José Luís Nunes Martins
en Jornal i
publicado em 14 Jan 2012 - 03:00
Llegamos sin que nos
pregunten si queremos entrar. A la salida pasa lo mismo. Los males y tragedias
de la vida debían dejar a quien las sufre consciente de que esos espinos
clavados en la carne son los puntos exactos por donde la identidad de cada uno
se forma, afirma y engrandece. El dolor no es, ni nunca lo será, una comodidad
de la vida. Todo el hombre existe para ser feliz. Los caminos de la vida son
tortuosos y envuelven sufrimientos únicos, personales y profundos, que son
siempre pedazos del camino, pruebas –no su fin ni su propósito.
Estamos aquí de paso. Este mundo, no siendo el cielo, es extremadamente bello, pero por encima de todo es el escenario de las opciones, el lugar donde cada uno decide quien quiere ser, si hace y se torna en aquello que es.
La fe en Dios institucionalizada en estructuras como las iglesias, no exime al creyente, en forma alguna, de contribuir a hacer un mundo mejor. Ninguna iglesia es el club de los buenos. Pero, infelizmente, la mayor parte de los creyentes vive en la lógica de la reciprocidad y sólo da para recibir después. Una especie de depósito a plazo, con intereses fantásticos. Tener fe no es soñar cosas más o menos extravagantes. Tener fe es amar, es ayudar y apreciar al ingrato y al egoísta.
Cada hombre alberga alegrías profundas en su corazón y la puerta de éste no abre para adentro. El mundo precisa de nosotros, de lo que podemos dar, de lo que podemos ser. La tierra puede ser un cielo si vivimos en el límite de lo posible, amando, sin expectativa de reciprocidad. ¡Tal vez nuestra existencia sea resultado del amor de Alguien y, en ese caso, se trata sólo de intentar satisfacer la deuda!
No hay comentarios:
Publicar un comentario