José Luís
Nunes Martins
Por Jornal i
publicado em 18 Ago 2012 - 03:00
publicado em 18 Ago 2012 - 03:00
En este mundo cada vez
más distante y desierto es urgente preservar al amigo, vivir el amor, para no
ser sólo uno más.
La mayor parte de
aquellos que nos son cercanos harán las maletas así que el cielo se cubra de
nubes. A tiempo de que no les caiga ninguna lágrima nuestra en cima. Pero,
desgraciadamente, también nosotros somos de los que se apartan cuando los que
conozco dicen que nos necesitan…
Tal vez el lector se
crea afortunado por contar con muchos amigos. Pero la sabiduría antigua
advierte que vive feliz aquel que nunca tenga que poner a prueba a sus amigos…
Sin embargo, nos creemos a nosotros mismos, casi siempre, como buenos amigos de
otros… ¿pero será verdad que seremos capaces de serlo? ¿Cuál es el límite de
adversidad a partir del cual
abandonaríamos ese papel? Al final, la dureza de la prueba de la amistad
en nada se parece a la traca de sonrisas después de una broma. La vida real es
en serio, pasa por muchos caminos duros hasta… encontrar caminos aún más duros.
Ser capaces de pensar en alguien y no en nosotros mismos es, en este escenario,
algo arrojado. Rarísimo. Casi ilógico. Sin reciprocidad garantizada. Solitario.
Es corriente (y errado)
el prejuicio de que todas las personas aman. Como si amar fuese una especie de
premio distribuido de forma universal y personalizada a todos y cada uno de los
seres humanos. No. Muy lejos de eso. Pocas personas son capaces de amar, porque
eso no es ninguna recompensa, sino una firmeza capaz para seguir adelante por
los caminos más despiadados. Casi un castigo voluntario en nombre de algo mayor
que nosotros.
Hay además que tener en
cuenta que las cosas que no tienen fin
asustan a cualquier espíritu menos sólido, porque comprometen la esencia de una
forma no egoísta, no permitiéndole vaguear/errar al sabor de los placeres
inmediatos. Es así más simple de lo que parece: un amor que acaba, prueba que
nunca llegó siquiera
a existir.
Hoy, con las nuevas
tecnologías, la ilusión de proximidad es de tal forma convincente que cada vez
hay más distancias… pobrezas que se esconden por detrás de horizontes en
forma de escaparates de intimidad…
gritos desesperados de quien se ve en un desierto de emociones… donde todos
parecen felices pero, en realidad, cada uno vive en el fondo de un pozo.
Es porque hoy se busca
más ser rescatado que rescatar, hay cada vez más víctimas y menos héroes…
Nacemos solos y morimos
solos
A la tristeza de la
soledad no le falta belleza ni grandeza. Pero el abandono de los que juzgábamos
allegados revela tanto sobre ellos (los que se irán justo antes de empezar a
llover) como respecto a nosotros mismos que, crédulos, creíamos ser una
excepción. Nos cumple no seguir el ejemplo.
Si ser amigo es raro,
abrigar un amor en el corazón lo es superlativamente. Todos los caminos no son
para todos los caminantes y, ante todo los más penosos, sólo aquellos que
perciben que hay valores más altos que la propia vida siguen adelante. Caminan incluso
descalzos por donde fuera necesario para no dejar al amigo solo.
Hay quien considera que
la amistad es una forma de amor. De acuerdo. El que ama es un amigo absoluto.
Sin por qués ni para qués. Sólo para ser quien se es. Darse las manos y enfrentarse
a las tempestades. Se vive, y se muere sin nunca hacer cuentas de lo que pasó.
Ojos puestos en un sueño. El verdadero amigo será feliz aún con una vida
cargada de sufrimiento, porque su existencia tiene sentido, al contrario de la
abrumador mayoría de los demás.
En este mundo cada vez
más distante y desierto es urgente preservar al amigo, vivir el amor, para no
ser sólo uno más.
Es la más despiadada de las tempestades la que
naufraga ante la firmeza de una amor auténtico. Al final, ninguna tormenta dura
para siempre.
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