martes, 29 de abril de 2014

Melancolía y arrepentimiento

José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. PAULUS (pág. 211)


                                                          Ilustracion Carlos Ribero

Somos aquello que escogemos. Nuestra identidad se construye en el tiempo con lo que es más relevante cada día. Se suceden tristezas y alegrías. Los días pasan por nosotros, uno a uno, ordenadamente, y nosotros pasamos por ellos… Nos sucedemos a nosotros mismos en una construcción continua que retiene la luz y la oscuridad de cada hoy.

Cada vida humana es tan singular y original como dinámica y continua, integrando siempre varias ideas, sentimientos, espacios y tiempos… ante lo que queda de lo que pasamos podemos entristecernos o alegrarnos, pensamos unas cosas, otras nos hacen volar.

Vivimos en un espacio de tiempo al que llamamos presente, una dinámica entre el pasado y el futuro. Estos casi nunca se tocan. Pero en el arrepentimiento y la melancolía… sí. El arrepentimiento es un compromiso que asumimos con nosotros mismos en el que presentamos nuestro futuro como redentor de la culpa pasada. Funciona de forma eficaz, si fuéramos serios. La melancolía  se constituye como la presencia de algo ausente, que se perdió en el tiempo pero permanece en el sentimiento. El melancólico vive en un estado de contraste entre lo que le es dado en el presente, lo que tiene delante de sí, y el pasado, representado dentro de sí… la carencia que siente es acompañada por el deseo de recuperar lo que ya fue y por la consciencia de que tal anhelo es imposible… pero, también aquí, se puede dar un salto, lógicamente absurdo, por el cual el futuro da sentido al pasado, a través de la libre decisión por la que él altera el rumbo.

Hay quien no se arrepiente, tal vez en la convicción de que no fue libre al escoger, entonces sólo le queda asumir aquello que el destino le reservó; otros no se arrepienten porque  creen que es posible y deseable pasar por encima de sí mismos sin dejar señal de que fueron… el arrepentimiento les surge como una mancha que les estropea el proyecto de ser felices, como si la culpa no formase parte  de la vida de cualquier ser humano corriente. Es necesario asumir los errores pasados, tenerlos presentes, para que los futuros sean diferentes. Mejores.

La vida es corta, pero suficientemente extensa para que en ella quepa toda la verdad.

La multitud está compuesta de muchos yos que no son diferentes de mí, no hay buenos ni malos, hay personas de carne y hueso, cada una con su vida, construyendo siempre historias simples y complicadas. Son raras las que se dan cuenta de la urgencia de ser feliz y de la tamaña responsabilidad en relación a eso. No, no debemos creer que la felicidad viene a abrazarnos mientras tumbados y tristes esperamos por ella. La alegría auténtica depende de mí, depende de lo que yo decida hoy. La felicidad no es un destino paradisíaco al que se llega, sino una forma de caminar por la vida, en este valle donde se mezclan la soledad y el amor, en este inmenso mar de melancolía y arrepentimientos.
Las personas cambian, evolucionan y se revelan…

De la soledad que me rodea debo concluir la certeza de que dependo enteramente de mí. En el fondo de lo que soy puedo encontrar algo más que los sueños y recuerdos, algo divino que me sobrepasa pero que me pide que sea yo el que decida, que confía en lo que soy para crear una vida y que sea ella misma parte del alma del mundo, que lo anime y haga avanzar, en fin, que mi existencia funcione como un soporte a la vida plena de los que están al alcance de mi brazo y de mi abrazo.

Si comprendemos la esencia irreversible del tiempo y asumimos corajudamente la melancolía y los arrepentimientos de ayer y de anteayer, entonces estaremos en el camino cierto. Aquel en que se es feliz a cada paso.


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