domingo, 22 de marzo de 2015

De “Via-sacra para crentes e não crentes”


Por José Nunes Martins, Paulo Pereira da Silva, Francisco Gomes
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6ª estación:
La Verónica enjuga el rostro de Jesús.


V. Os adoramos y bendecimos, Oh Jesús.
R. Que por vuestra Santa Cruz redimiste al mundo

“Quien Me ve,
ve también a Aquel que me Me envió.
Yo vine al mundo como luz”.
Jn. 12, 45-46

Frágil y en camino.

Porque soy como tú, te necesito.

Quien me reconoce y respeta, aún cuando son evidentes las heridas y las cicatrices de mis luchas, quien se arriesga para estar un segundo conmigo en esas profundidades, quien no recela del contagio inevitable de los dolores, quien con verdad se acerca y cuida de mi, ese merece todo.

Hay rostros que quedan impresos en nosotros.

Los de quien nos enseñó a través de la verdad de las palabras y mediante la autenticidad de sus ejemplos…

Los rostros de quien nos amó y así se dio a nosotros…

¿Me escondo cuando empiezo a sufrir?    ¿Cuántos de los que me conocen saben quien soy?   ¿Reconozco la fuerza del otro en su fragilidad?   ¿Cuántas veces quiero, lo mismo, saber de los otros?   ¿Cuántas veces limpie el rostro de alguien que me amó?   ¿Cuántas veces le dediqué una sonrisa?

Abandonado. Envuelto en odios, groserías, apatía

La cruz pesa terriblemente. El calor es sofocante, la respiración dificultosa y todo da vueltas delante de los ojos.

Una mujer, anónima, con su velo blanco, de un blanco inmaculado,  sale de la multitud y atraviesa el terrible cortejo.

Tomando en sus manos el paño blanco, Le limpia delicadamente el rostro.

Mostró delante de todos su amor con un gesto apasionado de confianza, sencillo, inmenso, intenso.

Él el Señor, limpia el rostro lleno de lágrimas de Verónica con su mirada de compasión.

El cortejo pasó. Los brazos de verónica abrazan con fuerza el paño embebido de la gracia.

Enséñame, Señor, a olvidarme y abandonarme a los otros. Ayúdame a pensar en ellos, a esforzarme por comprenderlos para que pueda ganar su confianza y decirles las palabras adecuadas en cada momento. Ayúdame  confortarlos, a saber construir una relación verdadera y llena de comunión.

Imprime, Señor, en mi corazón tu imagen para que yo consiga tener un verdadero mirar de compasión.


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