viernes, 4 de abril de 2014

Por entre las ruinas del consumismo


José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus (pág. 115)


La actual situación económica es vista por la mayoría de los especialistas como resultado de algún desarreglo de los ciudadanos en la gestión de sus instintos, deseos y capacidades. Sucede que algunos de ellos llegan a gestionar la cosa publica, administrando los dineros que son de todos. A la falta de recursos, y representando a sus ciudadanos, estos altos responsables contraen préstamos con algunos países, no en su nombre, sino en el de todos. Algunas veces bien, otras…menos.

El consumo es, por definición, la destrucción de bienes o servicios a través de su utilización. A veces, como en las industrias y en algunos servicios, se destruyen unos en beneficio de la producción de otros. Pero curiosamente, al final de cualquiera de las secuencias, siempre se llega una destrucción.

Nuestra sociedad apuesta por un alineamiento de todos  los (sus) consumidores y hay una cierta presión para que todos se sientan en un primer momento iguales, y posteriormente, les sean presentadas propuestas de diferenciación, fórmulas para superar a sus semejantes.

La competición entre los ciudadanos/consumidores se constituye como un motor del consumismo, prometiendo la satisfacción de una necesidad que parece vital: la diferenciación de status. Se acostumbra a decir que las empresas venden los productos para los cuales despertarán necesidades inexistentes hasta entonces. Como si se crease gratuitamente una necesidad, a fin de conseguir vender la solución para satisfacerla y, así, extinguirla. Tal vez funcione de esta manera pero, en verdad, la base de este tipo de mecanismo es la necesidad primaria y profunda del ser humano querer ser más que sus semejantes.

En una lógica de soluciones integradoras, existen incluso empresas que presentan propuestas fuera de la línea de la mayoría, lo llaman nichos, esta especie de productos sirven a quien no quiere consumir los otros más comunes… propuestas estas que son al final la más clara evidencia de que el consumidor quiere ser más que sus iguales. Analizando bien lo que ofrecen estas empresas que se presentan como teniendo la solución para quien no se identifica con las masas, verificamos que al final son propuestas de consumismo aún más descaradas que aquellas de las cuales se pretenden diferenciar… bastando, muchas veces, introducir sutiles diferencia y precios muy por encima de sus competidores. Son muchos los que pagan mucho dinero para no tenerlo que gastar donde la mayor parte de los otros lo gasta… a fin de que, cuando se crucen, unos se sientan más que los otros…

Seré mejor cuando lo fuere por mi valor intrínseco y no por la cantidad de cosas que pueda comprar o tener. Ser más no pasa por tener más. El tener es efímero, se ambiciona, se gana y se pierde pero nunca integra la esencia. El ser se construye como la única verdadera riqueza, pero sólo cuando conseguimos que la vida sea auténtica, lejos de las largas avenidas, llenas de vanas promesas de felicidad a cada paso, caminamos en nuestro carril, unas veces muy solos, pero (casi) siempre acompañados de la certeza de que es por allí el camino.

Las personas no son lo que consumen a pesar de, muy poco inteligentemente, tantas juzgan que sí. El hecho de creer en eso manifiesta de forma simple lo que estas personas son, o mejor, no son: valiosas.


Finalmente, el consumo no destruye sólo los bienes, sino también a todos cuantos, frustradamente, juzgan que van a encontrar algo de bueno en ellos.

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