José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79
Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus
La mayor parte de las
personas no distinguen si ya es de noche o si sólo está anocheciendo. Anda
mejor en la oscuridad quien está atento al crepúsculo. Vivimos en un mundo de
poca luz, el futuro parece haber huido de aquí, se vive de forma cada vez más
solitaria y en una lógica que se obstina
en enviar la esperanza al campo de la ficción. El amanecer, a muchos, les
parece estar ya más allá de lo que consiguen soñar. En los tiempos difíciles,
debemos ajustar rápidamente aquello que depende de nosotros a las
circunstancias externas a nuestra voluntad. Acometer todos los cambios
necesarios, sin mirar lo que se pierde, concentrando la atención en lo que
realmente tiene valor. Al final, la mayoría de las cosas que creemos
importantes y esenciales no sólo son superfluas sino que se convierten en escollos peligrosos.
El mar es enorme, casi
siempre monstruoso. Ante su inmensidad, la verdad de la humildad es evidente.
Así es también el mundo de hoy, donde el valor del dinero, del poder y del sexo
se agigantan y lentamente ahogan a quien se deja convencer por sus encantos.
Prometen ser esclavos de quien se quiere esclavizar… y así va engañando a un mundo
entero.
Las certezas de los
mapas de antaño se revelan cada día que pasa como superadas. Todo cambia, muy
rápidamente. Todo. Es fundamental que se aprenda a vivir sin muchas certezas,
sin muchas cosas, sin contar con mucho más de lo que conseguimos llevar dentro
del pecho. Lo que somos.
Para quien percibe que
el mar es su puerto, su felicidad es un don que puede conceder a sí mismo; una
calma en alta mar puede ser una especie de puerto de paz. Quien navega así no
conoce fronteras que no sean las de su propio miedo. Traza horizontes que
muchos ni siquiera llegan a alcanzar con la imaginación. Va venciendo los cabos
de las tormentas de su propio miedo. Pasando la mayor parte de su tiempo en
sufrir las penas, los castigos, el precio de quererse a sí mismo feliz…
Tragando tanta agua salada, mucha de la cual nace en sus propios ojos.
Nadie tiene su vida, ni
nada de ella, asentada en tierra firme. Navegamos solitarios. Con algunos
amigos a la vista, pero sin la certeza de su permanencia, pues nada de lo que
puede ver aquí es cierto. El amor no es de este mundo, razón por la cual se
debe esperar por el mundo que va a seguir a este si se quiere mar en plenitud.
Hay casos, muy raros, que se unen ante los desatinos del destino y siguen
juntos… a la distancia de una mirada… pero cada uno en su barco. Sufriendo
doblemente…
Naufragamos. Muchas
veces. Pero somos capaces de mantenernos a flote, aguantamos el frío, reunimos
los destrozos y construimos con ellos un barco nuevo, siempre sin ver puerto
alguno, siempre en alta mar, siempre con poca luz…
…casi nunca nos damos
cuenta de lo héroes que somos.
Por mucho que tarde la
mañana, por más revuelto que esté el mar, siempre habrá aquí, en este mundo,
hombres y mujeres que luchan contra la muerte, el miedo y el egoísmo…
manteniendo viva la esperanza en la vida, la felicidad y en el Amor.
Todos morimos. Porque
hay un momento cierto para la partida. Aún cuando no se sabe para donde se va.
Pero, porque sólo merece lo eterno quien ama lo que pasa, luchemos para mantenernos
a tono, siempre que sea posible con una sonrisa, aún con lágrimas; en la
certeza de que… los que consiguen ser así no son de aquí.
Y que ninguno llega al
cielo sin heridas.
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