José Luís Nunes Martins
jornal i
12 abril 2014
http://www.ionline.pt/iopiniao/medo-fim
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12 abril 2014
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Ilustração de Carlos Ribeiro
Algunos piensan que la
felicidad es la ausencia de sufrimiento… pero, en verdad, es una idea equivocada.
La felicidad y el sufrimiento son ambos pilares fundamentales de la existencia.
Sin sufrimiento nuestra humanidad no sería probada y nuestros días no tendrían
valor. Así también la felicidad , siendo la alegría más profunda, es lo que da sentido
a todas las noches… no son realidades que se puedan medir, pero no dejan de ser
algo tan concreto como lo son nuestras dos manos, que siempre trabajan en
conjunto, sabiendo cada una su papel y su valor.
Evitar el dolor no nos
hace más fuertes.
Tememos las pérdidas.
Tememos la muerte. Tal vez porque la nada es un abismo que asusta a todos
cuantos tienen una vida con valor. Porque somos impelidos a defender el
significado de lo que construimos aquí. No se quiere aceptar que todo cuanto se
construyó, durante una vida, será suprimido sin dejar rastro. ¿Cuántas veces no
es el momento del fin que se teme, mucho antes de lo que se puede hacer hasta
allí?
Caminar rumbo a lo
desconocido es una prueba de coraje y de fe delante de las evidencias de este
mundo. Los ojos no quieren ver ni las personas caminar, pero el camino se hace
por la osadía de creer y esperar aún más,
aún mejor.
También hay quien teme
el final por no saber lidiar con momentos de vacilación serios ante sus
decisiones y gestos, ante la forma como conducir su vida, aquello que, al final,
decidirá ser… a pesar de todo. A estas alturas de juzgar las obras, en este
tiempo de la verdad, hay construcciones interiores que revelan… fragilidad y
podredumbre que se manifiestan, y que tememos que sean… determinantes.
Hay quien cree que la
profundidad de la vida es cosa de historias infantiles… y orienta su existencia
con rumbo a la superficialidad del tener: al dinero, poder, títulos, casas,
coches, fiestas, placeres inmediatos… Anulándose, despreciando a los otros, ignoran
la posibilidad concreta de ser felices, allá desde el fondo de su buen corazón
de niño.
Al final, lo único que
importa es que hayamos tenido fuerza para hacer llegar a los otros la sonrisa única
que cada uno traza en el fondo de sí… La esencia. El alma. El amor. Quien no se
enseñó a sí mismo a vivir así, no estará preparado para vivir después del fin…
Sólo podremos comprender
la plenitud de nuestra identidad en un horizonte de eternidad, a la espera de
la existencia de un cielo muy concreto. Un cielo del que este mundo forma
parte. Un cielo que está próximo. Que se puede tocar aquí mismo. Que se revela
en cada gesto de sufrimiento… de amor.
Hay que vivir la
certeza de la esperanza de que por detrás de lo que vemos no existe nada, sino algo
muy bueno. No hay esperanza firme en la vida en cuanto no se la extiende a lo
que está más allá de lo que podemos conocer aquí. Si nos reducimos a lo que
somos en esta vida, entonces no somos nada. Esta vida es demasiado breve y limitada.
Tal vez la tierra sólo exista para manifestar el cielo.
El misterio de la vida
se revela a cada momento. La eternidad está toda aquí y ahora.
Morimos cada día, pero
también amamos y por eso, todos los días creamos algo de nuevo que no morirá
nunca.
El amor es la prueba
absoluta de la eternidad. No pude ser destruido, mucho menos en un instante sólo.
Quien ama, sabe que vive… para siempre.
Hoy no puedo evitar emocionarme profundamente al leer, traducir e interiorizar la crónica. Es que tengo la sensación de que cada semana fuera siguiendo mi trayectoria, y llegara puntualmente para darme una respuesta adecuada al momento que vivo. Como esta semana ha sido “fuertecita”, especialmente ayer, cuando me han puesto delante cierta verdad, la crónica de hoy me sienta de principio a fin, como un excelente manjar reconstituyente…
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