martes, 29 de abril de 2014

Melancolía y arrepentimiento

José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. PAULUS (pág. 211)


                                                          Ilustracion Carlos Ribero

Somos aquello que escogemos. Nuestra identidad se construye en el tiempo con lo que es más relevante cada día. Se suceden tristezas y alegrías. Los días pasan por nosotros, uno a uno, ordenadamente, y nosotros pasamos por ellos… Nos sucedemos a nosotros mismos en una construcción continua que retiene la luz y la oscuridad de cada hoy.

Cada vida humana es tan singular y original como dinámica y continua, integrando siempre varias ideas, sentimientos, espacios y tiempos… ante lo que queda de lo que pasamos podemos entristecernos o alegrarnos, pensamos unas cosas, otras nos hacen volar.

Vivimos en un espacio de tiempo al que llamamos presente, una dinámica entre el pasado y el futuro. Estos casi nunca se tocan. Pero en el arrepentimiento y la melancolía… sí. El arrepentimiento es un compromiso que asumimos con nosotros mismos en el que presentamos nuestro futuro como redentor de la culpa pasada. Funciona de forma eficaz, si fuéramos serios. La melancolía  se constituye como la presencia de algo ausente, que se perdió en el tiempo pero permanece en el sentimiento. El melancólico vive en un estado de contraste entre lo que le es dado en el presente, lo que tiene delante de sí, y el pasado, representado dentro de sí… la carencia que siente es acompañada por el deseo de recuperar lo que ya fue y por la consciencia de que tal anhelo es imposible… pero, también aquí, se puede dar un salto, lógicamente absurdo, por el cual el futuro da sentido al pasado, a través de la libre decisión por la que él altera el rumbo.

Hay quien no se arrepiente, tal vez en la convicción de que no fue libre al escoger, entonces sólo le queda asumir aquello que el destino le reservó; otros no se arrepienten porque  creen que es posible y deseable pasar por encima de sí mismos sin dejar señal de que fueron… el arrepentimiento les surge como una mancha que les estropea el proyecto de ser felices, como si la culpa no formase parte  de la vida de cualquier ser humano corriente. Es necesario asumir los errores pasados, tenerlos presentes, para que los futuros sean diferentes. Mejores.

La vida es corta, pero suficientemente extensa para que en ella quepa toda la verdad.

La multitud está compuesta de muchos yos que no son diferentes de mí, no hay buenos ni malos, hay personas de carne y hueso, cada una con su vida, construyendo siempre historias simples y complicadas. Son raras las que se dan cuenta de la urgencia de ser feliz y de la tamaña responsabilidad en relación a eso. No, no debemos creer que la felicidad viene a abrazarnos mientras tumbados y tristes esperamos por ella. La alegría auténtica depende de mí, depende de lo que yo decida hoy. La felicidad no es un destino paradisíaco al que se llega, sino una forma de caminar por la vida, en este valle donde se mezclan la soledad y el amor, en este inmenso mar de melancolía y arrepentimientos.
Las personas cambian, evolucionan y se revelan…

De la soledad que me rodea debo concluir la certeza de que dependo enteramente de mí. En el fondo de lo que soy puedo encontrar algo más que los sueños y recuerdos, algo divino que me sobrepasa pero que me pide que sea yo el que decida, que confía en lo que soy para crear una vida y que sea ella misma parte del alma del mundo, que lo anime y haga avanzar, en fin, que mi existencia funcione como un soporte a la vida plena de los que están al alcance de mi brazo y de mi abrazo.

Si comprendemos la esencia irreversible del tiempo y asumimos corajudamente la melancolía y los arrepentimientos de ayer y de anteayer, entonces estaremos en el camino cierto. Aquel en que se es feliz a cada paso.


lunes, 28 de abril de 2014

De la Homilía del Papa Francisco en la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII. 27 de abril de 2014



En el centro de este domingo, que Juan Pablo II quiso dedicar a la Divina Misericordia, están
 las llagas gloriosas de Cristo resucitado.

Él ya las enseñó:
la primera vez que se apareció a los apóstoles,…
A Tomás lo invitó a tocar sus llagas

  • Son un escándalo para la fe, pero son también la comprobación de la fe. Por eso,
  • en el cuerpo de Cristo resucitado las llagas no desaparecen,  son el signo permanente del amor de Dios por nosotros, y
  • son indispensables para creer en Dios. No para creer que Dios existe, sino para creer que Dios es amor, misericordia, fidelidad. San Pedro, citando a Isaías, escribe a los cristianos: «Sus heridas nos han curado» (1 P 2,24; cf. Is 53,5).

Juan XXIII y Juan Pablo II

  • tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado.
  • No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz;
  • no se avergonzaron de la carne del hermano (cf. Is 58,7), porque en cada persona que sufría veían a Jesús.
  • Fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresia del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia.

  • Fueron sacerdotes, obispos y papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte; fue más fuerte la fe en Jesucristo Redentor del hombre y Señor de la historia; en ellos fue más fuerte la misericordia de Dios que se manifiesta en estas cinco llagas; más fuerte la cercanía materna de María.

  • En estos dos hombres contemplativos de las llagas de Cristo y testigos de su misericordia había

«una esperanza viva”:

  • La esperanza y el gozo que Cristo resucitado da a sus discípulos,
  • La esperanza y el gozo pascual, purificados en el crisol de la humillación, del vaciamiento, de la cercanía a los pecadores hasta el extremo, hasta la náusea a causa de la amargura de aquel cáliz. 
  • Ésta es la esperanza y el gozo que los dos papas santos recibieron como un don del Señor resucitado, y que a su vez dieron abundantemente al Pueblo de Dios, recibiendo de él un reconocimiento eterno.

  • Esta esperanza y esta alegría se respiraba en la primera comunidad de los creyentes, en Jerusalén, como se nos narra en los Hechos de los Apóstoles (cf. 2,42-47).
  • Y ésta es la imagen de la Iglesia que el Concilio Vaticano II tuvo ante sí.
  • Juan XXIII y Juan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisionomía originaria, la fisionomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos. No olvidemos que son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia.
  • En la convocatoria del Concilio, Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo. Éste fue su gran servicio a la Iglesia; fue el Papa de la docilidad al Espíritu.
  • En este servicio al Pueblo de Dios, Juan Pablo II fue el Papa de la familia. Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado. Me gusta subrayarlo ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con las familias,.
  • Que estos dos nuevos santos pastores del Pueblo de Dios intercedan por la Iglesia, para que, durante estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia. Que ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas de Cristo, a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama.




