José Luís
Nunes Martins
publicado em 20 Ago 2011 - 03:00
La vida funciona de
forma simple: un trueque constante, alternando el dar con el recibir.
La capacidad de recibir
debidamente lo que nos llega de fuera se llama impresión.
En beneficio de una vida buena debemos ser
capaces de dejarnos tocar e influir por lo que nos rodea, sin miedo de
mancharnos, sin miedo de que nos deje más ricos.
La capacidad de
exteriorizar algo interior, manifestándolo, se llama expresión.
Aquí también, en
beneficio de una vida buena, tenemos que ser capaces de darnos al mundo, dejando
en él nuestra marca, arriesgando hasta el ridículo, sin miedo de quedarnos más
pobres.
Estas operaciones
funcionan coordinadamente, en una especie de respiración. Se animan y potencian
la una a la otra, garantizando una auténtica experiencia de vida.
La “-presión” tal que está en la base de ambos
movimientos es la fuerza vital que transforma una supervivencia biológica en
una abundante vida humana. Sin ella, se cae en la “de-presión”. Léase aquí
depresión como una doble falta de las capacidades de impresión y expresión.
En la economía, basada
en el trueque, todos y cada uno de los países e inversores, de los pequeños a
los grandes, piensan siempre más en recibir que en dar.
En este momento, ¡ninguno
quiere dar y todos quieren recibir! Antes de reconocer sentido a la vida,
importa saber vivirla. Eso ahora pasa
por la capacidad de aceptar con los brazos abiertos lo que nos es dado, al
mismo tiempo que entregamos al mundo lo mejor de nosotros… sin miedo
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