martes, 15 de abril de 2014

Con los ojos cargados de sueños



José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus (pág. 163)


Ilustraçao Carlos Ribeiro


Todos los cambios cuestan. También cuando son para mejorar… pero incluso cuando lo peor acaba.

El hombre tiende a adaptarse a todas las circunstancias. Porque somos humanos, somos capaces de afrontar y superar las adversidades, aunque siempre tendamos a una adaptación más que a cualquier cambio. Como si concentrásemos todas nuestras fuerzas en el sentido de preservarnos, más que arriesgar heroicamente la supervivencia para lograr una condición mejor.

A veces las circunstancias cambian súbitamente, la comodidad desaparece porque no se reconoce el suelo nuevo. Se cierran los ojos, se recuerdan los sueños. Nos concentramos en lo más bello que hay, el futuro, que siempre depende de nosotros más de lo que pensamos. De la nada surgen entonces fuerzas capaces de cargar el mundo entero.

Los ojos cargados de sueños transportan. De una felicidad de ingenuos que no es más que una esperanza capaz de iluminar el camino que ha de ser hecho.

Cada uno de nosotros precisa de una casa. De un lugar donde haya el calor de la esperanza, un pedazo de espacio donde se conjugan diversos esfuerzos para que los sueños soñados  a la mesa salgan de la nada, para que la felicidad desde allí se transporte a otras casas.

Habrá hombres que se demoran una vida entera hasta encontrar su casa. Algunos hasta que les llega la muerte… pero la mayor parte de las veces el camino hacia nuestra casa pasa por la voluntad de cambiar el interior y prepararlo para aceptar algo diferente, algo que no depende de nosotros, el otro.

El sufrimiento de las horas difíciles une a los que lo soportan en común. Las horas no se hacen nunca ni más largas ni más cortas y nuestro tiempo aquí es limitado, bien limitado. Casi siempre demasiado corto para tantos sueños… pero el secreto tal vez pase  por la capacidad de aprender a soñar más sencillamente, soñar con el mañana  antes de soñar con el año que vendrá después. Soñar a la mesa, con los descansan su corazón abierto en el lugar donde el nuestro también está en paz. Después, cambiar lo que fuere necesario, todo, es necesario. Siendo más fuertes que los miedos.

La felicidad nunca llega al corazón de los egoístas. Las lágrimas sólo salen de los ojos de quien es capaz de soñar. Porque solo quien se confía a la esperanza sufre los reveses de tantas noches que demoran las madrugadas. Sólo quien espera lo mejor sufre el peso de su demora…

La vida no es solo esto, aquí. Es más, mucho más. Quien busca el significado de su existencia sólo por aquello que ve en este mundo, se condena a una vida sin sentido, por no ser capaz de ver con los ojos cerrados…
Los cambios duelen. Sin duda. Porque envuelven incertidumbres. ¿Pero no será nuestra vida, toda ella, una enorme incertidumbre? ¡Y es tanto más bella por saberse que es cierto que en ese mar incierto, más tarde o más temprano, descubriremos nuestra casa!


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