Gestión de crisis


José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus


                                                 Ilustracion Carlos Ribero

Según lo que comúnmente se cree, las personas, ante situaciones límite, o lidian con estrés de forma negativa y quedan incapaces de actuar, o encaran la situación de forma positiva y la dominan a través de actitudes y acciones que podrán, a posteriori, ser consideradas heroicas.

Con todo, esta es una idea errada, la mayoría de nosotros tiende a comportarse ante situaciones de gran anormalidad y peligro de una forma extrañamente calma – como si todo en el escenario de crisis fuese corriente. Casi nadie se deja inmovilizar por el miedo ni es movido por instintos audaces. Tendemos, simplemente, a ignorar la crisis y a pensar, sentir y actuar tal como si nada hubiese sucedido.

Hay, en las tragedias, quien se paralice y quien sea temerario, pero se trata de cualidades que no son desencadenadas por la situación, sino que son rasgos de personalidad que se cumplen también en circunstancias extraordinarias.

Las personas, como los ríos, cambian sus aguas de acuerdo con su profundidad. Pero la mayor parte de la sociedad es radicalmente superficial.

El mayor riesgo de esta no gestión de la crisis es ignorar los peligros y no afrontarlos. En muchas situaciones, las personas, alimentadas por un optimismo ingenuo, incluso tienen una sonrisa en los labios (pero no dejan de morir por causa de eso).

Este estado de apatía, extrañamente normal, impide, de hecho, que se cometan errores graves, pero tampoco hace nada para salvar lo que es importante. Parece preferir ignorar.

Ante una tragedia, sentarse a esperar que pase es, en verdad, correr de forma clara, decisiva y fatal en dirección al centro de la desgracia.
……………………..

sábado, 26 de abril de 2014

Dos en uno





Dos nuevos santos en una única celebración: en el segundo domingo de pascua, también llamado de “Pascoela”   , o también de la divina misericordia, dos papas serán canonizados, o sea, incluidos en la lista, el canon, dos bienaventurados a los cuales la Iglesia, después de reconocerles virtudes heroicas y el poder de realizar milagros, tributa culto universal.

San Juan XXIII es, sobre todo, el gran papa que convocó el Concilio Vaticano II y que impulsó el ecumenismo. Con su sonrisa y humildad, introdujo un nuevo estilo eclesial. Cupo a San Juan Pablo II aplicar el concilio, especialmente a través del catecismo de la Iglesia Católica y del nuevo código canónico. El papa polaco fue además el protagonista de la “conversión” de Rusia, de la caída del muro de Berlín y de la liberación de los países del Este. Ambos guardan, también, una especial relación con Portugal.

Ángelo Giuseppe Roncalli, más allá de un muy lejano parentesco con familias lusitanas, fue, después de 624 año, el primer sucesor de Pedro en reasumir, como, Papa, el nombre del único papa portugués, Juan XXI.

Karol Wojtyla, a su vez, estableció una fortísima relación con Fátima, con ocasión del atentado que sufrió en la plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981. La coincidencia con el aniversario de la primera aparición mariana en la Cueva de Iria fue, para Juan Pablo II, providencial. Desde entonces, agradecería a la “Señora más brillante que el sol” el milagroso rescate de su vida, identificándose con la víctima vestida de blanco a que se aludía en la tercera parte del secreto, revelada en 2000, en la beatificación de los beatos Francisco y Jacinta Marto.

La Iglesia está de enhorabuena, pero Portugal también.

¡San Juan XXIII y San Juan Pablo II, rogad por esta tierra de Santa María, rogad por nosotros!



El deber de la libertad




                                                           Ilustração de Carlos Ribeiro

La libertad es un deber. No se trata de tener opciones para escoger, sino tan solo de asumir una, y, obedeciéndose a sí mismo, seguirla hasta el fin. Ser libre no es una cuestión de poder… es mucho más que eso. Es el derecho a seguir recto.

Ser libre obliga a ser auténtico, desigual. Imagínese un proyecto que se puede y debe ir alterando, pero que se va cumpliendo… somos una obra en construcción permanente, rumbo a una identidad tanto más única cuanto auténtica.

El hombre libre se lanza en el presente, se proyecta al futuro, no espera de forma pasiva las circunstancias propicias, las procura, y, si no las hay, las sueña y las construye. Sin grandes inquietudes y ansiedades… Siempre hay muchas más posibilidades de las que aparecen a primera vista. ¡Es esencial comprender que así como el pasado esta cerrado, el futuro está abierto! Todo puede ser diferente, hoy mismo.

Todo cuanto se hace, queda hecho. La dinámica del tiempo nos lleva a tener que, a cada momento, decidir y seguir adelante, sin que nunca más sea posible volver allí, a aquel instante concreto. Ser libre es querer seguir adelante.

Ser libre es establecer las propias leyes. La libertad es un compromiso. Cuando escogemos, nos escogemos, ante nosotros mismos, ante los otros y ante el mundo. No basta ser independiente para ser libre. Quien no se compromete, no sueña y no hace un camino,  no es libre… pasa la vida encontrando culpables y declarándose inocente.

Ser responsable no es un estado pasajero, sino una actitud interior que se juega en el espacio y en el tiempo. Es lo que permite una vida sana, en comunidad, en que cada uno asume, de forma libre, las faltas de todos los demás.

La libertad es respeto. Sólo quien reconoce el valor del otro es digno de reconocer el suyo. El otro es y será siempre un ser libre. Puedo permitirme ayudarle, mas no sustituirlo en la responsabilidad de escoger se a sí mismo. Puedo ayudar, pero no crear. Amar a alguien es aceptarlo, tal como es, sin contar con supuestas evoluciones previsibles… nadie deja de evolucionar, es cierto, pero siempre y sólo a partir de dentro.

