José Luís
Nunes Martins
Por Jornal i
publicado em 1 Set 2012 - 03:00
publicado em 1 Set 2012 - 03:00
El sufrimiento es muchas veces
mayor, y más honroso, precisamente
porque casi nadie quiere saber lo que siente el que sufre, porque además, pudiéndose
compartir, es contagioso.
Las tempestades son
siempre períodos largos. A pocas personas les gusta hablar
de estos momentos en
que la vida se vuelve fría y anochece, prefieren historias de
playas divertidas a las
profundas tragedias de tantos naufragios que son, al final, los verdaderos
pilares de nuestra existencia.
La gente superficial tiende
a pensar en quien sufre como débil… cuando débiles son los que evitan a
cualquier precio mares revueltos, tempestades en que cualquiera se siente
minúsculo, pero sólo los que no aspiran a la perfección verdaderamente. Para la
gente de corazón pequeño, cualquier dolor es grande. Los hombres y mujeres que
asumen su destino saben que, más pronto o más tarde, morirá, pero aún les cabe una
decisión: desistir para huir o morir sufriendo de frente.
De la muerte salimos,
para la muerte caminamos. Lo que aquí sufrimos bien puede ser la forma que
tenemos de aproximarnos de corazón a la verdad.
Habrá siempre quien sea
maestro de tertulias y piloto valiente de naves ajenas, los que saben siempre
de todo, principalmente lo que es (d)la vida de otro, y más específicamente si
estuviera para pasar un mal trago. Luego se apresuran a decir que después de la
tempestad viene la bonanza, y que ellas son tan fuertes como pasajeras… sin
preocuparse de entender, o al menos recuerden, que quien está preparado para
sufrir siente profundamente cada gota de lluvia que le moja y arruina el
presente y los sueños… y que después de cada gota de lluvia viene, casi
siempre, otra y otra… y sólo una gota será la última…
Las tragedias tienden a
sucederse más que a intercalarse. Hay quien vive una vida entera sin un motivo
para sonreír. Sin ser feliz nunca. Pero es ese, precisamente, alguien que
merece más que los demás la admiración de sus semejantes. Admiración, porque
héroes no son los que pasan la vida festejando, sino los que, aunque llenos de
frío, en noches oscuras de tempestad, pudiendo incluso morir a la espera de
mañana, acogen el dolor y la tristeza como cosas suyas y viven, a pesar de
todo. De todo. Con una certeza: todo tiene sentido, aún cuando no se sepa cuál.
Hay hombres y mujeres
que pasan sus noches en desgracia viva y despiertas, y mientras los otros
duermen, ven el nacimiento del sol y sueñan… bastándoles, a veces, nada más que
un soplo de viento en el rostro, que sienten como un beso, para que aparezcan más
fuerzas donde no había, y se enfrente todavía a un día más, sufriendo, doliéndole,
pero viviendo.
La tristeza, que tantas
veces se combate, es un estado del alma más denso y más puro de lo que se
acostumbra a considerar. Es más real. Huir de él será huir del duro camino que
nos hará caminar felices, aunque por entre incontables sufrimientos,
aparentemente sin sentido.
Los antiguos creían en
dioses inventados por los hombres que, mortales, vivían sin que el miedo a la
muerte los hiciese retroceder. Creían también que no hay victoria sin
superación de los obstáculos, no hay gloria en la fuga, ni en la desgracia
ajena. Hoy, las gentes piensan de forma bien diferente. Dicen que basta, que
hay que resistir, para no dejarnos ir abajo, que los momentos menos buenos
deben ser sólo oportunidades para el éxito y otras tonterías por el estilo. El
sufrimiento es muchas veces mayor, y más honroso, precisamente porque casi
nadie quiere saber lo que siente quien sufre, y además porque, pudiéndose
compartir, es contagioso… Pero dos héroes serán siempre más que uno y ninguno de está solo.
Si el lector conoce a
alguien que sufre, siéntese o échese a su lado y, siempre en silencio, permanezca
relajado.
El dolor nos aproxima a
la perfección.
Leyendo esta crónica no he podido evitar que me surgieran sentimientos encontrados: por un lado el dolor es tan palpable en sus descripciones, que en algunos momentos quería huir de la lectura, dejarlo; incluso llegué a pensar si José Luís no estaría probando el aguante del lector… Por otro lado, de pronto, como una justificación, aunque salvando las distancias, naturalmente, me vino a la mente el Antiguo Testamento, la historia de Israel, como una peregrinación permanente hasta despojarse de los malos hábitos, de la naturaleza corrompida por el pecado, la cual le lleva a reincidir en la desobediencia a Dios y a no cumplir sus mandamientos, lo cual le acarrea la infelicidad permanente y de prolongado exilio, lejos de Jerusalén. Y todavía para completar esta historia de salvación el mismo Dios se hace hombre para morir y enseñarnos así el camino de la felicidad presente y futura.
ResponderEliminarDe este modo entendí que José Luís no exagera nada, que nos dice la verdad. Y hay que ser valiente para decir la verdad, sin miedo a que nos aplaudan o descalifiquen. Muito obrigado