José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79
Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus (pág. 163)
Ilustraçao Carlos Ribeiro
Todos los cambios
cuestan. También cuando son para mejorar… pero incluso cuando lo peor acaba.
El hombre tiende a
adaptarse a todas las circunstancias. Porque somos humanos, somos capaces de
afrontar y superar las adversidades, aunque siempre tendamos a una adaptación
más que a cualquier cambio. Como si concentrásemos todas nuestras fuerzas en el
sentido de preservarnos, más que arriesgar heroicamente la supervivencia para
lograr una condición mejor.
A veces las circunstancias
cambian súbitamente, la comodidad desaparece porque no se reconoce el suelo
nuevo. Se cierran los ojos, se recuerdan los sueños. Nos concentramos en lo más
bello que hay, el futuro, que siempre depende de nosotros más de lo que
pensamos. De la nada surgen entonces fuerzas capaces de cargar el mundo entero.
Los ojos cargados de
sueños transportan. De una felicidad de ingenuos que no es más que una
esperanza capaz de iluminar el camino que ha de ser hecho.
Cada uno de nosotros
precisa de una casa. De un lugar donde haya el calor de la esperanza, un pedazo
de espacio donde se conjugan diversos esfuerzos para que los sueños
soñados a la mesa salgan de la nada,
para que la felicidad desde allí se transporte a otras casas.
Habrá hombres que se
demoran una vida entera hasta encontrar su casa. Algunos hasta que les llega la
muerte… pero la mayor parte de las veces el camino hacia nuestra casa pasa por
la voluntad de cambiar el interior y prepararlo para aceptar algo diferente,
algo que no depende de nosotros, el otro.
El sufrimiento de las
horas difíciles une a los que lo soportan en común. Las horas no se hacen nunca
ni más largas ni más cortas y nuestro tiempo aquí es limitado, bien limitado.
Casi siempre demasiado corto para tantos sueños… pero el secreto tal vez
pase por la capacidad de aprender a
soñar más sencillamente, soñar con el mañana
antes de soñar con el año que vendrá después. Soñar a la mesa, con los
descansan su corazón abierto en el lugar donde el nuestro también está en paz.
Después, cambiar lo que fuere necesario, todo, es necesario. Siendo más fuertes
que los miedos.
La felicidad nunca
llega al corazón de los egoístas. Las lágrimas sólo salen de los ojos de quien
es capaz de soñar. Porque solo quien se confía a la esperanza sufre los reveses
de tantas noches que demoran las madrugadas. Sólo quien espera lo mejor sufre
el peso de su demora…
La vida no es solo
esto, aquí. Es más, mucho más. Quien busca el significado de su existencia sólo
por aquello que ve en este mundo, se condena a una vida sin sentido, por no ser
capaz de ver con los ojos cerrados…
Los cambios duelen. Sin
duda. Porque envuelven incertidumbres. ¿Pero no será nuestra vida, toda ella,
una enorme incertidumbre? ¡Y es tanto más bella por saberse que es cierto que
en ese mar incierto, más tarde o más temprano, descubriremos nuestra casa!
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