La libertad es una lucidez. Una luz que permite reconocer el valor absoluto de cada vida. No se vive de ilusiones. No se vive de mentiras. No se vive de deseos. Es en la verdad de la realidad concreta donde se construye nuestra existencia. A pesar de las condiciones impuestas por la naturaleza y por la sociedad en que vive, cada uno de nosotros debe ser señor de sí mismo, luchar por superar todo lo que trata de dominar sin su acuerdo. A pesar de todas las contrariedades, habrá siempre una elección  final entre la resignación o la rebeldía… entre participar en el destino o luchar contra él.

Se puede comprender el valor de alguien por la forma como narra e interpreta su pasado, las responsabilidades que atribuye a sí y a los otros… pocos son conscientes del protagonismo que tienen en la propia vida.

No tiene sentido amor sin libertad, ni libertad sin amor. La voluntad es libre y aspira a lo mejor. Aún cuando escoge el mal es porque allí cree ver un bien. La libertad no es un fin, sino el medio por el cual se llega al bien. El amor es la perfección de la libertad. Una decisión que me compromete tanto a mí como al otro. Por ahí es por donde me puedo liberar de mi egoísmo y llegar a ser más que… yo.

Sólo es libre quien resiste a la maldad y no desiste de la felicidad… quien asume la responsabilidad de no dejar que sus sueños se vuelvan imposibles.


viernes, 25 de abril de 2014

El esplendor del silencio


José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus (Pag. 193)

                                                        Ilustración Carlos Ribero

No será difícil comprender que no hay verdad sin silencio; que es en la paz de quien aprende a callarse donde reside la fuerza que da vida a la vida; que los egoísmos hablan mucho, nunca se callan, necesitan de atención y se creen capaces de enseñar todo a todos… no se dan cuenta de que su discurso es tremendamente vacío y ruidoso. Sucio.

Las palabras son instrumentos importantes de comunicación, pero son, en la abrumadora mayoría de los casos, medios por los cuales nos desviamos de lo esencial, nos distraemos de lo que  vale precisamente la pena, nos entretenemos en los prejuicios para no tener que luchar por lo que debemos ser. Hoy se habla demasiado. Bastan pocas palabras para decir todo lo que hay que decir. Lo que es realmente importante se da en silencio.

Hay un barullo enorme y permanente en el mundo. Ruidos que corroen la paz que se desea. Torrentes de palabras que prometen todo siempre. Cumplen poco, muy poco. Es muy importante por tanto volver a lo simple, dar tiempo y espacio a lo que de valioso hay en el mundo para que ello se revele… Para que estemos atentos cuando, en el griterío desasosegante de los días, el descubrimiento del sentido silencioso de todo nos ilumine en la construcción de nuestro camino.

Toda palabra es nada. Algunas merecen el respeto de ser destacadas de las demás, de no contarlas como una más, rescatándolas de la basura donde se encuentran las otras. Por eso quien habla con propiedad tiene que comprometerse en el silencio que debe envolver  abundantemente lo que ha de decir.

Nombrar; dar nombres a las cosas es un movimiento de inteligencia, un momento en que la racionalidad pretende apropiarse de lo que le es exterior. Pero no se podrá nombrar o pensar nada en cuanto no se le hubiera dado nombre a la propia inteligencia; mientras no fuera capaz de entender y aceptar el silencio que existe antes y después de las cosas; mientras no se comprenda con el corazón que la inteligencia es una parte de él. Tal vez la más rebelde. ¡Quién sabe si no una de las más bellas!

El coraje de la esperanza se prueba en el largo silencio. Es fundamental aprender a callar, a escuchar, a pensar y a sentir, antes de comenzar a… palabrear.

El silencio es poético, Poesía pura. En él se crean y alimentan los sueños, nacen y crecen las fuerzas que los ha de hacer reales, en él se sufre y en él se regocija. Sólo en el silencio se vive verdaderamente.

Pero son muchos los que temen la autenticidad. Por eso son tantos los que huyen del silencio. En él la mentira se encuentra con el más eficaz antídoto. Pero, mientras unos huyen de él como enemigo, otros encuentran en el silencio su refugio. Se encuentran a sí mismos… y a quien interesa encontrar. Al silencio le corresponde siempre la última palabra. En él el vacío de sentido no existe, porque la soledad del reposo, donde el tiempo pasa sin prisas, permite que la paciencia alcance la sabiduría de conocer el ser de cada cosa, el todo de cada detalle… sólo el silencio posibilita el tiempo y el espacio donde se revela el sentido.

Una palabra callada siempre puede ser dicha. Pero la que fue dicha ya no podrá jamás ser callada. Aprender el silencio es una de los secretos de la sabiduría. Por último, todos los secretos se guardan en el silencio.

Con la paz de los silencios, la verdadera esperanza se hace coraje. Fuerza capaz de vencer largos vacíos de sentido. Fe pura –casi sin señales. Soledad de quien siente, ante la infinidad de los horizontes, que no está solo, nunca, a pesar de todo. A pesar de nada.

Hasta los desiertos y las altas montañas se hacen oír… En silencio, con paz y paciencia, se escucha todo, también a Dios.







jueves, 24 de abril de 2014

El derecho a la soledad

José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus (pág. 185)

                                                                                        
                                                                                  Ilustración: Carlos Ribero

Cada hombre tiene derecho a su vida, cada hombre tiene derecho a su soledad. Más que realizarse en medio de los otros, sólo vive plenamente el que fuera autónomo. Todos tenemos derecho a un espacio nuestro, a un mundo donde podamos ser quienes somos.

El paternalismo es la forma más vulgar de tratar con aquellos a quien no se respeta la soledad. Es el vicio común de intentar salvar a los otros de los peligros que, supuestamente, representan para sí mismos. Partiendo de esto, se les dice que no tendrán  que preocuparse más de sí mismos, para, con prohibiciones y obligaciones, anularles la libertad para acabar muchas veces por causarles mayores daños  que aquellos que se pretendían evitar.

Es mejor errar autónomamente que acertar por la fuerza de una voluntad ajena. Es importante dejar a aquellos que queremos bien que fallen y prepararnos para ayudarles después.

Ningún hombre tiene naturalmente derecho sobre la vida de otro. Somos  libres ante nosotros mismos y ante los demás, pero nunca sobre nadie.


