viernes, 7 de febrero de 2014

LOS GNÓSTICOS

   
P. Gonçalo Portocarrero de Almada

Na «Voz da Verdade», de 17-11-2013:

Nuevas herejías viejas (1)

La historia no es, ciertamente, un proceso cíclico, ni dialéctico, pero muchas de las antiguas herejías subsisten en la actualidad, en ediciones revisadas y actualizadas. Es el caso, entre otros, del nuevo gnosticismo.

Según el Señor D. Manuel Clemente, la gnosis de los primeros siglos “se presentaba como un conocimiento intelectual, un sistema completo, sobre Dios y la felicidad del hombre. Conocimiento, y no adhesión existencial o de fe”. El gnosticismo moderno pretende ser una nueva síntesis entre la fe cristiana, las espiritualidades orientales y el moderno conocimiento científico, con sus inmensas posibilidades tecnológicas.

Es recurrente a este propósito, el empeño de los nuevos gnósticos en actualizar, o modernizar, a la Iglesia, no sólo por la reforma de sus axiomas teológicos, que insisten en asumir como tesis meramente humanas, sino también por la sustitución de su misión salvífica que, según afirman, dio paso a intolerables actitudes proselitistas, por la práctica de una benéfica acción humanitaria. Siendo esto así, los dogmas del infierno o de la infalibilidad papal, entre otros, deberían ser reducidos a su condición histórica de obsoletos principios doctrinales; los milagros y los exorcismos deberían ser tenidos como manifestaciones tardías de la antigua ignorancia científica; y hasta la supremacía de Cristo debería evolucionar hacia su ecuménica equiparación con Mahoma, Buda, Khrisna o cualquier otro gran líder religioso

Los nuevos gnósticos son los defensores de una Iglesia tan integral e inclusiva que, por así decir, nada excluiría. Partidarios del sacerdocio femenino y de la interrupción voluntaria del embarazo, defensores de la ideología de género y de la fecundación artificial, apologistas de las uniones de hecho y de casamiento entre personas del mismo género deberían, según ellos, ser acogidos por la institución eclesial, so pena de que la misma, fosilizada en viejos clichés anacrónicos, se divorciara irremediablemente de la modernidad.

 “En la moral, el gnosticismo” –según el todavía nuestro Patriarca- “tanto derivaba hacia un ascetismo extremo […], como hacia una total amoralidad”. De hecho, son dos extremos muy presentas en la sociedad de hoy en día, que se escandaliza con el tabaquismo, o las corridas de toros, pero consiente la destrucción violenta de millones de embriones humanos y tolera, con indiferencia, la droga y la pobreza extrema de millones de indigentes.

En la perspectiva de este nuevo gnosticismo, la moral católica no tendría otro principio que no fuese el de la total autonomía de las conciencias, porque una ética categórica objetiva no sería más, en su lógica, que un nuevo fariseísmo. Como máxima de su gnose pseudocristiana, gustan de repetir, sin comprenderlo del todo, el principio agustiniano: ¡“ama y haz lo que quieras”!

El relativismo gnóstico está de moda, también en ciertos ambientes eclesiales, a pesar de su heterodoxia manifiesta. Es cierto que Jesús abrazó a los publicanos y a los pecadores, pero nunca consintió en sus desvaríos. Es verdad que se opuso a los rigorismos farisaicos, pero sin revocar la Ley, ni atenuar su radicalismo.

La Iglesia es, por su propia naturaleza, universal y, por lo tanto, está abierta a todos los pecadores, en la comunión de la fe y de la moral cristianas. Ser católico no es sólo estar de acuerdo con algunos aspectos de la doctrina de la Iglesia, ni un vago sentimiento de amor al Maestro,  sino una efectiva “adhesión existencial” a Jesús de Nazaret. A la manera de Pablo, que puede decir de sí mismo: “ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20).



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