José Luís Nunes Martins
Por Jornal i
publicado em 17 Dez 2011 - 03:00
publicado em 17 Dez 2011 - 03:00
La zona más perezosa de
la inteligencia tiende a encontrar semejanzas entre personas, situaciones y
simples objetos. Ahora bien, la zona más
elevada de nuestra capacidad de pensar detecta diferencias. Nuestro universo
mental tiende a refugiarse en lo que ya conoce e integra la novedad como
simple variación de lo conocido. Una persona que acabamos de conocer, por
ejemplo, tiende a ser encuadrada siempre como parecida a otras que ya conocemos,
y llegamos al punto de determinar, como una fórmula química, la cantidad de
cada uno de los constituyentes básicos en todo lo que tenemos delante de
nosotros.
En fin, mentes más básicas
muy difícilmente son sorprendidas, porque se vuelven expertos en refugiarse en
un conjunto que creen que es el máximo mundo
posible.
Más raro, pero muchísimo más inteligente, es, lo mismo pero ante cosas superficialmente parecidas, descubrir las diferencias. En cada cosa nueva puede descubrirse la excepción que lo universal allí nos revela.
Tal vez por eso nos sintamos realmente vivos en los momentos inesperados, cuando no hay ningún plan previsto. En esos instantes, como cazadores, nos dejamos diluir y envolver en el ambiente y permanecemos atentos a cada pequeña sorpresa. Pero pasado algún tiempo se relaja la inteligencia y acabamos acomodándonos, cambiamos un absoluto gozo de la vida por un cómodo juego de cromos repetidos.
En el camino de la sabiduría se aprende a admirar, a callar más que hablar, hasta lograr un punto donde se comprende que ni siquiera en la paz de un espíritu sublime existen tan siquiera dos silencios iguales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario