(A pesar de la fecha de publicación, esta crónica sigue siendo muy actual y ayuda a entender lo que pasa... ciertos males siguen ya agarrados al futuro, el peor, la degradación de la vida humana.)
Por José Luís
Nunes Martins
Por Jornal i
publicado em 29 Set 2012 - 03:00
publicado em 29 Set 2012 - 03:00
¿Será que los médicos dejaron de hacer el
juramento de Hipócrates para, hipócritamente, jurar defender con aplomo, brío,
disciplina y coraje militar el Presupuesto?
En esta semana, el
Consejo nacional de Ética para las ciencias de la Vida se pronunció en el
sentido de que el Estado portugués puede y debe racionar el acceso a los
medicamentos más caros para tratar el cáncer, el sida y la artritis reumatoide.
Habiendo dicho el médico que preside el referido Consejo que se trata de “una
lucha contra el desperdicio y la ineficiencia, que es enorme en salud”. Pero,
que “no es sólo legítimo, sino deseable”. Llegando a referirse al hecho de que
cincuenta mil euros por dos meses de vida no se justifican”.
Una vida no tiene
precio. Ni cualquier pedazo de ella.
Cómo puede un hombre, médico,
llegar a la conclusión de que hay un valor justo para un mes de vida… todos ya
tuvimos muchos meses más, hasta años… yo también, podría haber pasado por
encima de ellos, pero, a pesar de todo, amputar pasados es diferente de abortar
futuros.
Matar de forma absoluta
el mañana de alguien es crimen. Se llama homicidio. Se trate de un embrión que
se desenvuelve a la velocidad de la vida o un paciente en coma, con cáncer en fase terminal… es
siempre homicidio. Siempre. Porque muere alguien por voluntad de otro
En la vida hay momentos,
una mirada, una sonrisa, un beso que duran segundos pero que valen (más que)
una vida…
La vida es
esencialmente futuro. Aunque sea en una cama de hospital, con lágrimas, en un
mar de sufrimiento… la Vida también es eso. No es sólo alegría, también es
dolor.
¿Será que los médicos
dejaron de hacer el juramento de Hipócrates para, hipócritamente, jurar
defender con aplomo, brío, disciplina y coraje militar el Presupuesto? En la
conclusión sexta del parecer, el Consejo refiere que los médicos debían obligatoriamente
tener más formación ética para tomar decisiones más justas y más, ¡imagínese,
responsables!
Argumentaron que no hay
recursos y preguntaron a quien escogería yo entre dos docentes con diagnósticos
y pronósticos diferentes… Pero a falta de recursos se debe no a quienes
paciente, sino a quien anduvo desperdiciándolos. En casa donde no hay razón,
todos gritan, pero ninguno tiene pan.
Tal vez porque alguien
lo come todo así que llega… el problema no es el costo de las terapias, sino el
dinero que debía existir para pagarlas y que fue canalizado por otras ví(d)as.
Habrá, a estas alturas,
una multitud de gente a la búsqueda de una fórmula matemática que decida, ella
misma, el “sí” o el “no” en relación a los futuros pacientes en avanzado estado
de gasto público… entretanto, parecíame más bien humano que, en casos extremos,
fuese alguien a hacerlo, alguien con valor para asumirlo, pero nunca un
algoritmo que se aplica de forma impersonal… y detrás del cual, después, muchos
se esconden.
En breve la capacidad
del Estado para pagar reformas acabara… ¿Qué argumentarán, ante ese escenario,
los entonces señores de las Ciencias
De la (di)Vida? Tal vez alguien ligado a
cualquier consejo de ética(¡) venga a decir que la vida, más allá de los
setenta años, ya no es vida, que la calidad de vida de los más jóvenes es
puesta en peligro por esos egoístas que ya vivieron más de lo suficiente… O tal
vez que se debía tener invertido más en abortos… u otra enormidad que no me es
dado imaginar
Está completamente
errado quien contribuye con su sabiduría sobre ética y sobre la Vida a la
aplicación de medidas políticas inhumanas, en un país que puede tener poco
dinero, pero que no deja por eso de tener mucho valor. A pesar de los conciudadanos
que cambian vidas por dinero.
Queda una apelación: que
perdonen estos señores de la Ética pues, seguramente, no saben lo que dicen ni
lo que hacen… En la mejor de la hipótesis, porque tal vez nunca consigan una
mirada que de una sonrisa se hizo beso… pero, saben, ¡nunca es tarde! Y vale
siempre mucho más que cincuenta mil euros –lo aseguro yo.
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