miércoles, 16 de abril de 2014

Vivir de gracia


José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus (pag. 167)



                                            Ilustración: Carlos Ribero

Puede que el paraíso anhelado para otro mundo esté al final  aquí. La gracia, fuerza de la bondad, está un poco por todos lados y basta tener fe en ella para que, dando lo mejor de nosotros al mundo, una alegría sutil y profunda, una felicidad desbordante, comience a nacer en nosotros.

Imagínese alguien que lleva una ración de comida caliente a un hombre hambriento que vive en el frío de una calle cualquiera. ¿Cuál de estos dos hombres prefiere ser el lector? ¿El que da o el que recibe? Ciertamente, el que da.¿Pero por qué prefiere dar a recibir? Pocos comprenden que la voluntad de dar es señal de que se tiene más; ahora el ansiar recibir  significa que no se tiene suficiente… y hay los que cuanto más ricos se hacen, más pobres son. Porque se vuelven más y más necesitados. Esta dimensión material revela un problema de fondo. Que corroe desde dentro el corazón de quien lo alberga.

En la lógica consumista en que vivimos, pocos se dan cuenta de que el elemento que lo soporta es el deseo artificialmente creado para poder ser asimilado como lo que alguien quiere, desde el mismo comienzo, vender. Primero la siembra de un vacío, después la “solución” perfecta para esa angustiosa necesidad. La gracia, por ser pura, no tiene precio, es gratis.

Así que son satisfechas sus necesidades elementales, algunos comienzan luego a compartir lo que les llega a las manos, mientras que otros, por ser más pobres, comienzan a acumular sin fin… nunca desbordado, nunca serán felices, nunca darán… ni una sonrisa. Son agujeros negros. No tienen la gracia.

Tal vez el fuego del infierno sea el egoísmo que consume lenta y definitivamente a los que escogen no amar. Desgraciados.



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