Dejar morir a un padre es un crimen hediondo. Matar un hijo también. Su aparente falta de utilidad no refleja en forma alguna su valor más íntimo y profundo: ser únicos, con tanto derecho como nosotros a existir aquí. Hay que cuidar de los padres y dejar nacer a los hijos. En el tribunal de cualquier conciencia, en la más intima soledad de cada uno, no se encuentra ningún fundamento que permita a nadie ser inocente de aniquilar una vida humana. Tenga ella más pasado o más futuro… es igual.

martes, 22 de abril de 2014

Reputación

José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus (pág. 179)


                                                                                       Ilustración: Carlos Ribero

Las personas andan infelices en gran parte debido al hecho de que están cada vez más confusas en relación a lo que es realmente importante. Pasan sus días procurando cosas que, en vez de hacerlos felices, les causa ansiedad.

Se busca la fama, como si el valor de cada uno dependiese de aquello que le es reconocido por los otros. La verdadera libertad pasa por la capacidad de ser quienes somos, independientemente de la opinión ajena. Quien busca agradar a los demás poco tiempo le queda para agradarse a sí mismo. Sencillamente. Aquello que piensan sobre nosotros no nos merece respeto. Tratemos de ser quienes somos: felices.

El miedo a fallar puede impedirnos seguir un camino nuestro. Son muchos los que tienen coraje y saben… pero, en el momento clave, el miedo los paraliza. En estos casos es bueno pensar que no hay comparación posible entre lo que se pierde por haberse fallado y lo que se pierde por no haberlo siquiera intentado.

El miedo al fracaso esconde a veces el temor al juicio ajeno sobre un eventual fracaso propio. ¿Pero qué diferente puede hacer a nuestra paz y felicidad si los otros nos admiran, condenan o ignoran? Cuidado. Son muchos los que desean que los acompañemos en sus fracasos, por lo que  nuestro acierto será siempre, a sus ojos, condenable.

Dos buenos principios de vida: nuestra indiferencia y paz ante lo que piensan acerca de nosotros; y, la tranquilidad de que nunca tengamos que juzgar a nadie.



lunes, 21 de abril de 2014

Tanta información, tan poca educación


José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus (pág. 175)

                                                Ilustración: Carlos Ribero


Una explosión de conocimientos, producida a la vuelta del siglo XVII, parece haber adquirido dimensiones que sobrepasan los límites de la imaginación en los últimos veinticinco años.

Todas las áreas tradicionales del conocimiento se han expandido. Hay cada vez más especialistas que a su vez perciben  cada vez mejor que los saberes se entrecruzan. En un futuro muy próximo quizá se retorne al saber único. Más profundo y rico que hasta ahora… o eso, u otro modelo tan genial como simple.

La información debe ser recogida y almacenada. Después filtrada y organizada. Pero aquí reside un problema fundamental: aún estamos aprendiendo a ver el inmenso mar de datos. Andamos, más o menos, maravillados con los prodigios de la técnica, nos divertimos y fingimos que no se trata de nada relevante. Cuando, en verdad, nos cumple adecuar, tan rápidamente como sea posible, nuestra inteligencia a las necesidades importantes y urgentes, que surgen de la inmensidad de potencialidades a nuestra disposición. Ya que si algunas no pueden ser desperdiciadas, hay otras en las que no debemos dar un paso en su dirección.

Vivimos en una sociedad rica en información. Riquísima, tal vez en el peor de los sentidos. Casi todo está a distancia de dos o tres cliques y en cuatro o cinco segundos tenemos delante de nuestros ojos una montaña de información.

Uno de los efectos perversos de este contexto es la falta de responsabilidad del individuo en llamar así la capacidad de recoger y almacenar los datos importantes de su propia realidad. Parece que no le interesa saber este o aquel contenido, mientras se sepa como  buscarlo. Pero, los llamados motores de búsqueda, así como los contenidos por donde navega, resultan de selecciones más o menos inteligentes que sobrepasan completamente al usuario corriente. Son opciones ajenas. Resultan de criterios muy específicos, a veces altamente perversos, tan bien disfrazados de simplicidad y transparencia que son pocos los que llegan a percibir  lo que alimenta y sustenta esta máquina que parece tan bondadosa…

Es admirable y extraña esta fe en la tecnología. Son millones los que confían de forma tan completamente voluntaria como estúpida lo que piensan, sienten o desean a las bases de datos… tal vez con la secreta esperanza de que se puedan analizar y evaluar de aquí a unos meses o años, o tal vez para que alguien, cualquier día en el futuro, les diga quien son… pero estas informaciones son íntimas y constituyen, por sí mismas, una de nuestras mayores riquezas: ser misteriosos a los otros, profundos y absolutamente únicos. Renunciar a esto es desistir de ser quien se es.

Los hombres de hoy son esclavos de la tecnología, en vez de señores de ella.

En la vida, todo debe ser conducido con sabiduría. Sin establecer criterios, prioridades e importancias, casi nada sale a derecho. A cada uno de nosotros se nos requiere que personalmente, analice y evalúe lo que nos rodea. Descubra valores, trace y siga un camino. Uno solo. El nuestro. Sólo nuestro. Absolutamente único.

Pero la mayoría de las personas prefiere grupos, cambian su capacidad de ser únicos por la sonrisa de aprobación de aquellos a quien imitan…

En la formación de cada ser humano es esencial la promoción de su total autonomía; una dignidad que se asienta en la libertad y responsabilidad de crearnos a nosotros mismos de una forma tan auténtica como bella y original.

La educación es crucial, hoy más que nunca. Importa aprender a discernir bien lo esencial de lo accesorio, lo privado de lo público, lo que es valioso de lo que sólo  parece serlo. Es importante lanzarnos a la formación de seres cada vez más humanos, que constituyan mejores familias, a fin de que toda la humanidad mejore. Pero, cuidado: es nuestro ejemplo el que educa, más, mucho más, que nuestras mejores palabras…
……………………….

... Hay cada vez más especialistas... En un futuro muy próximo quizá se retorne al saber único. Más profundo y rico que hasta ahora…

… aún estamos aprendiendo a ver el inmenso mar de datos. Andamos, más o menos, maravillados con los prodigios de la técnica…

… Casi todo está a distancia de dos o tres cliques y en cuatro o cinco segundos tenemos delante de nuestros ojos una montaña de información.

