Por José Nunes Martins, Paulo Pereira da Silva,
Francisco Gomes
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8ª estaçión:
Jesús encuentra a las mujeres de
Jerusalén
V. Os adoramos y bendecimos, Oh
Jesús
R. Que por tu Santa cruz redimiste
al mundo
“¡Mujeres de Jerusalén,
No lloréis por Mí!
¡Llorad antes por vosotras
y por vuestros hijos!”
Cuando me reconozco,
humildemente, pequeño y casi
insignificante, encuentro hermanos. Muchos. Tan frágiles como yo… y sus madres
son como la mía, llenas de un amor que trasciende. Que reconoce, en cada hombre
que sufre, un hijo…
Mientras unos nos
golpean con fuerza, para que nos levantemos, otros están ahí para ayudarnos a
cargar con nuestros dolores… se olvidan de ellos para estar con nosotros. Su
presencia allí,…, revela que nuestro sufrimiento tiene sentido…
Hay quien encuentra en
la misión de compartir el sufrimiento de otro una forma de luchar contra él
mismo, mucho más incluso que la del otro…
¿Quién
se entristece con mi tristeza? ¿Lo
reconozco? ¿Lo agradezco? ¿Me
entristezco con la tristeza de otro?
¿Condeno sus deseos de llorar? ¿Le golpeo para que se levante? ¿Me
olvido de mí?
Cuerpo herido. La cabeza terriblemente dolorida
por las espinas de la corona y por el sol abrasador. Le cuesta respirar. Odio y
sarcasmo por todos lados. Y espeso. El peso siempre mayor.
¡Sorprendentemente, el
Señor levanta la cabeza y habla a las mujeres! Aquel que casi no abrió la boca
ante Pilatos…
Se lamenta de que las
mujeres ofusquen su esperanza con las lágrimas.
Los hombres son
iguales. Allí en Jerusalén u hoy: culpables, adoradores del poder y le los
poderosos, llenos de sí, esclavos del pecado y resistentes al Amor. En veinte
siglos, un sin número de seres inocentes son llevados a la muerte como juguetes
de juegos de poder…
Pero a cada lágrima, a
cada grito, el Señor responde: no lloréis… porque después del tercer día el Señor
estará con nosotros a cada instante, vivo, y enjugará todas las lágrimas…
Siempre que mi
sufrimiento fuera sofocante y que todo pareciera ceder a la violencia, en ese
preciso momento, ayúdame, Señor, a mantener la calma y a acoger a los otros con
delicadez y bondad, aunque eso sea difícil.
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