Melancolía y arrepentimiento
José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79
Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. PAULUS (pág. 211)
Ilustracion Carlos
Ribero
Somos aquello que
escogemos. Nuestra identidad se construye en el tiempo con lo que es más
relevante cada día. Se suceden tristezas y alegrías. Los días pasan por
nosotros, uno a uno, ordenadamente, y nosotros pasamos por ellos… Nos sucedemos
a nosotros mismos en una construcción continua que retiene la luz y la
oscuridad de cada hoy.
Cada vida humana es tan
singular y original como dinámica y continua, integrando siempre varias ideas,
sentimientos, espacios y tiempos… ante lo que queda de lo que pasamos podemos
entristecernos o alegrarnos, pensamos unas cosas, otras nos hacen volar.
Vivimos en un espacio
de tiempo al que llamamos presente, una dinámica entre el pasado y el futuro. Estos
casi nunca se tocan. Pero en el arrepentimiento y la melancolía… sí. El
arrepentimiento es un compromiso que asumimos con nosotros mismos en el que presentamos
nuestro futuro como redentor de la culpa pasada. Funciona de forma eficaz, si
fuéramos serios. La melancolía se
constituye como la presencia de algo ausente, que se perdió en el tiempo pero
permanece en el sentimiento. El melancólico vive en un estado de contraste
entre lo que le es dado en el presente, lo que tiene delante de sí, y el
pasado, representado dentro de sí… la carencia que siente es acompañada por el
deseo de recuperar lo que ya fue y por la consciencia de que tal anhelo es
imposible… pero, también aquí, se puede dar un salto, lógicamente absurdo, por
el cual el futuro da sentido al pasado, a través de la libre decisión por la
que él altera el rumbo.
Hay quien no se
arrepiente, tal vez en la convicción de que no fue libre al escoger, entonces sólo
le queda asumir aquello que el destino le reservó; otros no se arrepienten
porque creen que es posible y deseable
pasar por encima de sí mismos sin dejar señal de que fueron… el arrepentimiento
les surge como una mancha que les estropea el proyecto de ser felices, como si
la culpa no formase parte de la vida de
cualquier ser humano corriente. Es necesario asumir los errores pasados,
tenerlos presentes, para que los futuros sean diferentes. Mejores.
La vida es corta, pero
suficientemente extensa para que en ella quepa toda la verdad.
La multitud está
compuesta de muchos yos que no son diferentes de mí, no hay buenos ni malos,
hay personas de carne y hueso, cada una con su vida, construyendo siempre historias
simples y complicadas. Son raras las que se dan cuenta de la urgencia de ser
feliz y de la tamaña responsabilidad en relación a eso. No, no debemos creer que
la felicidad viene a abrazarnos mientras tumbados y tristes esperamos por ella.
La alegría auténtica depende de mí, depende de lo que yo decida hoy. La
felicidad no es un destino paradisíaco al que se llega, sino una forma de
caminar por la vida, en este valle donde se mezclan la soledad y el amor, en
este inmenso mar de melancolía y arrepentimientos.
Las personas cambian,
evolucionan y se revelan…
De la soledad que me
rodea debo concluir la certeza de que dependo enteramente de mí. En el fondo de
lo que soy puedo encontrar algo más que los sueños y recuerdos, algo divino que
me sobrepasa pero que me pide que sea yo el que decida, que confía en lo que
soy para crear una vida y que sea ella misma parte del alma del mundo, que lo
anime y haga avanzar, en fin, que mi existencia funcione como un soporte a la
vida plena de los que están al alcance de mi brazo y de mi abrazo.
Si comprendemos la
esencia irreversible del tiempo y asumimos corajudamente la melancolía y los
arrepentimientos de ayer y de anteayer, entonces estaremos en el camino cierto.
Aquel en que se es feliz a cada paso.