La única verdad que
existe es aquella de la cual cada hombre forma parte. Son muchos los que
defienden la idea de que la Verdad absoluta no existe, alegando que existen
muchas verdades y que incuso cada uno tiene la suya, y más que poseerla, se
puede hasta, según ellos, ¡modificarla a gusto! Cada uno de nosotros ve la
verdad a partir de una posición diferente, pero no existen verdades. Sólo hay
una, la auténtica… el resto son prejuicios, engaños o tonterías.
Aquello que cada uno de
nosotros debe buscar de forma personal es el sentido de la vida. De la suya.
Aquí sí, es pertinente distinguirnos unos de otros. Al final, la existencia
humana es profundamente individual y subjetiva. Mi vida es completamente
personal e incomunicable, también el rumbo que sigue resulta de decisiones mías, más o menos
conscientes, hasta cuando decido no decidir… soy yo, y yo solo, quien decide.
La historia resulta del
encuentro de la libertad individual con la realidad. El sentido de la vida no
surge del exterior. Cada hombre es parte importante de la Verdad. Pero, a cada
uno de nosotros es dado elegir(se) dentro de ella.
La esencia de la existencia
humana es la profunda apertura del ser en relación a lo que ha de ser. Al
futuro. A cada hombre le toca decidir lo que será su vida, aquello en que se
tornará en el momento siguiente. Un instante basta para que se cambie una vida
entera
Algunos pasan los días
en acumular y acarrear cobranzas y reclamaciones respecto del mismo mundo en
que, otros, consiguen siempre encontrar bondades para agradecer y, voluntaria y
generosamente, multiplicar…
Ninguno puede encontrar
un sentido para su vida que no pase por las tres pruebas esenciales a su
autenticidad: la culpa, el sufrimiento y la muerte.
La culpa es la prueba
de la libertad. Resulta de un reconocimiento responsable por la autoría del
mal. Pero, si fuimos libres para errar, hoy continuamos libres para ahora hacer
lo contrario. Si a nadie le es dado vivir el mismo momento dos veces, la vida
es una cadena casi infinita de instantes… Para lo mejor y para lo peor, hay
siempre más tiempo.
De este modo, a pesar
de la culpa, tenemos siempre el futuro para elegir mejor.
El sufrimiento es la
prueba del coraje. Quien siente dolor profundo, sabe que él es una voluntad de
no ser, como una embestida de un enemigo que es extraño a la justicia y que
busca sólo la destrucción. Pero sufrir forma parte de la vida, no se trata de
una eventualidad a la que alguien pueda
esquivar, no. El sufrimiento es parte esencial de la vida humana. Vivir es
también atravesar el dolor y ser por él atravesado… Así, tal vez, nuestros
peores días sean, en verdad, los mejores. Vale la pena –cualquier pena- ser
capaces de recodar los momentos en que el sufrimiento nos engrandeció.
La muerte es la prueba
del amor. Esta vida tiene un fin. Todos morimos. Algunos lamentablemente no han
sido capaces de vivir, de entregarse por el Amor. Pero los que aman, al darse,
pasan a vivir en el corazón de aquellos a quienes amaron, sobreviviendo de esta
manera a la muerte. La muerte vence todo menos el Amor. El Amor no acaba.
Nunca. Pero así como nos lleva a Dios también nos hace pasar por el infierno…
engrandece aunque también crucifica…
Los caminos de la vida
son duros y penosos.
La alegría es sólo
parte de la historia y meta de la Verdad.
Nadie busca la
felicidad, lo que todos procuramos es una razón para ser felices… por entre
todas las que nos hacen sufrir.
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