… Parece que no le interesa saber este o aquel contenido, mientras se sepa como  buscarlo. Pero, los llamados motores de búsqueda, así como los contenidos... Son opciones ajenas. Resultan de criterios…, a veces altamente perversos…

... Son millones los que confían de forma tan completamente voluntaria como estúpida lo que piensan, sienten o desean a las bases de datos…  

En la vida, todo debe ser conducido con sabiduría. Sin establecer criterios, prioridades e importancias, casi nada sale a derecho…

La educación es crucial, hoy más que nunca. …Es importante lanzarnos a la formación de seres cada vez más humanos, …, a fin de que toda la humanidad mejore…

                                              

domingo, 20 de abril de 2014

La Pascua, la Ciencia y el Sudario


ilustração de Carlos Ribeiro

En el domingo de Pascua, los cristianos festejan la resurrección de Cristo que, según los evangelios, ocurrió al tercer día después de su crucifixión y muerte. Este misterio de la fe, que es el fundamento del cristianismo, es también un hecho histórico que la ciencia no desconoce.

Muy al contrario, nadie había asistido a la resurrección, sin embargo, más de quinientas personas vieron a Jesús de Nazaret después de haber resucitado, se les apareció en diversas circunstancias, momentos y lugares. El testimonio, unánime, de una tan grande cantidad de personas da al conocimiento la consistencia de un hecho científicamente comprobado. Muchas otras realidades históricas no tienen, a su favor, tantos testimonios contemporáneos.

Hay todavía una prueba documental de irrefutable valor científico: el sudario de Turín, que constituye, en terminología forense, el “cuerpo del delito” verificado en Jerusalén, aproximadamente en los años treinta de nuestra era. Los peritos en medicina legal son unánimes en su veredicto: ese paño es, por supuesto, una mortaja nueva que envolvió el cadáver de un hombre, que fue crucificado después de haber sido flagelado, coronado de espinas y herido, ya muerto, por una lanza que le perforó entre la quinta y la sexta costilla. Los exámenes metodológico y paleontológico confirman que el tejido, típico de Palestina del siglo I, tiene aproximadamente dos mil años y estuvo en contacto con un cuerpo muerto, entre 36 y 40 horas, precisamente el tiempo transcurrido, según la Biblia, entre la muerte de Jesús (hacia las 15hs del sexto día) y su resurrección (en la madrugada del domingo).

Es verdad que un intento de datación del sudario por el método del carbono 14 llevó a creer que el mismo sería posterior a 1260 y anterior a 1390, pero la comunidad científica acogió con fundado escepticismo el resultado de una investigación  que, entre varias irregularidades, no del todo inocentes, no tuvo en cuenta que el tejido fue hervido en aceite en 1503, sufrió un incendio en 1532 y, además, que fue muchas veces expuesto al aire libre. Estas circunstancias interferirán en el resultado de ese examen y, por eso, exigían que se hubiese hecho necesaria abstracción de los isótopos recientes, lo que no sucedió.

Pero, si fuese cierto que el sudario era de mediados de los siglos XII o XIII, ¡¿Cómo explicar que, a esas alturas, se usase una mortaja tejida más de mil años antes?! ¡¿Qué razón se podría aducir para el hecho de que el cuerpo en él amortajado hubiera sido previamente flagelado, “al modo romano”, y crucificado, si tales procedimientos hace más de mil años que ya no se usaban?!

Es llamativo que, en el sudario, no conste la mínima señal de corrupción, al contrario de lo que ocurre en cualquier otra mortaja en contacto con un cadáver, así como el hecho de no conocerse ninguna técnica, antigua o actual, que permita aquel tipo de impresión. Es también cierto que el cuerpo muerto no podría haber sido retirado por manos humanas, en cuyo caso la respectiva imagen no podría tener la nitidez y precisión que presenta.

Nadie, hasta la fecha, consiguió obtener una imagen semejante a la del sudario y, por eso, los principales científicos que estudiaron este hallazgo arqueológico se inclinan por la hipótesis de que la misma ha sido impresa por “irradiación de calor”. La fe dice lo mismo, pero usando otro término: resurrección.

San Agustín decía que creía, para mejor comprender, y que comprendía, para creer mejor. La fe pascual trasciende la razón, de modo análogo a como la recta razón se abre al misterio de la fe, que la completa y realiza en la plenitud de la verdad.






sábado, 19 de abril de 2014

Traidores hay muchos




                                                           Ilustração de Carlos Ribeiro


Parece que hoy solamente se estima que las relaciones humanas son buenas si no hubiera que pagar un precio… todos quieren lo mejor sin tener que pasar por lo peor.

Amar es respetar, sí, pero sólo en la salud, no en la enfermedad… en la alegría, pero no en la tristeza… sólo se quiere eso, a lo que se llama amor en cuanto significa placer y confortabilidad… en el caso contrario, y al mínimo desagrado, se pone luego todo en cuestión… ahora no hay voluntad de construir futuro, e incluso lo pasado es visto como una pérdida de tiempo, teniendo en cuenta que fueron frustradas las expectativas de una vida de sueños… y se parte entonces en busca de lo mejor.

Hoy, si por cualquier caso se descose un botón de un abrigo, se prefiere tirarlo y comprar otro, en vez de repararlo, o de aceptarlo así, con esa su imperfección. ¡Como si fuésemos perfectos y nada imperfecto nos quedase bien!

La traición supone intimidad, sólo aquellos a quienes abrimos el corazón nos pueden traicionar…traicionar es impedir al otro ser lo que es, por medio de un gesto hecho desde dentro de una relación de confianza.

Buena parte de los sufrimientos envuelven un dolor adicional… ya que somos confrontados con la verdad cruel de que muchos de aquellos con quienes cotábamos, al final, ni están siempre presentes… ni son quienes creíamos. Son… infieles.

El traidor se divide en dos. El que era –o el que creíamos que era- y el que es. Deja de ser digno de nuestra confianza. Se convierte en una pérdida… que nos hace sangrar.

Intentemos perdonar a quien nos traiciona, intentemos no traicionar a quien nos perdona.

No hay amor sin perdón.



viernes, 18 de abril de 2014

El infierno es la soledad


Por José Luís Nunes Martins
publicada on 11 Jan 2014 - 05:00


Nunca quiso ser una carga para quien le podía dar la mano, destrozar la vida a quien podía, quizá apartado de los ojos del mundo, lucharía mejor contra la angustia.

