Por José
Luís Nunes Martins
publicado em 1 Dez 2012 - 03:00
publicado em 1 Dez 2012 - 03:00
Actualizado há 1 ano 1
mês
ilistraçao Carlos Ribero
Ningún acto aislado
define a un hombre. La vida humana está hecha de un conjunto enorme de
momentos, repeticiones, selecciones, encuentros desencuentros y reencuentros.
No hay actos aislados. La construcción de la esencia de cada uno exige un
trabajo combativo permanente. Vamos siendo lo que vamos escogiendo, con algunos
momentos más decisivos que otros, pero sin grandes sobresaltos. Es la línea que
vamos trazando la que nos definirá.
No hay ninguno que se
vuelva viciosos (adicto) en lo que quiera que sea sin que haya llegado a un
punto de obstinación. El vicio es una dependencia porque, al final de una serie
de decisiones, el vicioso renuncia al
control de la construcción de sí mismo a favor de cualquier modelo extraño a su
felicidad. Se envició. No hay héroes de un acto solo. Se es virtuoso a costa de practicar sucesivamente el bien,
multiplicándolo.
No puede ningún hombre
juzgar, de forma completa, a otro. Se pueden juzgar los actos pero no las
historias. Juzgar es un acto vicioso y causa vicio, ya que nos retira la
capacidad de mantenernos centrados en la concretización de las mejores
posibilidades de nuestra existencia.
En los restantes seres
vivos todo parece tener una naturaleza pre-programada, una definición previa.
La realidad y la dignidad humanas se fundan en el carácter completamente
abierto del mañana. No son pre-programados. Decisión tras decisión nos vamos
construyendo, apareciendo al mundo ya nosotros mismos, tal como fuimos capaces
de irnos haciendo, tal como somos, tal como quisimos ser.
Será tal vez un
misterio la razón por la cual hay tantos hombres que son verdugos y víctimas de
sí mismos., se condenan a un infierno que no necesita de otro que no sea su
propio miedo al perpetuar una pena de infelicidad irrevocable.
¿Por qué desearon su
propio mal? Tal vez porque hay siempre un camino por hacer y, seguir rumbo al
bien, puede ser muy doloroso, un pie delante del otro, siempre subiendo, un
escalón siempre más alto que el anterior… hay quien duda, de sí mismo, de todo,
se encogerá de hombros y sucumbirá en el ansia de descansar, escogiendo no
escoger, desiste, una y otra vez, hasta darse cuneta que está en el fondo del
pozo.
De la dependencia hay
sólo una, y sólo una, hipótesis de rescate: el mismo que cayó, se levante
A través de una larga
secuencia de decisiones arduas por el bien. Nunca es sólo una, sería fácil
además; y sería injusto. La felicidad es un premio no un derecho universal. La
conquistan los que arriesgan corajudamente siguiendo tantas veces por el mismo y
más duro camino; aquellos que, a pesar de las montañas de dudas, encuentran la
forma de sacar fuerzas y con ellas avanzar en el camino del bien.
La verdad del Hombre, la
verdad de cada uno de nosotros, nos es revelada por nosotros mismos a través de
nuestras elecciones. Pero, nunca en un acto aislado. Nadie permanece
desgraciado por una desgracia solamente. Todos caen. Una y otra vez. Así como
todos aciertan, bastantes veces… lo que importa ahora es el camino hecho de
forma libre y responsable. O para el cielo o para otro lado cualquiera…
La mayor de todas las
virtudes es ser una perfección construida a costa de una multiplicidad de pasos
imperfectos, yerros, paradas y tantos, tantos recovecos… la Felicidad es el
resultado de una orientación totalmente libre y corajuda hacia el bien.
La vid humana es como
una especie de navegación entre lo previsto y lo imprevisto, del puro sueño a
la cruda realidad, cada uno de nosotros está en sus propias manos. Siempre.
Porque en cada nuevo día todo está, feliz e infelizmente, abierto.
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