martes, 8 de abril de 2014

Viajar en el tiempo


José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus (pág. 131)



Lo que cada hombre es depende tanto de su pasado como de su futuro. El presente resulta de una tensión entre aquello que ya se fue y aquello que se ha de ser. La identidad humana  emerge por tanto del encuentro, o desencuentro, entre los recuerdos de las cosas pasadas y de los sueños futuros.

Cada hombre viaja, a la velocidad de la luz, entre el pasado y el futuro. Sólo el momento actual es concreto. Los recuerdos tienen al final la misma consistencia que los sueños.

La fórmula que explica los porqués y los para qués de nuestra alma no prevé una contabilidad directa de los factores, o sea, nuestra identidad no está establecida sólo en base a los hechos pasados ni aquellos por los cuales se lucha y espera, sino cada uno de estos momentos tienen el grado de importancia que el sujeto les conceda. Puede así un hecho (aparentemente) insignificante en la vida de alguien tener una importancia mayor si él mismo se lo diese. Lo mismo ocurre con los sueños, que a pesar de que pudieran tener una bondad y una estructura admirables, tendrán muy poco peso en su identidad, si él mismo no creyese efectivamente en ellos. Mucha gente sueña sólo como una forma de pasar el tiempo… su presente es sólo un pasado dilatado.

Cada hombre debe conocer su punto de partida y esforzarse por conocer con rigor el recorrido que hizo hasta el momento en que se encuentra. Solamente así sabrá donde está, y lo que hizo para llegar hasta ahí. Conscientemente, deberá soñar siempre, para que,  cada momento, escoja un futuro entre los infinitos posibles.

¿Puede el hombre cambiar su pasado? Sí. No los hechos en sí, sino la importancia que es atribuía. Toda la armonía y equilibrios internos serán diferentes.

¿Puede el hombre cambiar u futuro? No. El futuro de cada hombre no está establecido, es algo que debe ser construido, no es sujeto de alteraciones a la partida. El hombre está condenado a ser profundamente libre.

Viajamos en dirección a la muerte. Pero no la muerte absoluta. Los sueños son actos de generosidad por los cuales cada hombre se sobrepasa a sí mismo y coloca fuera de sí lo que es. Acto de amor, por los cuales la intimidad se comparten y el futuro se hace presente, el sueño es algo ante lo cual la muerte nada puede.

A nadie le es dado vivir en el pasado ni en el futuro. Se vive en el intervalo entre los dos, donde el pasado se desvanece al ritmo en que el futuro gana consistencia.

No se envejece por soñar demasiado, ni tampoco por acumular pasado. Sólo se queda viejo quien se olvida de que una vida nunca dura demasiado. Nunca.

Somos viajeros, siempre. Estamos aquí de paso. El sentido de lo que aquí vemos, hacemos y soñamos puede no estar al alcance de nuestra comprensión. Después de todo, ¿por qué razón habríamos de ser capaces de entender todo? Ser feliz tal vez no sea un premio guardado para colmatar tribulaciones, sino antes y tan sólo una forma de vivir. Una forma de viajar entre el pasado y el futuro.

Lo que el lector era, antes de haber comenzado a leer esta hoja de papel, mientras pasó… la propia luz que lo ilumina ya es otra… de aquí a poco tendrá oportunidad de concretar un sueño. Uno cualquiera. Debe creer en él hasta el punto de hacer sin temor y temblor lo que fuere preciso para hacerlo realidad. Puede no ser cierto nada, pero será, aún así, bien diferente de lo que es escoger hacer nada.

Cualquier sentido no hace que estemos a la espera de nosotros mismos. Los sueños son actos de amor, formas concretas de afirmarnos en la existencia… por medio de la libertad que nos hace responsables por darnos a la felicidad.

Amar es recibir el regalo de un sueño.
  




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