Érase una vez un hombre que a cierta altura de su vida se sintió solo. Sin comprenderlo, se sintió en un lugar remoto, donde no hay camino, donde no hay nadie… ni va a llegar…
           
Al principio tomó esta angustia como algo pasajero, que desaparecería de la misma forma que había aparecido, pero, después, sintió que la desesperación se estaba instalando  tenaz y definitivamente, que se alimentaba de las raíces de aquello que había de bueno en él… y que, si no se hiciera algo, en breve no quedaría nada de lo que era.        

…hasta que llegó a un punto en el cual cada noche se enfrentaba al abandono absoluto. Tendido en la cama, sentía el cuerpo carente de calor… pero nada… temía y temblaba… y de este modo, con el espíritu casi agotado, se entregaba al sueño.

Cada recuerdo era un despertar a la pesadilla… un nacer crudo y cruel en un mundo hecho de brumas y cenizas… como si una especie de injusticia bruta lo obligase a subirse sobre unos carriles que le predestinaban  tiempos, lugares y gestos… y se repetían hasta la náusea. El cuerpo pronto nos traiciona. Es el primero que cede a los ataques del enemigo.

En cuanto el sol se ponía y confirmaba que había pasado un día sin que tuviese ninguna esperanza de llegar a puerto… se entristecía más. Cada noche le esperaba más hambre y más frío…

Lo peor de todo era no conseguir entender la razón de tanto absurdo. La desproporción de tanto dolor.

Llegó a pensar en  la propia fe como una maldición, algo que le sujetaba el espíritu a un estado de coma… y lo mantenía en el sufrimiento. Una esperanza que sólo sirve para hacer sufrir a quien se engaña…

Se sentía solo. Necesitaba a alguien… pero nunca quiso ser una carga para quien le podía dar la mano, destrozar la vida a quien podía; quizá apartado de los ojos del mundo, estaría en mejor situación para luchar contra la angustia.

Se sentía mitad de cualquier cosa… del amor sólo tenía la añoranza… lo cual ponía al descubierto su tremenda carencia… en que se volvía a encontrar… un agujero negro…

Una noche muy fría comprendió que, más que vivir con los otros, el infierno es un desierto infinito donde no hay nada, donde todos los miedos se resumen  en uno: quedarse para siempre solo.

En cambio, quien tiene por que llorar, vive con sentido. A pesar de todo el sufrimiento. Había que entablar una lucha por la voluntad de pensar en el bien, una guerra íntima, allí donde cada hombre a penas se tiene a sí mismo… la grandeza de cada uno se puede apreciar también por la profundidad y paciencia con que lucha contra el mal.

Los dolores más profundos resultan, no de los golpes hechos de repente, sino de los que, en una interminable persistencia, se clavan de forma lenta y decidida en la carne, una tortura silenciosa, un trabajo persistente. Del mal al bien y del bien al mal…

Se llamaba Joao.

Cuando le llegó la muerte, se presento a ella con el mismo miedo con que todas las noches se enfrentaba a la nada… tal vez con más frío que nunca…

Una cálida mañana, tranquila y familiar, recordó…sonrió, sin comprender…
           

Nunca más iba a quedarse solo.


jueves, 17 de abril de 2014

Dios


José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus (pág. 163)

                                                Ilustración: Carlos Ribero

Caos es un nombre genérico que se utiliza para designar todo el conjunto de cosas en las cuales no se consigue descubrir orden o razón. Lo incomprensible pasa así a ser tomado como desordenado… extraño criterio ese que no respeta la humildad como sabio principio de razón humana. Con todo, el caos puede al final  ser un sistema con un orden de nivel superior, y el Hombre sería la medida de todas las cosas, menos de aquellas que le son superiores.

Tal vez, cada ser humano sea un trozo de algo mayor de aquello que consigue limitadamente pensar. Con sentido, causa y finalidad más que racionales. Pero el espíritu que quisiera comprender esto debe aniquilarse en un subjetivo acto de fe: hacer el largo camino en espiral hasta el fondo de su intimidad, buscando los contornos de la realidad última, donde se revela de forma simple algo que no es cosa de este mundo: Dios. El mundo no deja de ser completo y ordenado por no formar parte de él Dios … pensar “bondadosamente” que al universo le falta Dios es una injuria a la sabiduría divina…

En el fondo de mí encuentro la presencia de un Dios que está en casa… nosotros es que salimos a mirar aquí, a dar un paseo…


Pobre es el espíritu que se contenta con caos, casualidades o armonías,  donde todo se puede comprender por nuestra razón finita. Todo tiene sentido, sí, porque todo da sentido. Y al Hombre le es dado aún más:  construirse libremente, en una vida singular tan valiosa y llena como toda la infinita armonía del mundo…


miércoles, 16 de abril de 2014

Vivir de gracia


José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus (pag. 167)



                                            Ilustración: Carlos Ribero

Puede que el paraíso anhelado para otro mundo esté al final  aquí. La gracia, fuerza de la bondad, está un poco por todos lados y basta tener fe en ella para que, dando lo mejor de nosotros al mundo, una alegría sutil y profunda, una felicidad desbordante, comience a nacer en nosotros.

Imagínese alguien que lleva una ración de comida caliente a un hombre hambriento que vive en el frío de una calle cualquiera. ¿Cuál de estos dos hombres prefiere ser el lector? ¿El que da o el que recibe? Ciertamente, el que da.¿Pero por qué prefiere dar a recibir? Pocos comprenden que la voluntad de dar es señal de que se tiene más; ahora el ansiar recibir  significa que no se tiene suficiente… y hay los que cuanto más ricos se hacen, más pobres son. Porque se vuelven más y más necesitados. Esta dimensión material revela un problema de fondo. Que corroe desde dentro el corazón de quien lo alberga.

En la lógica consumista en que vivimos, pocos se dan cuenta de que el elemento que lo soporta es el deseo artificialmente creado para poder ser asimilado como lo que alguien quiere, desde el mismo comienzo, vender. Primero la siembra de un vacío, después la “solución” perfecta para esa angustiosa necesidad. La gracia, por ser pura, no tiene precio, es gratis.

