José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79
Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus (pág. 115)
La actual situación
económica es vista por la mayoría de los especialistas como resultado de algún
desarreglo de los ciudadanos en la gestión de sus instintos, deseos y
capacidades. Sucede que algunos de ellos llegan a gestionar la cosa publica,
administrando los dineros que son de todos. A la falta de recursos, y
representando a sus ciudadanos, estos altos responsables contraen préstamos con
algunos países, no en su nombre, sino en el de todos. Algunas veces bien,
otras…menos.
El consumo es, por
definición, la destrucción de bienes o servicios a través de su utilización. A
veces, como en las industrias y en algunos servicios, se destruyen unos en
beneficio de la producción de otros. Pero curiosamente, al final de cualquiera
de las secuencias, siempre se llega una destrucción.
Nuestra sociedad
apuesta por un alineamiento de todos los
(sus) consumidores y hay una cierta presión para que todos se sientan en un
primer momento iguales, y posteriormente, les sean presentadas propuestas de
diferenciación, fórmulas para superar a sus semejantes.
La competición entre
los ciudadanos/consumidores se constituye como un motor del consumismo,
prometiendo la satisfacción de una necesidad que parece vital: la
diferenciación de status. Se
acostumbra a decir que las empresas venden los productos para los cuales
despertarán necesidades inexistentes hasta entonces. Como si se crease
gratuitamente una necesidad, a fin de conseguir vender la solución para
satisfacerla y, así, extinguirla. Tal vez funcione de esta manera pero, en
verdad, la base de este tipo de mecanismo es la necesidad primaria y profunda
del ser humano querer ser más que sus semejantes.
En una lógica de
soluciones integradoras, existen incluso empresas que presentan propuestas
fuera de la línea de la mayoría, lo llaman nichos, esta especie de productos
sirven a quien no quiere consumir los otros más comunes… propuestas estas que
son al final la más clara evidencia de que el consumidor quiere ser más que sus
iguales. Analizando bien lo que ofrecen estas empresas que se presentan como
teniendo la solución para quien no se identifica con las masas, verificamos que
al final son propuestas de consumismo aún más descaradas que aquellas de las
cuales se pretenden diferenciar… bastando, muchas veces, introducir sutiles
diferencia y precios muy por encima de sus competidores. Son muchos los que
pagan mucho dinero para no tenerlo que gastar donde la mayor parte de los otros
lo gasta… a fin de que, cuando se crucen, unos se sientan más que los otros…
Seré mejor cuando lo
fuere por mi valor intrínseco y no por la cantidad de cosas que pueda comprar o
tener. Ser más no pasa por tener más. El tener es efímero, se ambiciona, se
gana y se pierde pero nunca integra la esencia. El ser se construye como la
única verdadera riqueza, pero sólo cuando conseguimos que la vida sea
auténtica, lejos de las largas avenidas, llenas de vanas promesas de felicidad
a cada paso, caminamos en nuestro carril, unas veces muy solos, pero (casi)
siempre acompañados de la certeza de que es por allí el camino.
Las personas no son lo
que consumen a pesar de, muy poco inteligentemente, tantas juzgan que sí. El
hecho de creer en eso manifiesta de forma simple lo que estas personas son, o
mejor, no son: valiosas.
Finalmente, el consumo
no destruye sólo los bienes, sino también a todos cuantos, frustradamente,
juzgan que van a encontrar algo de bueno en ellos.
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