Por José Nunes Martins, Paulo Pereira da Silva,
Francisco Gomes
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4ª estación:
Jesús se encuentra con su Madre
V. Os adoramos y bendecimos, Oh
Jesús.
R. Que por vuestra Santa Cruz
redimiste al mundo
“¿Quienes son mi madre y mis hermanos?”
Entonces Jesús miró a las personas
que estaban sentadas a su alredor y dice:
“Aquí están mi madre my mis hermanos.
El que cumple la voluntad de Dios
ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”
Mc.
3, 33-35
Encuentro. Después de la derrota, encuentro quien
acepta mi fragilidad, quien me acepta como soy, quien me motiva siempre a ser
más. Quien ve lo que soy, antes incluso de serlo yo.
La madre nunca está
lejos. Nunca.
Dando todo, sin
preocuparse de las heridas. Sin querer enjugar los ojos. Se ama mucho más allá
de lo que la razón puede comprender.
Quien ama encuentra
siempre una forma de hacerse presente.
Cuando sufrimos y
quedamos solos, es cuando nos damos cuenta
de que aquellos que nos aman están presentes.
Son pocos, muy pocos…
pero son nuestra fuerza.
Cada vez que pienso en
la profunda verdad y bondad de sus
gestos. Mi madre me da vida. Su vida.
¿Cuántas veces nos vamos
lejos del amor de nuestra madre en busca de la admiración de extraños? ¿Cuántas veces fui perdonado por mi madre? …
***
Ella es la Madre. Su madre. Aquella mujer que,
casi una niña, fue fecundada por la más luminosa de las sombras. Su hijo lo fue
antes de madurar en su vientre.
¡Su hijo es rey!
Aclamado por los ángeles cuando nació, por los pastores y por los reyes venidos
de lejos.
Pero María también sabe
que Él es un rey raro, acompañado por pecadores miserables, pobre, pero que da
vida a los afligidos a quienes toca.
Dolorosa. Aguarda a su
hijo, su rey desfigurado que arrastra la cruz. Su alma esta traspasada y su
espíritu se agita en el vacío y de aflicción por Dios que le inflige este
suplicio. Simeón había profetizado, es el momento.
El rostro aparece. Es Él,
su hijo. El Señor levanta la cabeza y sus miradas se encuentran, se funden.
La eternidad del amor
penetró el tiempo del sufrimiento.
La mirada de María, una
madre, la madre, continúa y continuará siempre brillando en el camino de
nuestras vidas, incluso cuando todo parece oscuro y el padre ausente.
Señor, cuando me pidas
un acto de generosidad y mi corazón estuviera herido por el sufrimiento o
adormecido por la comodidad, ayúdame a serte fiel.
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