viernes, 25 de abril de 2014

El esplendor del silencio


José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus (Pag. 193)

                                                        Ilustración Carlos Ribero

No será difícil comprender que no hay verdad sin silencio; que es en la paz de quien aprende a callarse donde reside la fuerza que da vida a la vida; que los egoísmos hablan mucho, nunca se callan, necesitan de atención y se creen capaces de enseñar todo a todos… no se dan cuenta de que su discurso es tremendamente vacío y ruidoso. Sucio.

Las palabras son instrumentos importantes de comunicación, pero son, en la abrumadora mayoría de los casos, medios por los cuales nos desviamos de lo esencial, nos distraemos de lo que  vale precisamente la pena, nos entretenemos en los prejuicios para no tener que luchar por lo que debemos ser. Hoy se habla demasiado. Bastan pocas palabras para decir todo lo que hay que decir. Lo que es realmente importante se da en silencio.

Hay un barullo enorme y permanente en el mundo. Ruidos que corroen la paz que se desea. Torrentes de palabras que prometen todo siempre. Cumplen poco, muy poco. Es muy importante por tanto volver a lo simple, dar tiempo y espacio a lo que de valioso hay en el mundo para que ello se revele… Para que estemos atentos cuando, en el griterío desasosegante de los días, el descubrimiento del sentido silencioso de todo nos ilumine en la construcción de nuestro camino.

Toda palabra es nada. Algunas merecen el respeto de ser destacadas de las demás, de no contarlas como una más, rescatándolas de la basura donde se encuentran las otras. Por eso quien habla con propiedad tiene que comprometerse en el silencio que debe envolver  abundantemente lo que ha de decir.

Nombrar; dar nombres a las cosas es un movimiento de inteligencia, un momento en que la racionalidad pretende apropiarse de lo que le es exterior. Pero no se podrá nombrar o pensar nada en cuanto no se le hubiera dado nombre a la propia inteligencia; mientras no fuera capaz de entender y aceptar el silencio que existe antes y después de las cosas; mientras no se comprenda con el corazón que la inteligencia es una parte de él. Tal vez la más rebelde. ¡Quién sabe si no una de las más bellas!

El coraje de la esperanza se prueba en el largo silencio. Es fundamental aprender a callar, a escuchar, a pensar y a sentir, antes de comenzar a… palabrear.

El silencio es poético, Poesía pura. En él se crean y alimentan los sueños, nacen y crecen las fuerzas que los ha de hacer reales, en él se sufre y en él se regocija. Sólo en el silencio se vive verdaderamente.

Pero son muchos los que temen la autenticidad. Por eso son tantos los que huyen del silencio. En él la mentira se encuentra con el más eficaz antídoto. Pero, mientras unos huyen de él como enemigo, otros encuentran en el silencio su refugio. Se encuentran a sí mismos… y a quien interesa encontrar. Al silencio le corresponde siempre la última palabra. En él el vacío de sentido no existe, porque la soledad del reposo, donde el tiempo pasa sin prisas, permite que la paciencia alcance la sabiduría de conocer el ser de cada cosa, el todo de cada detalle… sólo el silencio posibilita el tiempo y el espacio donde se revela el sentido.

Una palabra callada siempre puede ser dicha. Pero la que fue dicha ya no podrá jamás ser callada. Aprender el silencio es una de los secretos de la sabiduría. Por último, todos los secretos se guardan en el silencio.

Con la paz de los silencios, la verdadera esperanza se hace coraje. Fuerza capaz de vencer largos vacíos de sentido. Fe pura –casi sin señales. Soledad de quien siente, ante la infinidad de los horizontes, que no está solo, nunca, a pesar de todo. A pesar de nada.

Hasta los desiertos y las altas montañas se hacen oír… En silencio, con paz y paciencia, se escucha todo, también a Dios.







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