Así que son satisfechas sus necesidades elementales, algunos comienzan luego a compartir lo que les llega a las manos, mientras que otros, por ser más pobres, comienzan a acumular sin fin… nunca desbordado, nunca serán felices, nunca darán… ni una sonrisa. Son agujeros negros. No tienen la gracia.

Tal vez el fuego del infierno sea el egoísmo que consume lenta y definitivamente a los que escogen no amar. Desgraciados.



martes, 15 de abril de 2014

Con los ojos cargados de sueños



José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus (pág. 163)


Ilustraçao Carlos Ribeiro


Todos los cambios cuestan. También cuando son para mejorar… pero incluso cuando lo peor acaba.

El hombre tiende a adaptarse a todas las circunstancias. Porque somos humanos, somos capaces de afrontar y superar las adversidades, aunque siempre tendamos a una adaptación más que a cualquier cambio. Como si concentrásemos todas nuestras fuerzas en el sentido de preservarnos, más que arriesgar heroicamente la supervivencia para lograr una condición mejor.

A veces las circunstancias cambian súbitamente, la comodidad desaparece porque no se reconoce el suelo nuevo. Se cierran los ojos, se recuerdan los sueños. Nos concentramos en lo más bello que hay, el futuro, que siempre depende de nosotros más de lo que pensamos. De la nada surgen entonces fuerzas capaces de cargar el mundo entero.

Los ojos cargados de sueños transportan. De una felicidad de ingenuos que no es más que una esperanza capaz de iluminar el camino que ha de ser hecho.

Cada uno de nosotros precisa de una casa. De un lugar donde haya el calor de la esperanza, un pedazo de espacio donde se conjugan diversos esfuerzos para que los sueños soñados  a la mesa salgan de la nada, para que la felicidad desde allí se transporte a otras casas.

Habrá hombres que se demoran una vida entera hasta encontrar su casa. Algunos hasta que les llega la muerte… pero la mayor parte de las veces el camino hacia nuestra casa pasa por la voluntad de cambiar el interior y prepararlo para aceptar algo diferente, algo que no depende de nosotros, el otro.

El sufrimiento de las horas difíciles une a los que lo soportan en común. Las horas no se hacen nunca ni más largas ni más cortas y nuestro tiempo aquí es limitado, bien limitado. Casi siempre demasiado corto para tantos sueños… pero el secreto tal vez pase  por la capacidad de aprender a soñar más sencillamente, soñar con el mañana  antes de soñar con el año que vendrá después. Soñar a la mesa, con los descansan su corazón abierto en el lugar donde el nuestro también está en paz. Después, cambiar lo que fuere necesario, todo, es necesario. Siendo más fuertes que los miedos.

La felicidad nunca llega al corazón de los egoístas. Las lágrimas sólo salen de los ojos de quien es capaz de soñar. Porque solo quien se confía a la esperanza sufre los reveses de tantas noches que demoran las madrugadas. Sólo quien espera lo mejor sufre el peso de su demora…

La vida no es solo esto, aquí. Es más, mucho más. Quien busca el significado de su existencia sólo por aquello que ve en este mundo, se condena a una vida sin sentido, por no ser capaz de ver con los ojos cerrados…
Los cambios duelen. Sin duda. Porque envuelven incertidumbres. ¿Pero no será nuestra vida, toda ella, una enorme incertidumbre? ¡Y es tanto más bella por saberse que es cierto que en ese mar incierto, más tarde o más temprano, descubriremos nuestra casa!


lunes, 14 de abril de 2014

Del saber a la sabiduría


José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus


                                                          Ilustración: Carlos Ribero

Hoy se sabe casi todo, pero se ignora lo importante.
Acumulamos saber al mismo tiempo que nos apartamos de la sabiduría. La sociedad actual está ante un problema gigantesco: ¿Cómo administrar el volumen monstruoso de información? ¿Cómo distinguir lo importante de lo secundario?

La sabiduría es la comprensión profunda de la existencia. Resulta, en la mayoría de las veces, de la experiencia de los años, de una postura corajuda ante la vida y de la capacidad para reflejar sobre sí mismo, o principalmente, lo obvio. No tiene fórmulas y no se deja comunicar a voluntad de satisfacciones momentáneas.

El saber, bien integrado, contribuye al desenvolvimiento del mundo, pero si lo dejamos caminar solo se transforma entonces en un tirano autocrático que intenta envenenar las raíces de la sabiduría, porque no la soporta en u lugar que considera suyo.

Hoy, más que nunca, so pena de que nos ahoguemos en el mar de informaciones, vale la pena pensar y distanciarnos de momento, de lo público, de lo concreto, e intentar descubrir el sentido que subyace en todo lo que nos rodea. Porque nuestro mundo tiene una línea, una dirección, un sentido.

Cuando descubrimos la verdad, se nos ilumina el camino.


Después nos queda la fe que, no añadiendo nada al saber, orienta y anima la sabiduría. No es información, sólo una cantidad ínfima de Verdad en un salto que nos revela  que, aquí y ahora, es imposible vivir una serenidad intemporal. En un mundo que ya consigue comunicar casi todo recurriendo sólo a ceros y unos, lo importante y también muy simple, que cabe bien en el más pequeño de los granos de arena: Dios, que es Amor, también vive aquí. Con nosotros. 

domingo, 13 de abril de 2014

De la Homilía del Papa Francisco. Domingo de Ramos




Esta semana comienza con una procesión festiva con ramas de olivo… Pero esta semana va adelante en el misterio de la muerte de Jesús y de su resurrección.
Hemos escuchado la Pasión del Señor…

¿Quién soy yo, delante de Jesús que sufre?    ¿Soy yo, un traidor?

Hemos oído muchos nombres:
¿soy yo como…

- el grupo de líderes religiosos, algunos sacerdotes, algunos fariseos, algunos maestros de la ley que había decidido matarlo.

- Judas, que finge amar y besa al Maestro para entregarlo.

- los discípulos que no entendían nada, que se quedaron dormidos...

- Pilato, que cuando veo que la situación es difícil, me lavo las manos y no sé asumir mi responsabilidad y dejo condenar – o condeno yo – a las personas.

- aquella muchedumbre que … elije a Barrabás. Para ellos es lo mismo: era más divertido, para humillar a Jesús.

