José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79
Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. Paulus
Existe hoy un problema
que atañe a las funciones de la sociedad en que vivimos, el cual crece de forma
casi irrevocable, como una especie de tumor, y que en muy poco tiempo destruirá
uno de los más importantes pilares de nuestra esencia colectiva. La falta de
fertilidad.
En el mundo de hoy hay
cada vez menos tiempo, espacio y, principalmente, voluntad de crear lo nuevo.
De construir sentidos para la vida. Se consumen de forma capitalista los pocos
sentidos prefabricados a disposición. Las personas son muy parecidas… grises
–cada vez más del mismo tono ceniciento- color de lo que ya se consumió, de lo
que se deshace, de aquello que ya no está aquí. La muerte no es negra, es
ceniza.
La degeneración de la
capacidad creativa del hombre de hoy, cuando se trata de construir nuevos y
buenos caminos para su vida, afecta a la base de lo que (no) somos hoy como
grupo. Esta decadencia comenzó en los años 60 del siglo pasado, cuando toda una
generación empezó a imaginar un mundo en el que nadie haría nada y donde todo
sería agradable. Este sueño generó y alimentó la idea de que la felicidad nacería
de la inercia perezosa e infantil de quien quiere un mundo mejor, pero que todo
lo que todo que está dispuesto a hacer por eso es reclamar… rabietas a la
espera del bien-bueno. Querían un mundo mejor, pero no crearlo. Izaron carteles
y se sentaron a esperar; en el tiempo que pasó, se evadieron de aquí de las más
variadas formas… se alienaron, se volvieron extraños a este mundo. Decían que
eran soñadores…
Esta absurdidad se
extendió a un ritmo aterrador y hará que en pocos años no habrá quien dé valor
a una obra de arte. La bondad de lo único, la singularidad, será vista como una
anormalidad y, en cuanto tal, un crimen hediondo contra la masa. Un atentado
contra la tiránica reproducción de lo igual.
El mundo es hoy un mar
de prejuiciosos conformistas y orgullosos de sus frustraciones. Languideciendo
al impresionante ritmo del zapping
entre canales de varias formas de anuncios que prometen felicidades instantáneas.
Siempre huidas.
El fracaso del
individuo, como unidad original y de valor absoluto, es una condición del
sistema. Los mercados sólo saben manejar masas. Un hombre libre es, en este marco,
es un terrorista. Son cada vez menos aquellos que, contra la abrumadora mayoría,
se distinguen a través de su capacidad de dar sentido y significado a la vida. Estos
creadores no reproductores desafían a la multitud con sus obras subversivas, huyen
de as normas y de las modas, parecen volar, porque flotan bien sobre el lodo
donde los otros, como muertos, viven.
En el apocalipsis del
sentido de la vida que se presenta, hay, felizmente, este pequeño número de
hombres que no se rinden, poetas de la existencia; son aquellos que dan luz y
color al mundo, que fertilizan a la humanidad a través de sus trabajos. Van tendiendo
la mano a los que respiran podredumbre, sin muchos éxitos, casi ninguno… Pero
la opera prima de estos artistas es
inspiración para otros para ser absolutamente originales. Lejos del éxodo de
las gentes hacia la nada. Al final, la más sublime de las obras de arte es la
creación de un artista.
Estos fundadores
navegan, sin raíces, en pequeños barcos sin ancla, fluctuando en este mar
ceniciento, entregándose a la misión de garantizar que habrá vida humana después
de la muerte de esta humanidad. Cuentan sólo con su arte y con la generosidad
del señor de los vientos. Rumbo a un futuro puro, donde cada hombre sabe que
debe crear el sentido de su propia vida. A fin de que cada uno de nosotros sea,
a estas alturas, una obra de arte original. Una criatura creadora. Una bondad generosa.
Una fuente de vida. Una creación.
Dios ayude e inspire a
quien sigue Su ejemplo.
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