lunes, 10 de marzo de 2014

Sonreír hasta el fin del mundo


 José Luís Nunes Martins
publicado em 15 Dez 2012 - 03:00


La muerte planea sobre nosotros a cada instante. Casi la podemos respirar. Muchos no se dan cuenta de que estamos siempre mucho más próximos del fin, que tenemos la muerte por vecina, íntima. Se temen muchas cosas sin importancia, al mismo tiempo que se lidia con la finitud como si fuese tan (im)posible como el premio máximo de una lotería nacional cualquiera. Pero la muerte es una certeza, absoluta y personal. Ninguna vida será debidamente vivida  si el sujeto no siente que este mundo, tal como es posible para nosotros ahora, puede acabar… en este instante.

Para que comprendamos nuestra vida debemos mirar a nuestro pasado, pero, si la queremos vivir debemos también mirar hacia adelante, tal vez con una sonrisa, hacia el mañana, que será hoy, justo de aquí a poco.

A veces, nos perdemos en grandes análisis sobre secuencias hipotéticas de momentos de nuestro pasado, a nada, ni a nadie, eso trae algo  bueno, por varios tipos de razones: no altera lo que aconteció; no es siquiera plausible que las secuencias de sucesos que suponemos encadenados sucediesen tal como las imaginamos; se pierde tiempo… y se pierde siempre tanto tiempo en cosas sin importancia alguna.

No importa adivinar lo que habría acontecido, si esto o aquello… eso sólo perturba la vida que realmente interesa: la de hoy. ¿Valdrá la pena haber dado mil pasos si, en ello, no se tiene presente futuro alguno?

La vida de cada uno es única e irrepetible. Tenemos, en este mundo, obligatoriamente un principio y un fin. Lo que pasa, o no  pasa, más allá de ese fin, tal vez no deba ser motivo de preocupación inteligente -en la medida en que no es en ese mundo que vivimos ahora-  y corresponden a cada mundo sus propias preocupaciones. Tiene sentido ser feliz aquí, porque está a nuestro alance luchar por eso. A pesar de las duras tristezas que a veces nos llueven sobre los hombros, hay una fuerza que nos anima y no hace resistir, que nos da esperanza y nos hace sonreír. La fuerza de la vida cuya esencia es la simple busca de la felicidad. Una fe que nos ilumina el camino.

Morimos todos, uno a uno. Sin grandes ceremonias, lógicas o escenografías.

Naturalmente. Cumple pues aprovechar la vida, lo mismo cuando llueve… tal vez en estas circunstancias de forma especial, celebrando los hombros fuertes que tenemos, que mantenemos levantados a pesar de las pesadas penas de nuestra circunstancia. No se debe esperar que pasen los momentos más difíciles, se debe, sí, caminar hacia delante, con la certeza de que nuestro lugar no es la lluvia.

 Hoy, una sonrisa. Gesto simple que permite que las alegrías más hondas pasen de un corazón a otro atravesando el mar de este mundo. Muchas veces los hombres esconden su sonrisa, privándose a sí mismos y a los otros de algo que hace… maravillas. A veces es duro sonreír, pero el milagro de la multiplicación de la alegría profunda vale todos los sacrificios. El amor es el mayor de todos los dones, capaz de ofrecerse lo mismo cuando no lo vemos o sentimos. El verdadero don, que sólo existe cuando se da. Capaz de encontrarse todo en una simple sonrisa.

No perdamos tiempo en grandes pensamientos sobre lo que pasó. En verdad tenemos solamente un pasado. Importa asumirlo sin dejar interpretar a la imaginación, justificar o aliviar lo que sucedió. Estamos presentes, aquí, ahora…tendremos un número infinito de futuros posible y la muerte como certeza absoluta. No tiene ninguna importancia la posición en que el pasado nos dejó ayer. Importa ser feliz, hoy.

Mientras la muerte no nos lleve, debemos sonreír… por voluntad o por amor.


Que la felicidad comienza en una sonrisa

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