-  los soldados que golpean al Señor, le escupen, lo insultan, se divierten con la humillación del Señor

- el Cireneo que regresaba del trabajo, fatigado, pero que tuvo la buena volunta de ayudar al Señor a llevar la cruz

-  aquellos que pasaban delante de la Cruz y se burlaban de Jesús…

- como aquellas mujeres valientes, y como la mamá de Jesús, que estaba allí, y sufrían en silencio…

- como José, el discípulo escondido, que lleva el cuerpo de Jesús con amor, para darle sepultura…

- como estas dos Marías, que permanecen en la puerta del Sepulcro, llorando, rezando…

- como estos dirigentes que al día siguiente fueron a los de Pilato para decir: “Pero, mira que éste decía que habría resucitado; pero que no venga otro engaño”, y frenan la vida, bloquean el sepulcro para defender la doctrina, para que la vida no salga afuera…

¿Dónde está mi corazón? ¿A cuál de éstas personas yo me parezco?



Pasión



                                                    ilustração de Carlos Ribeiro

En la Semana Santa, la Iglesia recuerda la pasión y muerte de Jesús Cristo.

A pesar de no ser, para un cristiano, un relato inédito, impresiona siempre ese recuerdo tan vivo de un hecho acontecido hace cerca de dos mil años, pero siempre presente. En realidad, incomoda a todos e interpela la crueldad del suplicio infligido al crucificado. Por más que se teorice el padecimiento humano y se enaltezca su valor, el dolor duele. Ciertamente,  porque daña el cuerpo, pero sobre todo porque es incomprensible para la razón.

No obstante el misterio de tan grande sufrimiento, no es ese el centro hacia donde converge la liturgia de la Iglesia en el triduo pascual. No es al dolor al que se presenta homenaje, en la postración inicial de los celebrantes, en el elocuente introito de la pasión del Señor, en la sexta feria santa. No es la cruz lo que se adora cuando, arrodillado, se besa el madero.

De ahí que, el dolor, por el dolor, nada vale. El mayor sufrimiento puede estar vacío de sentido y de valor. Hasta el sacrificio de la propia vida puede no tener, lo mismo en términos religiosos, ninguna relevancia.

Nada vale si no fuera por amor, y nadie tiene mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos. Los fieles son invitados a postrarse delante de la cruz, no para adorar el sufrimiento de Jesús, sino para reconocernos amados en ella, con un amor que, siendo universal, es también individual. San Pablo tenía conciencia de ser personalmente destinatario de ese amor infinito de Dios humanado, “que me amó y se entregó por mí” (Gal 2, 20). 

Jesús, “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jo 13, 1). Es el amor de Cristo el que la Iglesia celebra en su pasión, la mayor prueba de ese amor por todos y cada uno, sin excepción. Un amor que es, verdaderamente, pasión.

sábado, 12 de abril de 2014

El miedo del fin





                                                       Ilustração de Carlos Ribeiro

Algunos piensan que la felicidad es la ausencia de sufrimiento… pero, en verdad, es una idea equivocada. La felicidad y el sufrimiento son ambos pilares fundamentales de la existencia. Sin sufrimiento nuestra humanidad no sería probada y nuestros días no tendrían valor. Así también la felicidad , siendo la alegría más profunda, es lo que da sentido a todas las noches… no son realidades que se puedan medir, pero no dejan de ser algo tan concreto como lo son nuestras dos manos, que siempre trabajan en conjunto, sabiendo cada una su papel y su valor.

Evitar el dolor no nos hace más fuertes.

Tememos las pérdidas. Tememos la muerte. Tal vez porque la nada es un abismo que asusta a todos cuantos tienen una vida con valor. Porque somos impelidos a defender el significado de lo que construimos aquí. No se quiere aceptar que todo cuanto se construyó, durante una vida, será suprimido sin dejar rastro. ¿Cuántas veces no es el momento del fin que se teme, mucho antes de lo que se puede hacer hasta allí?

Caminar rumbo a lo desconocido es una prueba de coraje y de fe delante de las evidencias de este mundo. Los ojos no quieren ver ni las personas caminar, pero el camino se hace por la osadía  de creer y esperar aún más, aún mejor.

También hay quien teme el final por no saber lidiar con momentos de vacilación serios ante sus decisiones y gestos, ante la forma como conducir su vida, aquello que, al final, decidirá ser… a pesar de todo. A estas alturas de juzgar las obras, en este tiempo de la verdad, hay construcciones interiores que revelan… fragilidad y podredumbre que se manifiestan, y que tememos que sean… determinantes.

Hay quien cree que la profundidad de la vida es cosa de historias infantiles… y orienta su existencia con rumbo a la superficialidad del tener: al dinero, poder, títulos, casas, coches, fiestas, placeres inmediatos… Anulándose, despreciando a los otros, ignoran la posibilidad concreta de ser felices, allá desde el fondo de su buen corazón de niño.

Al final, lo único que importa es que hayamos tenido fuerza para hacer llegar a los otros la sonrisa única que cada uno traza en el fondo de sí… La esencia. El alma. El amor. Quien no se enseñó a sí mismo a vivir así, no estará preparado para vivir después del fin…
Sólo podremos comprender la plenitud de nuestra identidad en un horizonte de eternidad, a la espera de la existencia de un cielo muy concreto. Un cielo del que este mundo forma parte. Un cielo que está próximo. Que se puede tocar aquí mismo. Que se revela en cada gesto de sufrimiento… de amor.

Hay que vivir la certeza de la esperanza de que por detrás de lo que vemos no existe nada, sino algo muy bueno. No hay esperanza firme en la vida en cuanto no se la extiende a lo que está más allá de lo que podemos conocer aquí. Si nos reducimos a lo que somos en esta vida, entonces no somos nada. Esta vida es demasiado breve y limitada. Tal vez la tierra sólo exista para manifestar el cielo.
El misterio de la vida se revela a cada momento. La eternidad está toda aquí y ahora.
                                         
Morimos cada día, pero también amamos y por eso, todos los días creamos algo de nuevo que no morirá nunca.


El amor es la prueba absoluta de la eternidad. No pude ser destruido, mucho menos en un instante sólo. Quien ama, sabe que vive… para siempre.