lunes, 24 de marzo de 2014

Navegar en el anochecer del mundo


José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus


La mayor parte de las personas no distinguen si ya es de noche o si sólo está anocheciendo. Anda mejor en la oscuridad quien está atento al crepúsculo. Vivimos en un mundo de poca luz, el futuro parece haber huido de aquí, se vive de forma cada vez más solitaria y en una lógica que  se obstina en enviar la esperanza al campo de la ficción. El amanecer, a muchos, les parece estar ya más allá de lo que consiguen soñar. En los tiempos difíciles, debemos ajustar rápidamente aquello que depende de nosotros a las circunstancias externas a nuestra voluntad. Acometer todos los cambios necesarios, sin mirar lo que se pierde, concentrando la atención en lo que realmente tiene valor. Al final, la mayoría de las cosas que creemos importantes y esenciales no sólo son superfluas sino que se convierten en  escollos peligrosos.

El mar es enorme, casi siempre monstruoso. Ante su inmensidad, la verdad de la humildad es evidente. Así es también el mundo de hoy, donde el valor del dinero, del poder y del sexo se agigantan y lentamente ahogan a quien se deja convencer por sus encantos. Prometen ser esclavos de quien se quiere esclavizar… y así va engañando a un mundo entero.

Las certezas de los mapas de antaño se revelan cada día que pasa como superadas. Todo cambia, muy rápidamente. Todo. Es fundamental que se aprenda a vivir sin muchas certezas, sin muchas cosas, sin contar con mucho más de lo que conseguimos llevar dentro del pecho. Lo que somos.

Para quien percibe que el mar es su puerto, su felicidad es un don que puede conceder a sí mismo; una calma en alta mar puede ser una especie de puerto de paz. Quien navega así no conoce fronteras que no sean las de su propio miedo. Traza horizontes que muchos ni siquiera llegan a alcanzar con la imaginación. Va venciendo los cabos de las tormentas de su propio miedo. Pasando la mayor parte de su tiempo en sufrir las penas, los castigos, el precio de quererse a sí mismo feliz… Tragando tanta agua salada, mucha de la cual nace en sus propios ojos.

Nadie tiene su vida, ni nada de ella, asentada en tierra firme. Navegamos solitarios. Con algunos amigos a la vista, pero sin la certeza de su permanencia, pues nada de lo que puede ver aquí es cierto. El amor no es de este mundo, razón por la cual se debe esperar por el mundo que va a seguir a este si se quiere mar en plenitud. Hay casos, muy raros, que se unen ante los desatinos del destino y siguen juntos… a la distancia de una mirada… pero cada uno en su barco. Sufriendo doblemente…

Naufragamos. Muchas veces. Pero somos capaces de mantenernos a flote, aguantamos el frío, reunimos los destrozos y construimos con ellos un barco nuevo, siempre sin ver puerto alguno, siempre en alta mar, siempre con poca luz…

…casi nunca nos damos cuenta de lo héroes que somos.

Por mucho que tarde la mañana, por más revuelto que esté el mar, siempre habrá aquí, en este mundo, hombres y mujeres que luchan contra la muerte, el miedo y el egoísmo… manteniendo viva la esperanza en la vida, la felicidad y en el Amor.

Todos morimos. Porque hay un momento cierto para la partida. Aún cuando no se sabe para donde se va. Pero, porque sólo merece lo eterno quien ama lo que pasa, luchemos para mantenernos a tono, siempre que sea posible con una sonrisa, aún con lágrimas; en la certeza de que… los que consiguen ser así no son de aquí.


Y que ninguno llega al cielo sin heridas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario