de marzo de 2015

De "Via-sacra para crentes e não crentes"

Por José Nunes Martins, Paulo Pereira da Silva, Francisco Gomes

2ª estación:
                                                Jesús carga la cruz sobre sus hombros



“Pilatos dice a Jesús: ‘¿entonces Tú eres Rey?’
Jesús respondió:
‘Tú  dices que Yo soy rey’ (Jn. 18, 37)


Somos frágiles, la vida es dura... Hay pesos que no podemos levantar. Toda la rebeldía sería tan ilusoria como inútil. Pero no debemos caer en la simple resignación, es necesario que asumamos esos pesos y los queramos levantar…

Tenemos que aceptar la indiferencia y la incomprensión de otros.

Los males pesan, siempre. Sean los míos, los del mundo o los de los que amo…hay que aceptarlos primero, para hacerles frente después.

Tengo que negarme a mí mismo si quiero amar a otro. Tengo que concentrar mi atención en la fuerza de mis hombros, más que en el peso de la cruz... Tengo que tener voluntad de amar, a pesar de aquel sufrimiento que existe en el camino.

…Pocos quedan al lado del que va a perder. Pocos son los que escogen  el camino cierto o, al menos, admiran a quien lo escoge.

En silencio, asumo que mi camino es este, que lo quiero y en él sigo adelante, paso a paso. Sin grandes lamentos.

¿Asumo mi fragilidad? ¿Me doy cuenta de la fuerza que tengo para cargar las cruces que llevo?  ¿Estoy en mi camino?
***
La sentencia fue pronunciada. El Señor la escuchó en silencio... El Señor recibe el madero. Lo toma decidido, ni a la fuerza ni resignado. La cruz es la misión del Padre, nuestra salvación. Comienza el camino que conduce  al lugar llamado Calvario.

Injurias, blasfemias… La mirada de quien siguen el cortejo infernal con los ojos penetrantes del amor puede adivinar, debajo del horror, el poder de Dios y su juventud eterna.

¿A caso  en los dramas de la vida mi mirada consigue revestirse de amor para adivinar, más allá del sufrimiento y de la injusticia, el infinito amor de Dios?

El Señor tomó con todas sus fuerzas su cruz, la puso sobre los hombros como la carga de nuestros pecados que sólo Él podía llevar.

Ayúdame, Señor, a ser fuerte y lleno de coraje cuando fuere necesario. Que no endurezca mi corazón y no me lamente ante lo inevitable.

Si buscas un Cristo sin cruz, encontrarás una cruz sin Cristo.